Colombia, Timochenko pasa a la reserva, Santos a la historia ¿cuándo volverá Juan Valdez?

JULIO Á. FARIÑAS A CORUÑA

INTERNACIONAL

Celebraciones en Bogotá por la firma del acuerdo final que cierra las negociaciones de paz desarrolladas en La Habana durante los últimos cuatro años entre el Gobierno de Colombia y las FARC
Celebraciones en Bogotá por la firma del acuerdo final que cierra las negociaciones de paz desarrolladas en La Habana durante los últimos cuatro años entre el Gobierno de Colombia y las FARC Mauricio Dueñas Castañeda | Efe

Mañana será otra fecha para la historia de Colombia. Después de cuatro años de complejas negociaciones, se pone punto final a más de medio siglo de guerra civil

28 ago 2016 . Actualizado a las 12:16 h.

Mañana, 29 de agosto de 2016, será otra fecha para la historia de Colombia. Después de cuatro años de complejas negociaciones entre representantes del Gobierno Santos y las FARC, ese día cesarán definitivamente las hostilidades de forma bilateral, poniendo así punto final a más de medio siglo de guerra civil.

Una guerra que tiene sus orígenes en las abismales desigualdades sociales que han marcado la historia del país desde los tiempos de la descolonización española y que deja el escalofriante saldo de más de 220.000 muertos, 45.000 desaparecidos y millones de refugiados a desplazados.

El otro conflicto

Para los colombianos ha llovido sobre mojado porque, aunque ya casi nadie lo menta, acababan de salir de otro igual de sangriento o más: la guerra que enfrentó a liberales y conservadores entre los años 1946 y 1958, que tuvo su punto álgido en 1948 con el asesinato del liberal Jorge Eliécer Gaitán que desencadenó el Bogotazo y cuyo saldo final de víctimas mortales ronda las 300.000.

La mayoría de esas víctimas estaban afincadas en las regiones cafeteras, porque la razón última de aquel conflicto, aparentemente político, según algunos analistas, estaba en el control del café, entonces el producto más rentable de Colombia, que era uno de los principales medios de vida de un amplio sectordel campesinado.

Entre los años 1960 y 1983, Juan Vadez fue el colombiano más famoso del mundo. Aquellos spots televisivos de sus paseos por el cafetal, a lomos de su mula, mostrando las excelencias de los aromáticos granos, lo hicieron más popular que al mismísimo García Márquez.

Los efectos del ciclón

Desde que Juan Valdés dejó de aparecer en la pequeña pantalla las cosas han cambiado bastante en una Colombia a la que, a mediados de la década de los sesenta, llegaron los efectos del ciclón castrista- guevarista. Con el amparo del gobierno cubano surgieron varios grupos revolucionarios que encontraron un excelente caldo de cultivo en un país en el que según datos del historiador colombiano Marco Palacios, 2.300 familias acaparaban 40 millones de hectáreas de suelo agrícola -más de 2.000 per cápita- y 2,5 millones de pequeños propietarios se tenían que conformar las 4,5 millones hectáreas restantes, menos de cinco por propietario. Un país en el que 33 de los 40 millones de colombianos vivían en la pobreza.

Con el sano propósito de combatir estas y otras sangrantes desigualdades sociales que imperaban en Colombia desde la época de la descolonización y que cada vez han ido a más, en el año 1965 nacieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), dirigidas por su fundador Manuel Marulanda Pérez, Tirofijo, que en sus mejores momentos fueron un auténtico ejército de más de 20.000 hombres muy bien armados y equipados, gracias a su participación directa o indirecta en los grandes negocios ilícitos del país: narcotráfico, minería ilegal y secuestros, entre otros.

La minoría opulenta respondió con la creación de grupos paramilitares, íntimamente ligados al ejército regular, que pretendían justificarse como grupos de autodefensa frente a los atropellos de la guerrilla, pero que, en realidad, funcionaron como escuadrones de la muerte y como ejércitos privados de los carteles de la droga.

En las últimas décadas, al mismo ritmo que las desigualdades sociales crecieron las plantaciones de hoja de coca y, para la comercialización del preciado oro blanco que de ella se extrae, se montaron unas poderosísimas estructuras delictivas que llegaron a su apogeo a finales de la década de los ochenta. Los Ochoa y los Pablo Escobar y demás le arrebataron el protagonismo mediático a Juan Valdés.

Cuando la desaparición de estos siniestros personajes, el problema no sólo no se resolvió, sino que fue a más porque los carteles históricos, en realidad, no desaparecieron, sino que se fragmentaron.

En las últimas décadas cada vez resulta más difícil, por no decir imposible, apreciar diferencias sustanciales entre narcos, guerrilleros y paramilitares, porque la cocaína se ha convertido, en palabras de Roberto Saviano, en «el combustible que mueve el mundo» y; consiguientemente, en el negocio ilegal más rentable.

Y llegó Uribe

La llegada a la presidencia de Colombia de Álvaro Uribe en el año 2002 supuso un cambio cualitativo de vital importancia en la forma de afrontar el Estado la lucha contra el narcotráfico. Su Política de Seguridad Democrática, inspirada por el gobierno norteamericano y financiada a través famoso Plan Colombia, con inversiones multimillonarias, no solo no ha contribuido a resolver el problema, sino que lo complicado aún más, según expertos independientes. Lo que sí logró fue evitar que el país se convirtiese en un narcoestado.

También supuso un cambio radical en su política con relación a los grupos armados de distinto signo y logró la desmovilización de los paramilitares agrupados en las Autodefensas colombianas (AUC). Ello a cambio de una impunidad casi total, lo provocó unas tensas relaciones con el poder judicial, especialmente en su segundo mandato, pero fracasó en sus intentos de firmar la paz con las guerrillas del ELN y las FARC.

Las mejoras en materia de seguridad interna fueron evidentes, al igual que las de la economía del país que duplicó sus ingresos por exportaciones legales y no tardó en convertirse en un destino turístico de primer orden. Ese le valió la reelección consiguiendo el mayor número de votos en la historia electoral del país.

Uno de los principales ejecutores de la política de seguridad democrática fue su ministro de Defensa, José Manuel Santos que le sucedió en la presidencia en el año 2010. Paradógicamente desde entonces las relaciones entre el presidente Santos y el Sanador Uribe han ido de mal en peor y este, no solo es el principal critico del acuerdo alcanzado en la Habana entre el Gobierno y las FARC,sino que ya está en campaña contra el plebiscito que sobre el mismo se celebrará el próximo dos de octubre.

El previsible triunfo del sí

Si triunfa el sí, algo más que previsible, a pesar de que el acuerdo tiene muchos puntos discutibles, el enigmático Timochenko, hasta líder máximo de las FARC, pasará a la reserva activa, cambiará las balas de plomo por las de la dialéctica en el puesto que el acuerdo le reserva en el futuro parlamento colombiano a los líderes guerrilleros. El pragmático presidente Santos se asegurará la reelección, un puesto en la historia del país e incluso logrará cerrar un acuerdo similar con otros tres grupos armados que siguen en activo. Que otro Juan Valdez salga en las pequeñas pantallas  publicitando las excelencias de los productos legales que produce el país, aun tendrá que esperar, porque el conflicto armado mas antiguo del hemisferio occidental no se va a acaba  mañana. Ese día es solo el principio de se su final.