¿Autogolpe a plena luz del día?

INTERNACIONAL

BULENT KILIC | afp
BULENT KILIC | afp

Los seguidores de Gülen llevan años denunciando la corrupción y el autoritarismo de Erdogan y es posible que este, simplemente, quiera sacar partido de la situación para acabar con ellos

17 jul 2016 . Actualizado a las 12:18 h.

Todos los golpes que ha dado el ejército turco en su historia reciente han sido de tendencia nacionalista, lo que en Turquía se denomina kemalismo. En este caso, sin embargo, el Gobierno señala al llamado Movimiento Gülen, una facción islamista rival del AKP de Erdogan dirigida por el clérigo Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos. Pero es una acusación poco verosímil. Aunque el Movimiento Gülen tiene una fuerte implantación en algunos sectores de la sociedad, como la prensa y quizás la policía y la judicatura, es difícil imaginar que se haya infiltrado en el Ejército hasta el punto de poder llevar a cabo la asonada. De momento, los nombres de militares implicados que se han filtrado en la prensa turca más bien abonan la tesis de un golpe nacionalista, y el manifiesto que divulgaron los golpistas repite frases enteras de un famoso discurso de Mustafá Kemal Atatürk.

Entonces, ¿por qué Erdogan apunta tan claramente a Gülen como responsable?

Los seguidores de Gülen llevan años denunciando la corrupción y el autoritarismo de Erdogan y es posible que este, simplemente, quiera sacar partido de la situación para acabar con ellos. El Movimiento Gülen es bastante secretista, prácticamente una secta, lo que hace creíble cualquier insinuación de complot. Hay quien piensa, incluido el propio Gülen, que el golpe habría sido una estratagema orquestada por Erdogan para afianzarse en el poder, pero no hay nada que avale esta teoría de la conspiración.

¿Qué buscaban los golpistas?

Si es un golpe nacionalista, no requiere de mayor explicación. Los militares, para los que el laicismo es un pilar esencial del Estado turco, nunca han visto con buenos ojos el Gobierno de un partido islamista como el AKP de Erdogan. Pero, al margen de esto, muchos turcos, no solo los nacionalistas, han empezado a ver últimamente al Gobierno del AKP como corrupto y autoritario y al propio Erdogan como un megalómano peligroso. Algunos piensan que el terrorismo que sacude el país es el resultado de su apoyo a los yihadistas sirios, sus coqueteos con el Estado Islámico y su decisión de reanudar las hostilidades con los independentistas kurdos. Turquía está dividida entre quienes aman a Erdogan y quienes consideran que conduce al país al desastre.

¿Por qué ha fracasado la intentona?

El golpe arrancó con fuerza en sus primeras horas, cuando los golpistas consiguieron controlar el centro de Estambul, la televisión pública y el aeropuerto. Pero se trataba de destacamentos pequeños que no lograron que se les sumase una parte sustancial del Ejército. Ningún mando militar salió a hacerse cargo de la situación y los golpistas no fueron capaces de neutralizar a Erdogan, que pudo recuperar la iniciativa primero hablando en televisión y luego en persona en Estambul. Para entonces, si había oficiales y jefes militares meditando si sumarse a la insurrección, esto debió de bastar para desanimarles.

¿Cómo ha reaccionado la población?

Los partidarios del AKP se lanzaron a las calles para intentar parar el golpe de Estado, pero lo más llamativo ha sido la reacción de los partidos de la oposición, que casi desde el primer momento prefirieron denunciar la intentona golpista. Así lo hicieron los laicos de izquierda del Partido Republicano Popular (CHP, por sus siglas en turco), los kemalistas de derecha del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) e incluso el prokurdo Partido Democrático Popular (HDP). Esto es una importante señal de madurez democrática por parte de la sociedad turca, quizás el único aspecto positivo de este drama.

¿Y la comunidad internacional? ¿Cómo ha reaccionado?

Con sorprendente frialdad. Ayer por la mañana todo eran sonoras condenas del golpe y muestras de apoyo al Gobierno turco democráticamente elegido. Pero un observador atento habrá notado que el tono era mucho menos tajante en las primeras horas del golpe, cuando parecía que este podía triunfar. Cuando, después de un largo silencio, Washington y Moscú comentaron la situación, utilizaron un lenguaje inconcreto, haciendo votos por que se recuperase la estabilidad y se evitase el derramamiento de sangre. En el código de la diplomacia esto significa que las potencias estaban dispuestas a ver caer a Erdogan y que no hubiesen tenido problema en trabajar con quien le sustituyese.

El detalle no le habrá pasado desapercibido al propio Erdogan, de quien cabe esperar ahora una actitud todavía más desconfiada hacia Occidente, si no abiertamente hostil. De momento, ya ha dado orden de paralizar los vuelos en la base que la OTAN tiene en Incirlik. Es desde esta base turca desde donde Estados Unidos y sus aliados lanzan ataques contra el Estado Islámico. Habrá que ver si se trata de un pequeño castigo o la cosa va a más.

Lo ocurrido ¿debilita o refuerza a Erdogan?

Sin duda, le refuerza. De momento, no ha perdido un minuto en iniciar una espectacular purga. Miles de soldados y oficiales han sido detenidos, lo mismo que más de un centenar de jueces, y cerca de tres mil más han sido cesados fulminantemente. La oleada de detenciones y ceses alcanza al Tribunal Supremo y, para cuando termine, quizás ya no se pueda hablar de separación de poderes en Turquía. Esa es la ironía: que puede que, después de ver fracasar un golpe, estemos ahora presenciando cómo se desarrolla otro a plena luz del día, un autogolpe del Gobierno legítimo que quizás ya no sea tan legítimo una vez haya completado su limpieza. Ese es ahora el único peligro para Erdogan: que se le vaya la mano y provoque una reacción en contra.