El agotamiento y la desorganización hacen mella en los bomberos lusos

Juan Capeáns / Carlos Ponce LA VOZ EN PEDRÓGÃO GRANDE

INTERNACIONAL

MIGUEL VIDAL | reuters

Los equipos llegados desde todo el país están asombrados por los efectos del fuego

20 jun 2017 . Actualizado a las 07:31 h.

Si el fuego de Pedrógão Grande empezó pasadas las dos de la tarde del sábado y se dio por controlado en las zonas habitadas a primera hora del domingo, es fácil darse cuenta de la inusitada velocidad de las llamas, que abarcaron miles de metros cuadrados del distrito de Leiria. Esa capacidad indescriptible de avance es «lo nunca visto» para los cerca de dos mil profesionales que ya están trabajando en la zona.

No es que la catástrofe cogiese con el pie cambiado a los equipos de emergencia portugueses. Su problema fue que, cuando el rayo prendió supuestamente la mecha del siniestro incendiario más grave de Portugal, la gran mayoría de ellos estaban trabajando en otros frentes más ordinarios.

La falta de organización en el traslado hacia la zona de Pedrógão, el cansancio humano y el agotamiento de los recursos complicaron la decisión más compleja: ¿por dónde empezar?

Esta dificultad la admiten los profesionales que van llegando a Pedrógão Grande desde todos los rincones del país. «Los bomberos de la zona tuvieron grandes problemas de organización debido al comportamiento del incendio y a su evolución», reconoce el jefe de bomberos del distrito de Santa Teresa, cuyo equipo llegó el domingo para ayudar a controlar los frentes abiertos. La existencia de múltiples focos tampoco ayudó, pero no consuela a los que vieron pasar por delante de sus narices los equipos de emergencias mientras sus casas ardían.

Y muchas aldeas lo pagaron. Vecinos de Pobrais y Nodeirinho denunciaron que los camiones de bomberos cruzaban junto a sus casas ardiendo sin pararse a controlar el fuego. Se sintieron como si su desgracia -murieron 23 vecinos- se diera por descontada. Fueron los propios habitantes los que trabajaron baldeando con cubos de agua. Los principales esfuerzos se centraron en esas primeras horas en la carretera de Castanheira de Pêra, donde el fuego atrapó a decenas de coches de quienes intentaban huir y acabó con la vida de un bombero. La indignación entre muchos de los que sobrevivieron es patente. «En el teléfono de emergencia nos dijeron que no podían venir a rescatarnos porque tenían muchas llamadas», se lamenta una superviviente. Otros, sin línea telefónica, esperaban un rescate que nunca llegó.

Daniel Erman, de 22 años: «Era como una zona de combate»

Entre los bomberos había chavales que apenas superan los 20 años y que no tenían experiencia en grandes incendios, y mucho menos en catástrofes de este nivel. «Hemos luchado contra el fuego lo mejor posible, pero la intensidad de las llamas era demasiado elevada. Nunca había estado en algo ni siquiera parecido», asegura Daniel Erman, que, con 22 años, es el bombero más joven del distrito de Santa Teresa. Erman, con la cara todavía cubierta de ceniza tras la lucha, calificó el entorno de Pedrógão Grande como «una zona de combate» que espera no volver a ver.