Las bombas vuelven a asolar Alepo

Rosa Paíno / Colpisa REDACCIÓN / LA VOZ / ALEPO

INTERNACIONAL

Los civiles claman por las redes sociales que los salven tras el fracaso de la tregua

15 dic 2016 . Actualizado a las 08:59 h.

La tregua fue un espejismo y las bombas vuelven a golpear Alepo. Una veintena de autobuses que esperaban embarcar al alba a los heridos y civiles -los primeros en ser evacuados de la zona este, a los que seguirían los combatientes- regresaron ayer vacíos a sus bases. ¿Por qué no se cumplió el acuerdo de evacuación? Las partes se acusan mutuamente del fracaso. El régimen de Bachar al Asad culpa a las diferencias entre las distintas facciones rebeldes, mientras Rusia denuncia que los insurgentes violaron el alto el fuego. Los opositores, por su parte, apuntan a que las milicias iraníes frenaron la salida de los civiles porque reclaman que antes sean evacuados «los heridos y enfermos de Fua y Kefraya», dos pueblos de mayoría chií cercados por el Frente Fatah al Sham, el antiguo Frente al Nusra vinculado a Al Qaida.

A falta de fuentes independientes sobre el terreno, es difícil discernir la información fiable de la propaganda. Lo que está claro es que Rusia se precipitó al anunciar el acuerdo, sin haberlo consensuado con Damasco ni con el otro aliado, Irán. Además, el poderoso grupo rebelde Nuredin al Zinki aceptó la rendición para paliar la dramática situación de los civiles, pero no así Al Nusra.

Recep Tayyip Erdogan y Vladimir Putin intentaban anoche salvar la tregua pactada por sus países con los rebeldes.

La evacuación debía iniciarse a las cinco de la mañana de ayer pero horas más tarde los bombardeos aéreos y los disparos de artillería se reanudaban sembrando el pánico en el reducto rebelde. La gente, aterrada, corría en todas direcciones buscando refugio, informa Karam al Masri, el corresponsal de la AFP en la zona asediada. Los combates se reanudaron y el intercambio de fuego dejó diez muertos en zona rebelde y al menos otro siete en el área bajo control gubernamental.

El único contacto de los civiles atrapados es a través de Internet. En sus mensajes imploran, una vez más, al mundo que actué. «Salvarnos gente, mundo, alguien que tenga un poco de humanidad», clama un médico. «El alto el fuego terminó. Todo el mundo será ejecutado cuando las fuerzas de Al Asad y sus granujas capturen nuestra zona», tuiteó Ismail Abdulá, un voluntario de los cascos blancos.

Según los datos de la ONU y de varias oenegés, entre 50.000 y 100.000 civiles están atrapados en los 5 kilómetros cuadrados aún controlados por los insurgentes. Al miedo a las bombas, se une el hambre y las bajas temperaturas. Los dátiles es los único se han llevado a la boca desde hace varios días. El enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, cifró los combatientes en unos 1.500, de los cuales un 30 % pertenecen a Al Nusra.

Torres Eiffel se apaga

La Torre Eiffel apagó anoche sus luces para solidarizarse con los civiles de Alepo. El presidente François Hollande se unió a EE.UU. al reclamar el despliegue de observadores para evitar las masacres. París reprocha a Damasco y «sus apoyos», en alusión a Rusia e Irán, que mientras se «concentraban en la represión en Alepo», el Estado Islámico ha aprovechado para reconquistar Palmira. Bachar al Asad contraatacó en la televisión rusa y señaló que los yihadistas llegaron a Palmira con el apoyo de EE.UU. o al menos con su connivencia. Descartó cualquier clemencia con los vencidos y dejó en manos de Donald Trump el desenlace del conflicto, tras considerarlo su «aliado natural» si cumple lo que prometió en campaña.

El general Yahya Safavi, asesor del ayatolá Jameneí, saludó la «liberación» de Alepo y proclamó que Irán es ya «la primera potencia en Oriente Medio». Turquía, Irán y Rusia quieren comenzar a dibujar la futura Siria el 27 de diciembre en Moscú, ahora que Al Asad controla las cinco mayores ciudades del país. Algo que no habría logrado sin sus aliados.

«Nos usaban como escudos humanos»

El termómetro baja de los cero grados en la antigua planta de algodón de Jbrin, muy cerca del aeropuerto internacional situado al norte de Alepo. Aquí llegan cada día miles de personas que escapan de los bombardeos y combates en los barrios orientales de la ciudad, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. El pacto alcanzado por Rusia y los rebeldes la noche del martes para la evacuación total de los barrios opositores ni le suena a esta gente que necesita abrigo, comida y atención médica urgente.

«Lo que necesitamos de verdad es paz y seguridad, si recuperamos esas dos cosas todos volverán a sus barrios e intentarán rehacer sus vidas», afirma Mohamed, voluntario de la oenegé For Alepo que trae ropa de abrigo y material sanitario para los desplazados. La gente hace cola para recibir mantas, leche en polvo y comida caliente que preparan cocineros militares rusos al lado de un camión con las banderas de Siria y Rusia. Junto a la cocina está el hospital de campaña enviado por Moscú.

A miles de kilómetros, países extranjeros negocian el presente y el futuro de gente como Lamia Yayuah. Escapó el domingo de Bustan al Qasr, donde vivía desde el 2012 bajo el control de la oposición. Se tapa con dos mantas grises entregadas por la ONU y asoma la cabeza para dar caladas a su cigarro. «Salimos por los bombardeos, pero cuando nos disponíamos a cruzar al otro lado los grupos armados nos empezaron a disparar, tardamos cuatro horas en poder hacer el camino y de verdad que volveremos en cuanto sea posible, aquí no se puede estar mucho tiempo», confiesa esta madre de cuatro hijos, sentada a la intemperie.

«Allí estaba mi casa»

Muy cerca, Yamal hace gestos al periodista para enseñarle lo que tiene en una bolsa de plástico negra. «Este es el pan que nos daba el Frente al Nusra, que no es ni pan. Soñábamos con frutas y verduras y la comida de los rusos me parece ahora la mejor que he probado en mi vida. No me fui antes porque allí estaba mi casa, tengo 60 años, y sabía que en cuanto saliera me lo robarían todo», asegura, envuelto en una manta gris. Huyó el lunes, tras una de las jornadas más duras de la ofensiva, y lo hizo «por los bombardeos y porque al final nos usaban como escudos humanos».

Tirados en la antigua planta de algodón, la gente hace hogueras con lo que puede. Imposible entrar en calor. Más de 100.000 civiles han dejado sus casas en las últimas cuatro semanas.