El sirio que atentó en Ansbach tenía en el albergue material para bombas

patricia baelo BERLÍN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Atlas TV

El Estado Islámico afirma que actuó en respuesta a los ataques que sufre en Irak y Siria

26 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras París, Bruselas y Niza, el Estado Islámico (EI) tiene a la locomotora europea en el punto de mira. El grupo terrorista se sumó ayer un nuevo tanto, al reivindicar el tercer ataque registrado en el sur de Alemania en apenas una semana. «El autor de la operación de martirio en Ansbach es uno de los soldados del EI» y actuó «en respuesta a los llamamientos a atacar a los países de la coalición que lucha contra el EI en Irak y en Siria», aseguraba la agencia Amaq, vinculada a la milicia yihadista, en un comunicado difundido a través de las redes sociales. Poco después la Fiscalía General, encargada de los actos terroristas, confirmaba esa hipótesis y asumía la investigación del caso.

También lo hizo el ministro de Interior de Baviera, Joachim Herrmann, al informar que en el teléfono móvil del suicida de Ansbach, una tranquila localidad de 40.000 habitantes situada a 40 kilómetros de Nuremberg, se halló un mensaje de vídeo en el que el agresor anunciaba en árabe un acto de venganza contra los alemanes en nombre de Alá. En dicha grabación, el refugiado sirio de 27 años que hizo detonar un artefacto explosivo el domingo por la noche durante un festival de música, acabando con su vida y dejando heridas a 15 personas, también juraba lealtad al líder del Estado Islámico, Abu Bakr al Bagdadi.

La policía bávara explicó que en la habitación del albergue en la que vivía el solicitante de asilo se han encontrado materiales para fabricar explosivos, tales como un bidón de gasolina, ácido clorhídrico, pilas, alambres y guijarros. El hombre, que disponía de hasta seis perfiles en Facebook, contaba con un ordenador con imágenes violentas relacionadas con el grupo yihadista, dos teléfonos móviles, varias tarjetas SIM y «un fajo de billetes de 50 euros». Aún queda por esclarecer si realizó alguna llamada desde su móvil antes de perpetrar el ataque con el que, por lo que parece, pretendía suicidarse llevándose a algunas personas con él.

La explosión, que lanzó piezas de metal a veinte metros de distancia, le destrozó la aorta, el pulmón y el hígado, lo que le provocó la muerte inmediata. En la autopsia se ha descubierto que el hombre, originario de Alepo, tenía «heridas de guerra» en las piernas y los pies, lo que apunta a que podría haber combatido en su país. Llegó a Alemania en agosto de 2014 y presentó una solicitud de asilo, que le fue denegada en diciembre del 2015, tras comprobarse que había recibido protección en Bulgaria, uno de los dos países europeos por los que había pasado anteriormente.

MICHAELA REHLE | REUTERS

Expulsión paralizada

Las autoridades optaron entonces por deportarle a ese país, pero la orden de expulsión se paralizó tras presentarse varios informes médicos que daban fe de la «inestabilidad psicológica» del refugiado, que ya había intentado suicidarse en dos ocasiones. El pasado 13 de julio se reabrió el proceso, tras lo cual se le comunicó que debía abandonar el país, subrayó ayer el ministro de Interior, Thomas de Maizière. La intención del atacante, que estaba fichado por la policía por haber cometido delitos con anterioridad, era detonar la bomba en el interior del recinto donde se celebraba el concierto, el que se encontraban más de 2.000 personas. Afortunadamente no le dejaron entrar porque le faltaba la entrada necesaria. Solo eso evitó lo que podría haber sido un auténtico baño de sangre.

Este episodio, unido al ataque cometido el pasado lunes en un tren de Wurzburgo por un refugiado afgano, que hirió a 5 personas con un hacha y un cuchillo, y a la masacre perpetrada el pasado viernes en Múnich por un joven germano-iraní, que mató a bocajarro a nueve personas, éste último sin trasfondo islamista, han llevado a las autoridades alemanas a reforzar los controles en todos los aeropuertos y estaciones del país.

