Tormenta perfecta en la política gala

Alexandra F. Coego PARÍS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Los candidatos de la derecha sufren el impacto de los procesos judiciales y la izquierda sigue muy dividida

26 feb 2017 . Actualizado a las 09:49 h.

Las elecciones de dentro de dos meses serán las presidenciales más controvertidas de la historia de la Quinta República francesa. En casi sesenta años, la esfera política nunca antes se ha visto sacudida por tantos frentes y a tan larga escala: corrupción, falta de liderazgo, guerras internas y escándalos judiciales. Ningún partido parece estar a salvo la tormenta perfecta que amenaza con traer consigo una profunda crisis de confianza en el establecimiento. 

Imposible unificación

En la izquierda, la decisión de François Hollande de no presentarse a las primarias dio lugar a un campo de batalla con contendientes profundamente opuestos, incapaces de unificar el electorado: Emmanuel Macron con su movimiento social-liberal ¡En Marcha! y Jean-Luc Mélenchon con su política a la izquierda de la izquierda. El castigo en las primarias a Manuel Valls demostró que hollandismo está muerto, si es que alguna vez estuvo vivo.

Su verdugo, Benoît Hamon, que disfrutó de unas semanas de popularidad tras convertirse en el factor sorpresa de las primarias socialistas, pierde fuelle de cara a los comicios y no pasará de la primera vuelta. Pese a ser cercano a Mélenchon, las negociaciones están estancadas en la cuestión de la Unión Europea (el primero es pro UE, el segundo un furibundo eurófobo) y la idea de un acuerdo parece haber sido desechada. 

Bajo la lupa

En la derecha, la lucha de viejos leones por la candidatura de Los Republicanos (LR) alcanzó niveles virulentos cuando Nicolas Sarkozy fue derrotado. El enfrentamiento en la segunda vuelta entre François Fillon y Alain Juppé reveló una fractura interna entre dos líneas políticas bien distintas: la ultraconservadora del primero y la social del segundo. Con la inesperada victoria de Fillon, la derecha se ha visto arrastrada a una zona peligrosamente cercana al Frente Nacional (FN), hasta tal punto que Macron se ha convertido en un candidato atractivo para los derechistas moderados. Por si la fuga de electores no fuese suficiente, los escándalos de corrupción del ex primer ministro ponen en duda su pase a la segunda vuelta, si bien partía como favorito. La Fiscalía anticorrupción nacional informó que una investigación judicial ha sido abierta en relación a su mujer y sus dos hijos mayores, sospechosos de ocupar trabajos falsos que habrían costado al estado cerca de un millón de euros. La popularidad del que se presentaba como el candidato intachable y de la transparencia es difícilmente recuperable a este punto, cuando su imputación parece inminente.

La ultraderecha resiste

La única que sigue a flote pese a sus numerosos casos de corrupción es la ultraderechista Marine Le Pen. La justicia le investiga por fraude en todas las elecciones comprendidas entre 2014 y 2016 y también es sospechosa de haber creado dos empleos ficticios en el Parlamento Europeo para su guardaespaldas y una íntima amiga. Sin embargo, el electorado de la extrema derecha no parece preocuparse por la ilegalidad de sus prácticas, haciendo un ejercicio de flagrante inconsciencia que recuerda al del de los votantes del Donald Trump en el otro lado del Atlántico.

Ayer, un político cercano a Marine Le Pen fue imputado por la financiación ilegal de varias campañas de su partido, el Frente Nacional. Se trata de Frédéric Chatillon, antiguo dirigente de una asociación estudiantil de extrema derecha que ya había sido imputado en el pasado por hechos similares. Ahora la Justicia le acusa haber efectuado un supuesto desvío de fondos destinado a financiar las campañas municipales, europeas y senatoriales de 2014 y las departamentales de 2015 del Frente Nacional.

Es la primera persona imputada por la presunta financiación ilegal de esas campañas, pero la Justicia había pronunciado ya doce encausamientos contra miembros del FN por financiación de campañas electorales.

Macron, bajo la losa de ser ministro con Hollande

Cuando Emmanuel Macron creó su movimiento ¡En Marcha!, su objetivo era el de romper con la política del gobierno de Hollande. Con una buena estrategia de cambio de imagen, el ex ministro de Economía ha logrado hacerse con el título de outsider y desentenderse con éxito del balance financiero del que fue responsable durante su cargo en el gobierno. Sin embargo, el programa económico que reveló el viernes no habla de ruptura, sino más bien de continuidad, aunque por el momento es lo suficientemente discreto (y  poco preciso) como para contentar al centro. En una larga entrevista con el periódico Les Echos, el político de 39 años estableció sus prioridades: la inversión en las infraestructuras públicas, como la formación y la modernización de la administración, y recortes en el gasto público, con la supresión de 120.000 puestos de funcionarios y la limitación de las prestaciones por paro. Al igual que cuando ocupaba el ministerio de Economía, ha prometido dar la vuelta a las cifras del paro con mayor flexibilidad laboral y  reducción de impuestos para las grandes empresas, así como mantener los acuerdos con la Unión Europea relativos a mantener el déficit público por debajo del 3 %. Macron, que hasta ahora ha hecho campaña sin programa y sin anunciar una sola medida, publicará la totalidad de sus propuestas económicas el 2 de marzo, a menos de dos meses de la primera vuelta de las presidenciales.