Chile señala a los mapuches por la ola de incendios forestales

RAMY WURFGAT SANTIAGO DE CHILE / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Alejandro Zoñes | EFE

La policía cree que el fuego enmascara acciones de la guerrilla

06 feb 2017 . Actualizado a las 07:54 h.

La amenaza del fuego se reduce en Chile, aunque sigue sin esclarecerse la devastadora ola de destrucción. Los incendios forestales activos en todo el país se han rebajado a 50, según la Corporación Nacional Forestal (Conaf). Desde el inicio de la temporada, el pasado 1 de julio, los incendios forestales suman en Chile 3.112, con una superficie afectada de 588.501 hectáreas. De las siete regiones que han sido atacadas por el fuego, la del Maule es la que encabeza la extensión de los incendios, con 284.000 hectáreas afectadas, mientras la del Biobío lidera la cantidad de siniestros, con 954. 

La Oficina Nacional de Emergencia indicó que los damnificados por la ola de fuegos ascienden a 7.422, de los que 469 permanecen en albergues habilitados en las regiones de O’Higgins, Maule y Biobío. Las viviendas destruidas por los incendios suman 1.624. 

En estos días, la máxima prioridad de la Policía chilena es capturar a los responsables de los incendios más devastadores que se hayan registrado en la historia del país y sus sospechas recaen en la minoría mapuche, con la que se vincula una guerrilla de baja actividad. El siniestro, con sus múltiples focos, se ha cobrado la vida de 15 personas, ha consumido 400.000 hectáreas de bosque y unas 14.000 personas han perdido sus hogares. 

Casi tres décadas de lucha 

Según los últimos censos, en Chile viven alrededor de 600.000 mapuches. El 60 % de la comunidad se encuentra en la región del Biobío y de La Araucanía donde su gente -considerada como pacífica y hospitalaria- se dedica principalmente a la agricultura y al pequeño comercio. 

El conflicto mapuche estalló a comienzos de los 90, cuando el movimiento Coordinadora Arauco-Malleco publicó un manifiesto en el que reclamaba al Estado chileno la restitución de las tierras que supuestamente habían sido arrebatadas a los indígenas a partir del siglo XIX. En 1992 el citado movimiento se declaró en guerra contra la compañía Endesa, filial de la empresa española del mismo nombre, al comenzar la construcción de dos centrales hidroeléctricas en la cuenca del río Biobío. «No permitiremos que levanten sus represas y sus torres sobre nuestras aguas y tierras ancestrales», proclamó, entonces, el dirigente José Llaifán. 

La policía desplegó un cuerpo de élite en la zona para prevenir los actos de sabotaje contra Endesa. Viéndose superados en número y en armamento los warchafes (guerreros indígenas) adoptaron la táctica alternativa de los ataques incendiarios, para impulsar lo que definían como «la resistencia de los panis (hermanos, en lengua mapuche) a las agresiones colonialistas del Estado chileno». La industria maderera, los camiones que transportan ese material y los predios forestales son el blanco al que han dirigido la ofensiva que dura ya cerca de 27 años. En ocasiones, las milicias perpetran atentados contra personas ajenas al conflicto como es el caso de Werner Luchsinger y su esposa Vivianne Mackay que murieron quemados dentro de su casa en la localidad de Vilcún, en enero del 2013. Cabe destacar que la mayoría de los mapuches, ajenos a la violencia, se consideran ciudadanos chilenos, aunque muchos preservan su cultura. 

Refiriéndose a la situación actual, un oficial de la Policía indicó que se han reunido suficientes pruebas para determinar que los «terroristas aprovechan la proliferación de incendios espontáneos para que los suyos (intencionales) pasen desapercibidos». El funcionario asegura que los rebeldes no suman más de un centenar, «por lo que no se debe estigmatizar a una población entera de los mapuches por los delitos de unos pocos».