Una iglesia marcada por el terror

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

27 jul 2016 . Actualizado a las 08:32 h.

En abril del año pasado, Sid Ahmed Ghlam, un estudiante argelino afincado en París, llamó a una ambulancia porque se había disparado accidentalmente en una pierna. Como es lógico, la policía se interesó por el caso. Encontró en su coche un auténtico arsenal que incluía varios fusiles de asalto. Poco después, su ADN le relacionó con el asesinato de una mujer que había aparecido muerta dentro de un coche calcinado. Desde entonces Ghlam está en prisión acusado de asesinato y vínculos con una organización terrorista. Pero la policía encontró algo más cuando registró su casa, un documento que ahora adquiere una relevancia retrospectiva. Se trataba de una lista de centros de culto católico marcados como objetivos terroristas. Entre ellos estaba la iglesia normanda de Saint-Étienne-du-Rouvray en la que ayer un comando islamista degolló a un sacerdote e hirió gravemente a otra persona.

No se entiende muy bien qué hacía este templo de provincias en una lista de objetivos terroristas. Menos aún se entiende por qué no recibió algún tipo de protección. Pero lo que resulta todavía más llamativo es que a uno de los atacantes se le ha descrito como un vecino de la zona que había estado en la cárcel hasta marzo pasado por haber intentado viajar como voluntario a Siria. Parece razonable pensar que esta coincidencia entre el lugar de residencia de un sospechoso de yihadismo y la iglesia que aparecía en una lista de objetivos terroristas tendría que haber hecho atar cabos a las autoridades. Sobre todo, cuando ese sospechoso figuraba en la lista «S», donde están registrados los elementos considerados más peligrosos. Sin embargo, el juez lo dejó libre con la obligación de no salir de su casa más que entre las 8:30 y las 11:30. Cumplió: su crimen lo cometió a las 10.

Antes o después sabremos si se trata de un caso de grave negligencia o de una constatación de los límites lógicos de la justicia en un país democrático; porque el hecho es que no es tan fácil convertir en condenas firmes las sospechas, por muy fundadas que estén. De momento, volvemos a encontrarnos con otra demostración deprimente de lo fácil que resulta llevar a cabo un ataque terrorista de gran impacto. En este caso no ha sido necesaria ni una gran cantidad de muertos como en Niza ni un espacio muy visible como en los ataques de París. A los asesinos les ha bastado con elegir un lugar sagrado para muchos franceses, un templo católico de los que en el país hay más de 40.000, elevar el grado de sadismo al degollar a un anciano pacífico (iba a pronunciar un sermón sobre la misericordia) y grabar su crimen con un teléfono móvil para propagarlo por las redes. Un simple cuchillo se revela igual de eficaz en sembrar el terror que un explosivo o un fusil de asalto.