Mario Soares deja huérfano a Portugal

Begoña Íñiguez LISBOA/CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Atlas

El histórico líder socialista, que tuvo una participación decisiva en la transición cuando la Revolución de los Claveles puso fin a la dictadura, fallece a los 92 años en un hospital de Lisboa tras una larga agonía

08 ene 2017 . Actualizado a las 12:13 h.

No por esperada, la muerte ayer por la tarde a los 92 años en un hospital de Lisboa, tras dos semanas en coma, del expresidente portugués Mario Soares ha sido menos dolorosa. La marcha de quien ya era considerado en vida como uno de los padres del Portugal moderno produce una sensación de orfandad en el país y abre un vacío enorme en la sociedad y la política lusa, que tardará mucho en recuperase de su ausencia. Durante más de cincuenta años Soares luchó incansablemente por la libertad de su nación. Lo hizo contra la dictadura de Salazar, en la cárcel, en el exilio de Francia, y después de la Revolución de los Claveles de abril de 1974, de vuelta en Portugal, sellando la transición a la democracia y consiguiendo la incorporación a Europa.

Nada más confirmarse la noticia, el presidente de Portugal, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, convocó al país «a hacer con Soares su último combate por la inmortalidad de su legado». Para Rebelo de Sousa, el dirigente socialista «nunca desistió de luchar por sus ideales y por lo que más quería, Portugal. Nosotros nos encargaremos de que su memoria permanezca viva». El primer ministro, su discípulo y compañero de partido, Antonio Costa, decretó por su parte tres días de luto nacional y declaró: «Portugal le debe mucho y estará siempre agradecido por su acción política en defensa de la democracia».

El último medio siglo de historia en Portugal está unido a la figura indestructible y fiable de Mario Soares, quien mantuvo hasta meses antes de morir una lucidez increíble y una capacidad de trabajo que le permitió dirigir su fundación, hasta casi el final de sus días, leer mucho, viajar, comer con sus amigos y escribir de su puño y letra artículos de opinión en destacados periódicos nacionales e internacionales. Todo ello, además de mantenerse como árbitro y observador, desde su puesto como Consejero de Estado, de la política de su país.

Creador del socialismo luso

Fundó el Partido Socialista luso en 1973, en el exilio. A su regreso, un año después, aprovechó y vivió cada uno de los minutos de libertad que la dictadura le había quitado. Lo ha sido todo en la política portuguesa: diputado, secretario general del PS, ministro, primer ministro, presidente de la República, eurodiputado. En 2005, con 80 años y presionado por varios miembros de su partido, intentó ser de nuevo presidente. Fue derrotado en las urnas por el conservador Cavaco Silva, pero se recuperó pronto del fracaso para centrarse en su labor intelectual sin abandonar nunca la política. Sus opiniones han contado mucho para sus sucesores al frente del PS, desde Antonio Guterres, hoy secretario general de la ONU, Ferro Rodrígues, presidente de la Asamblea de la República o el ex primer ministro José Sócrates, a quien convenció para pedir el rescate de Portugal en 2011. Se mantuvo detrás de Antonio Costa, a quien apoyó activamente en su pacto gubernamental con comunistas y bloquistas.

El cuerpo de Mario Soares, según fuentes próximas a su familia, será velado hasta el lunes por la mañana en la intimidad. Saldrá entonces desde su casa hasta el Ayuntamiento de Lisboa y el Monasterio de los Jerónimos, donde estará expuesto al público hasta el martes. De aquí partirá hacia la sede del PS para posteriormente ser enterrado en el panteón familiar del Cementerio de los Prazeres, junto al cuerpo de su esposa, Maria Barroso, fallecida el 7 de julio del año pasado y de cuya muerte nunca pudo o nunca quiso recuperarse.

Un amigo que llevaba siempre en su corazón las «maravillas» de Galicia

En las diferentes ocasiones que he coincidido con Mario Soares a lo largo de los últimos 14 años siempre ha habido una palabra que nos ha unido: Galicia. El expresidente luso era un gastrónomo exigente. Amaba la vida y sentía una gran admiración por la tierra «del mejor marisco del mundo y donde mejor he comido en viajes privados y oficiales», según confesaba en una cena con los corresponsales extranjeros, en 2014, meses después de entregarle el Premio Personalidad del Año de 2013. Dos años antes en una entrevista realizada en su despacho de la fundación que lleva su nombre recordaba emocionado la figura del millonario de origen gallego, Cordo Boullosa, fundador de la petrolera Galp y de la librería del mismo nombre, quien «me ayudó mucho en los duros años del exilio parisino». En aquella época Soares se tuvo que dedicar a impartir clases para sacar adelante a su familia.

Otro de los nexos entre Mario Soares y Galicia fue el expresidente de la Xunta, Manuel Fraga, con el que tenía una gran sintonía y quien le llevó «a lugares maravillosos que permanecerán siempre en mi corazón», reveló hace cinco años. Admiraba del político conservador «su deseo de potenciar las relaciones entre Galicia y Portugal y su enorme vitalidad», confesaba entre risas que hacían plegarse sus contundentes mofletes «y eso que Fraga era de derechas y yo de izquierdas».

Junto con Fraga Iribarne las otras dos figuras públicas españolas que marcaron la excelente relación que mantuvo el exjefe del Estado luso con España fueron el expresidente del Gobierno, Felipe González, con quien firmó en 1985 en el Monasterio de los Jerónimos, en el mismo lugar donde se despedirán sus restos mortales, el tratado de Adhesión a la UE de Portugal y España. Otro gran amigo suyo fue el Rey Juan Carlos, del que nunca se cansaba de elogiar «su papel decisivo, la noche del 23 de febrero de 1981, en la consolidación de la democracia española».

El rey Felipe, el presidente del Gobierno Mariano Rajoy y prácticamente todos los políticos españoles, compartieron ayer su duelo con Portugal.