El suicida procedía de Alepo y tenía heridas de guerra en las piernas

y en los pies

Las autoridades de Múnich dan palos de ciego en la investigación del tiroteo en el centro comercial

La capital bávara trataba ayer de recuperar la normalidad, tres días después del tiroteo que dejó nueve muertos y 35 heridos en el centro comercial Olympia, que reabrió sus puertas tras acoger una ceremonia religiosa y un minuto de silencio en memoria de las víctimas de la masacre perpetrada por el joven germano-iraní de 18 años identificado como Ali David Sonboly que se suicidó acto seguido. Mientras, las autoridades se esfuerzan por despejar incógnitas en torno al tiroteo que ha conmocionado al país y que tanto recuerda al cometido por el ultraderechista noruego Anders Breivik en julio de 2011. Aunque por el momento todo son palos de ciego.

Apenas unas horas después de haberle detenido, la policía dejó en libertad a un amigo del agresor, sospechoso de haber estado al corriente de los planes sin haberlo denunciado, por falta de pruebas. Según explicaba por la mañana en rueda de prensa el fiscal Thomas Steingraus-Koch, se trata de un chico de 16 años y nacionalidad afgana que habría conocido a Sonboly en un hospital psiquiátrico, en el que ambos recibían tratamiento.

Los jóvenes mantuvieron el contacto, ya que les unía una gran afición por los videojuegos violentos. Incluso llegaron a fantasear con organizar una matanza y se reunieron en el lugar del tiroteo poco antes de que éste se produjese.

Durante el primer interrogatorio nos quedó la sensación de que «no contaba todo lo que sabía», se defendió Steingraus-Koch. Según declaró, descubrieron la estrecha relación del chico con Sonboly a través de una conversación del WhatsApp que fue reconstruida por la policía. Precisamente ese chat permitió demostrar que el afgano era consciente de la fascinación que sentía Sonboly por Breivik y que disponía de un arma. Por la tarde, el juez instructor del caso concluyó que no hay indicios de criminalidad e insistió en que, pese a la detención, se mantiene la tesis de que el agresor actuó en solitario. 

Videojuegos

A la vista de los datos sobre la afición a los videojuegos que deja traslucir la investigación, el ministro del Interior, Thomas de Maizière, indicó ayer que le parece oportuno iniciar un amplio debate social sobre este tipo de entretenimiento. La policía bávara tiene la impresión de que el asesino se movió como un personaje de videojuego violento.

La ola de ataques reabre el debate sobre los refugiados

«No descarto que guarde relación con el yihadismo, ni tampoco que el motivo fuese el trastorno psiquiátrico que sufría el atacante. También pudo haber sido una combinación de ambas cosas». Con estas palabras cautelosas se refería el ministro alemán de Interior, Thomas de Maiziére, al ataque suicida de Ansbach. Exactamente a la misma hora comparecía el titular de Interior del Estado federado de Baviera, Joachim Herrmann, que ya hablaba abiertamente de atentado terrorista.

Quizás esta nueva diferencia de opinión entre las autoridades federales y regionales sea fruto de la mala planificación. Pero muchos apuntan más bien a que el verdadero motivo es la fisura que ha abierto entre ambas la política de asilo de la canciller. A nadie sorprende que el Gobierno conservador de Baviera, el Land que acogió a la mayor parte de los 1,1 millones de refugiados que llegaron al país en 2015 y que no ha dejado de ejercer presión para que Angela Merkel ponga un límite, se empeñe en criminalizar a los inmigrantes. Herrmann, por cierto, es uno de los más críticos más acervos de la política de puertas abiertas a los refugiados impuesta por Berlín.

Entretanto, el Gobierno central insiste en el peligro que supone generalizar. «La mayoría de los terroristas que en los últimos meses cometieron un ataque en Europa no eran refugiados», declaró la viceportavoz del Ejecutivo, Ulrike Demmer. Sus palabras llegaban apenas una hora después de que la Oficina de lo Criminal (BKA) anunciara que investiga a 60 solicitantes de asilo sospechosos de tener vínculos con organizaciones terroristas, incluyendo Estado Islámico.

«Tomando en consideración la ola migratoria registrada en Alemania, tenemos que asumir que hay adeptos, simpatizantes o miembros activos o antiguos de organizaciones terroristas y también islamistas entre los refugiados», apuntó la BKA, al tiempo que reveló que la cifra de personas potencialmente peligrosas, que se encuentran bajo vigilancia de la autoridades, supera las 500.