El Egipto de Al Sisi, en el punto de mira

Laura Fernández Palomo AMÁN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

AMR ABDALLAH DALSH

El yihadismo busca contrarrestar sus reveses en Irak y Siria con operaciones en el norte de África

20 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Varios meses tardó Egipto en reconocer que el Airbus ruso que se estrelló en octubre en el Sinaí con 224 pasajeros, poco después de haber despegado del balneario turístico de Sharm el Sheij, había sido un atentado. Pese a que fue reivindicado el mismo día por la facción egipcia del Estado Islámico (EI) y a que el Kremlin en noviembre ya hablaba de la hipótesis del atentado. En esta ocasión, en cambio, Egipto fue el primero en elevar las dudas. «La posibilidad de un ataque terrorista es mayor que la de un fallo técnico», declaró el ministro de Aviación, Sharif Fathi, a las pocas horas del siniestro. El intento de gestionar bien la crisis, el talón de Aquiles del Ejecutivo de Abdel Fatah al Sisi hace siete meses, no logra sin embargo mantener sin tacha la imagen de Estado imperturbable y faraónico. Egipto está en el punto de mira.

El Estado Islámico no ha enviado ningún ejército de hombres de negro, ni ha implantado el califato en una parte del territorio de ese país. No ha sido necesario. Un grupo radical salafista Wilayat Sinaí se anexionó al EI en noviembre del 2014. El Gobierno apenas mantiene el control sobre la área desértica de la península del Sinaí. Los yihadistas atentan con sorprendente capacidad contra las instalaciones militares e, intermitentemente, siembran el pánico en la capital. Esta filial recibía este mes el aliento de los cabecillas del califato a través de una intensa campaña mediática.

Los vídeos del aparato informativo del grupo terrorista apuntan a un cambio de estrategia cuando están perdiendo territorio en Irak y Siria. Su objetivo ahora es reclutar nuevos miembros e intensificar sus operaciones en el norte de África. Y el Sinaí, por su situación estratégica fronteriza con Gaza e Israel, es prioritario. Es «la puerta de entrada a Palestina» hacia «la liberación de Jerusalén», ciudad santa para su pretendido califato.

Además del atentado contra el avión ruso, el EI se responsabilizó de la decapitación de un croata secuestrado en El Cairo en agosto del 2015. En noviembre, tres terroristas fueron interceptados cuando intentaban atentar contra un hotel del Sinaí. En el tiroteo murió un juez, un civil y cuatro policías. Uno de sus últimos ataques tuvo como objetivo el autobús de un grupo de turistas israelíes cerca de las pirámides de Giza.

El EI está consiguiendo sumergir al país en el caos, aprovechando la debilidad política de Al Sisi que apuesta por la seguridad en detrimento de los derechos civiles para imponer su liderazgo. Una lucha del terror que carga contra toda oposición política, incluida la laica, mientras Abu Bakr al Bagdadi arrastra a los militantes del Sinaí en sus nuevos propósitos.

Otro golpe terrible para el sector turístico

Una revolución, una agitada transición, un golpe de Estado y, en el último año, los embates del terrorismo. El turismo en Egipto no levanta cabeza y la desaparición ayer del avión procedente de París termina por noquear a una industrial vital para el país del Nilo que llegó a ser uno de los principales destinos mundiales. Esta misma semana, la aerolínea EgyptAir intentaba atraer a los turistas con ofertas de billetes con una rebaja del 50 % hasta agosto. Pero las previsiones para el período vacacional se han derrumbado.

Tras una breve recuperación en el 2014, el atentado del Estado Islámico (EI) contra el avión ruso el pasado octubre ahuyentó de nuevo a los turistas. En marzo, llovió sobre mojado. Una aeronave que volaba de El Cairo a Alejandría fue secuestrada y desviada hacia Chipre. No hubo víctimas, el autor se entregó y liberó a los pasajeros. Todo se quedó en una rocambolesca historia en la que un hombre «psicológicamente inestable» quería reunirse con su exmujer, pero los fantasmas sobre la seguridad volvieron a los aeropuertos del país.

Drástica caída

A las famosas pirámides de Giza cada vez acuden menos turistas. De los 900.000 visitantes extranjeros que llegaron en octubre se bajó drásticamente a los 500.000 de noviembre y hasta los 350.000 de principios de año. Los ingresos por turismo han caído un 60 % desde el 2015. El 12 % de los egipcios que emplea el sector se lamenta de la falta de trabajo y la precariedad laboral. La imagen de un «país no seguro» para los extranjeros se afianza y las embajadas difunden alertas sobre las precauciones de viaje que desaniman a los potenciales visitantes. Tras el atentado de octubre, el Reino Unido y Rusia suspendieron los vuelos por seguridad.

Golpear el sector turístico arrastra el progreso de la economía en Egipto, lastrada por altos niveles de paro, un déficit público en aumento y la dependencia de financiación extranjera como la de Arabia Saudí. La inestabilidad política y las denuncias de represión tampoco están ayudando a la estabilidad. El incidente aéreo de ayer ha provocado que el valor bursátil de Egipto cayera en casi cuatro mil millones de libras egipcias (cerca de 398 millones de euros).