Cuba, Venezuela o el paradigma del doble rasero de EE. UU.

JULIO Á. FARIÑAS A CORUÑA

INTERNACIONAL

CARLOS BARRIA | REuters

Cuba y Venezuela viven momentos decisivos para su futuro.  Los  gobiernos de ambos países se ven afectados muy de cerca por los efectos de la llegada del huracán Trump a la Casa Blanca pero no se los mide por el mismo rasero.

17 jun 2017 . Actualizado a las 21:27 h.

El pasado viernes entraba en Miami el huracán a cosechar los aplausos de la vieja guardia del exilio cubano en Florida -las  primeras filas estaban reservadas para los supervivientes del frustrado desembarco de Bahía Cochinos- a la que, en agradecimiento de su generosa contribución, tanto económica como en votos, a su coronación como emperador de la primera potencia mundial les alegró el oído recitando lo que ya todo el mundo sabía: se acabó la apertura hacia el régimen de La Habana, iniciada hace un año por Obama y que no había ido mucho más allá de flexibilizar el inútil embargo económico que pesaba sobre la isla desde hacía más de medio siglo.

Cuba

La democratización política  de Cuba que demanda Trump como paso previo para la normalización plena de relaciones pasa por la legalización de los partidos políticos, la celebración de elecciones supervisadas, la liberación de los presos políticos y entregar a los fugitivos.

Raúl Castro que mantiene en pie su compromiso de celebrar elecciones municipales y parlamentarias para octubre, presidenciales para febrero del año que viene y de no presentarse a las mismas como candidato, no se dio por aludido e incluso, según algunos analistas como el historiador Rafael Rojas, le vino bien para calmar los ánimos del sector más conservador del Partido Comunista Cubano, receloso del aperturismo  propiciado por la política de Obama.

La segunda Cuba

Mientras tanto, apenas se le han visto gestos determinantes que puedan contribuir a evitar que un inefable peón del régimen castrista convierta a Venezuela, un país con clara trayectoria democrática, en una segunda Cuba.

Frente a la brutal ofensiva del madurismo contra la inmensa mayoría de los ciudadanos venezolanos, que ya se ha cobrado 73 víctimas mortales, a las que que hay que sumar las del hambre, la falta de medicamentos y los linchamientos -cerca de un centenar de enero a mayo- cometidos por ciudadanos acosados hartos de la impunidad de la que gozan los delincuentes,  el gobierno que preside Trump no ha ido más allá de lanzarle unas cuantas bravuconadas a los responsables de la barbarie y de ampliar la lista negra de los chavistas con cuentas pendientes con la justicia del Imperio.

No ha molestado para nada a los familiares directos del muñidor de las desgracias que padece el país y que disfrutan en la misma península de Florida de la obscena riqueza que han acumulado a costa de la robolución bolivariana.

Tampoco existe constancia de que haya ordenado devolverle la generosa aportación realizada a los faustos de su toma de posesión, cifrada en más de 500.000 dólares.

Y el embargo, ¿qué?

Son muchos los que se preguntan por qué el gobierno norteamericano no decreta un embargo comercial internacional contra un país al que le compra diariamente 792.000 barriles de petróleo, que suponen el 41 % de las exportaciones de crudo venezolano y que es casi al único que vende a precio de mercado.

Una medida de este tipo apenas afectaría a los intereses de la economía norteamericana, ya que no suponen más que el 8 % de sus importaciones totales de crudo en un momento en que la producción nacional casi cubre sus necesidades energéticas.

Entre los expertos existe casi unanimidad en que una medida de ese tipo axfisiaría la maltrecha economía venezolana y tumbaría al régimen en cuestión de semanas.

 El paradigma

Lo que casi nadie acierta a comprender es el porqué del paradigma de ese doble rasero. Hay quien opina que una medida de ese tipo perjudicaría más a la población civil que al régimen, como ocurrió con Cuba.

Otros, en cambio apuntan que la razón última puede esconderse tras los intereses de alguna multinacional del sector cuyos directivos o ex directivos forman parte del equipo del actual inquilino de la Casa Blanca.

Si alguien no lo remedia, en cuestión de semanas Maduro y Cilia (su verdadero cerebro y esposa)  sacarán adelante su Asamblea Nacional Inconstituyente, si hace falta nombran a Zapatero presidente honorario con sede en Los Roques….y luego a ver quién les tose.