Trump elige a la mujer del dueño del Wrestling como secretaria de Empresa

ADRIANA REY NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Trump le afeita la cabeza al marido de su nueva secretaria de Empresas en el año 2007
Trump le afeita la cabeza al marido de su nueva secretaria de Empresas en el año 2007 Bill Pugliano

Contradice con sus nombramientos lo que transmite a sus interlocutores

09 dic 2016 . Actualizado a las 12:00 h.

El presidente electo Donald Trump siempre ha sido un hombre de múltiples contradicciones políticas. Lo dejó claro antes y durante la campaña electoral y ahora, tras su victoria, lo sigue evidenciando en cada uno de sus pasos para conformar su futuro gabinete. Para desesperación de Washington y de muchos de los interlocutores que se le han acercado en este mes, Trump dice una cosa y luego hace la contraria, sin permitir adivinar qué dirección tomarán algunas de sus líneas políticas.

Los giros de las últimas horas en materia medioambiental así lo atestiguan. Y es que al mismo tiempo que ponía al frente de la Agencia de Protección Ambiental a Scott Pruitt, un escéptico del cambio climático y defensor de las petroleras, Trump se reunía con el actor y defensor de la causa climática, Leonardo DiCaprio. Horas antes, las puertas de su cuartel general se habían abierto para Al Gore, Premio Nobel de la Paz por su lucha medioambiental y con quien trató de buscar «un terreno en común».

Trump actuó exactamente igual cuando trató de tranquilizar al primer ministro nipón Shinzo Abe en Nueva York, pero horas después anunció que haría saltar por los aires la participación de Estados Unidos en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP).

Su modus operandi preferido es romper el protocolo, jugar al despiste, evitar el consenso e imponer su retórica más conservadora de la mano de sus más leales. Así es como el neoyorquino está cimentando las bases de la próxima legislatura.

Otra de las caras que el magnate ha incorporado es la de Linda McMahon, futura directora de la Administración de Pequeñas Empresas y fundadora junto a su marido, Vince McMahon, de World Wrestling Entertainment (WWE), la empresa organizadora de la lucha libre estadounidense. A McMahon siempre le gustó la política. De hecho, trató de hacer carrera como senadora, aunque sin éxito. Ha sido una de las grandes donantes del Partido Republicano y aportó a la campaña del magnate seis millones de dólares.

La batalla de los billonarios

La amistad entre ambos viene de lejos. En el 2009, Trump compró uno de los programas de la WWE y, a pesar de que no prolongó el negocio demasiado tiempo, ocupó un puesto en la galería de las superestrellas. Además, el magnate participó en uno de los espectáculos protagonizando «la batalla de los multimillonarios». Una lucha contra Vince McMahon para determinar quién de los dos tenía más dinero. La pelea dio ganador a un Trump, que acababa golpeando a McMahon y afeitándole la cabeza en medio del ring.

Diez años más tarde, el presidente electo ha cambiado aquel ring de la WWE por otro mucho más polémico: Twitter. Ahí ha protagonizado las peleas más polémicas. Su última controversia llegó ayer tras cargar contra Chuck Jones, un sindicalista de Indianápolis que representa a los trabajadores de la empresa Carrier. Jones aseguró que no se salvarán los 1.100 empleos anunciados por el presidente electo y que 500 puestos de trabajo se irán a México. «Jones ha realizado un trabajo terrible. Si la United Steelworkers 1999 que preside fuera buena, hubiera mantenido esos empleos en Indiana», contestaba Trump en la red.

Según el sindicalista, minutos más tarde de los tuits de Trump, comenzó a recibir amenazas por teléfono: «Me advirtieron que iban a por mí», reveló Jones.

En paralelo a la polémica, varios medios estadounidenses se hacían eco de la designación de Andy Puzder como secretario de Trabajo. Puzder es el consejero delegado del grupo de restaurantes de comida rápida CKE y un gran defensor de la desregulación laboral.

Piden a Obama que indulte a niños indocumentados que están en peligro de expulsión

Un grupo de 64 congresistas pidieron al presidente Barack Obama que utilice sus poderes ejecutivos para indultar a miles de dreamers (jóvenes indocumentados que entraron siendo niños al país y que ahora viven protegidos por la Acción Diferida de 2012 (DACA) que se sienten amenazados ante la inminente investidura del presidente electo Donald Trump.

Liderados por los congresistas por Illinois y California -Luis Guitiérrez, Zoe Lofgren y Lucille Royball-Allard-, entregaron a la Casa Blanca una segunda petición (la primera fue el 17 de noviembre) en la que dicen que «esta acción es crítica» ya que el perdón «proporcionaría protección y estabilidad» a miles de dreamers. Los legisladores tratan de darle una salida a la hipotética resolución de Obama y en el texto le explican que la Constitución «no limita el poder de perdón a los delitos».

Aunque Obama todavía no ha contestado a este escrito, lo cierto es que, ante otro similar, el presidente saliente explicó que los indultos se usan para las violaciones criminales de la Carta Magna, no para las civiles, como lo son las leyes de inmigración.

«Miles de dreamers están atrapados en un terrible limbo, temiendo la posibilidad de que Trump los deporte del único hogar que han conocido como suyo», defendió la líder de la minoría demócrata en la Cámara, Nancy Pelosi.

Necesidad de protección

Esta semana, el alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, se reunió con Trump para exigir protección para los dreamers, que temen una deportación masiva tras su retórica antiinmigrante. «Son algo que debemos proteger», dijo el regidor tras apoyar la permanencia del DACA. «Esos jóvenes no tienen la culpa de lo que hicieron sus padres», insistió Emanuel, nieto de inmigrantes.

Durante la campaña electoral, el presidente electo prometió que si ganaba las elecciones acabaría con todos los decretos en materia migratoria promulgados por Barack Obama. Sin embargo, el miércoles Trump pareció dejar una puerta abierta a la esperanza, asegurando eque «trabajaremos en algo para que la gente esté feliz y orgullosa».

A pesar de ello, el Consejo Estadounidense de Inmigración señala que los miles de dreamers estadounidenses se sienten escépticos y «excepcionalmente vulnerables bajo una futura presidencia de Donald Trump».