El Estado Islámico quema una planta de azufre para frenar el ataque a Mosul

laura fernández palomo JERUSALÉN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

AHMAD AL-RUBAYE | AFP

Irak rechaza de plano la intervención militar de Turquía dentro de su territorio

23 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La ofensiva sobre Mosul continúa una vez superada la infiltración del Estado Islámico (EI) en la ciudad petrolera de Kirkuk, que ayer fue finalmente controlada por las fuerzas iraquíes tras nuevos enfrentamientos con los yihadistas que dejaron un total de 50 muertos y un centenar de heridos. No obstante, el grupo terrorista volvió a contraatacar quemando una planta de azufre en Qayara, al sur de Mosul, que intoxicó a alrededor de mil personas y puso en aprietos las operaciones militares, según reconoció el Ejército iraquí. Con todo, el golpe no impidió que las fuerzas de la coalición avanzaran. Por el sur, con la entrada en Qaraqosh, y las fuerzas peshmerga a tan solo cinco kilómetros del último feudo del califato en Irak.

La ofensiva entró en su sexto día con la visita sorpresa a Bagdad del secretario de Defensa de EE.UU., Ash Carter, para presionar en favor de la participación de Turquía en la batalla. El día antes el también jefe del Pentágono cerró en Ankara un principio de acuerdo con Turquía sobre la lucha antiterrorista contra el EI y confió en el acercamiento con Irak, pero el plan fue rechazado de plano por el Gobierno de Bagdad. «Gracias, pero esto es algo que los iraquíes manejarán. Los iraquíes liberarán Mosul y el resto de los territorios», declaró tajante el primer ministro de Irak, Haider al Abadi, tras la reunión con Carter, desechando cualquier colaboración. «Nosotros no tenemos ningún problema», aseguró para añadir que, si se requiere ayuda, «se solicitará a Turquía u otros países de la región». Carter pisó Irak por tercera vez este año, dos días después de que un miembro de las fuerzas norteamericanas, que ayudan a los iraquíes, muriera en las afueras de Mosul.

Aunque según oficiales estadounidenses los yihadistas habrían incendiado la planta de azufre a principios de la semana pasada, fue ayer cuando una gran nube de humo se adueñó del cielo y obligó a los soldados posicionados en las bases cercanas a utilizar máscaras. El alcalde de la comarca de Qayara, Saleh al Yaburi, confirmó que la emisión de «gases venenosos» afectó por «asfixia a los habitantes de las zonas cercanas». Según la agencia Reuters, que cita fuentes hospitalarias, los intoxicados habrían llegado al millar.

Mientras, las fuerzas kurdas peshmerga, activas en el frente norte y este, se posicionaron a tan solo cinco kilómetros de Mosul, según el ministro de Interior del Kurdistán autónomo iraquí, Karim Sinjari. A pesar del optimismo con el que se desarrolla la operación, Sinjari reconoce que todavía queda mucha batalla por delante. «Los yihadistas se han hecho fuertes sobre todo en la parte vieja de la ciudad, donde las calles son muy estrechas. Por esas calles no pasan vehículos y menos tanques. Será una lucha muy dura, cuerpo a cuerpo», anticipó.

Por su parte, los efectivos iraquíes entraron en el centro de Qaraqosh, la mayor villa de esta región cristiana, cuyas localidades han sido en su mayoría reconquistadas. La recuperación de Qaraqosh, a 20 kilómetros al sureste de Mosul, sitúa la ofensiva a las puertas de Mosul. Desde el inicio de la operación el pasado lunes, un total de 50 villas han sido arrebatadas a los yihadistas.

«Ningún civil ni herido ha sido evacuado» en Alepo

«Ningún civil ni herido ha sido evacuado hasta el momento ni ha llegado nada de ayuda humanitaria», confirma descreído desde el este rebelde de Alepo el portavoz del grupo de rescate Defensa Civil Siria, Ibrahim Al Hajj, que tampoco tiene claro cuándo se reactivará la ofensiva militar que Rusia y el Gobierno de Damasco suspendieron unilateralmente el pasado jueves. Al menos, han parado los bombardeos.

Las pausas humanitarias no satisfacen a la población del este de Alepo, asediado desde el pasado mes de julio, que sigue sin recibir abastecimiento médico y productos básicos y les sitúa en el mismo futuro incierto que anteriores treguas, tras las que se incrementó la ola de violencia. Como ocurrió el pasado 20 de septiembre, cuando el cese unilateral del alto el fuego por parte del presidente, Bachar Al Asad, derivó en la mayor ofensiva sobre esta castigada población de 250.000 personas, 100.000 niños, que ya no confían en nada ni en nadie.

«Ninguna de las partes ha dado garantías para llevar a cabo una evacuación segura», explica a La Voz desde el oeste de la ciudad controlada por Damasco, Ingy Sedky, portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja, que ha desplazado hasta allí un equipo para realizar la evacuación en coordinación con la Media Luna Siria. Pero no han podido. Según Sedky, no han obtenido el compromiso de las partes para evacuar a los 200 casos de más urgencia aunque confía en que en los dos próximos días se prolongue la tregua, como se está negociando, y puedan asistir a los civiles.

El alto el fuego unilateral aprobado por períodos de 24 horas, que previsiblemente se mantendrá hasta el lunes, no responde al cese de hostilidades permanente acordado por Rusia y Estados Unidos, que volvió a saltar por los aires en septiembre. La iniciativa política está de nuevo enterrada y ni tan siquiera son capaces de garantizar los mínimos humanitarios. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha denunciado por enésima vez que se están cometiendo crímenes de guerra.

Pese a la relativa calma, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con base en Londres, habló de enfrentamientos entre facciones islamistas y rebeldes y militantes iraníes, aliados progubernamentales. Además, denunció que los rebeldes no están dejando salir a los civiles.