La ultraderecha se da un festín en la UE a costa de los partidos tradicionales
INTERNACIONAL
Austria es el último país europeo que pasa factura por la gestión de la crisis económica y la de los refugiados
26 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Europa se rinde a los pies de la ultraderecha. Los ciudadanos de Austria han sido los últimos en abrazar el populismo reaccionario que recorre como un calambre la columna vertebral del Viejo Continente. El zarpazo que dio el domingo a las fuerzas centristas ha avivado un fuego que se creía extinto desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El xenófobo FPÖ se impuso con el 36.4% de los votos en la primera ronda de las presidenciales. Socialdemócratas y conservadores han caído en el olvido. Serán los verdes quienes disputen la victoria al antimusulmán Norbert Hofer.
¿Por qué ha salido victorioso el FPÖ?
Los austríacos han castigado a los partidos tradicionales por la nefasta y errante gestión que han hecho de las crisis económica, de seguridad y sobre todo, la migratoria, en un país que recibió el año pasado 90.000 solicitudes de asilo. El Gobierno, una coalición de socialdemócratas y conservadores, lleva ocho años en el poder desgastándose. Sus derrotas tendrán consecuencias. Hofer amenaza con disolverlo si accede a la presidencia. Prepara el terreno para el salto definitivo en las legislativas del 2018. Solo un cordón sanitario del resto de fuerzas políticas podrá evitarlo.
¿Es un fenómeno aislado?
En absoluto. La hermandad de partidos ultraderechistas en la UE ha descorchado la botella de champán para celebrar esta última victoria. «La gente en Europa es cada vez más consciente de que la UE es una estructura antidemocrática que subyuga al pueblo», aseguró la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. Su partido logró una victoria aplastante en las europeas del 2014. En las regionales del 2015 la oposición tuvo que organizarse para evitar su triunfo en la segunda vuelta y todo indica que Le Pen será quien dispute a Sarkozy la presidencia en las elecciones del año que viene. Los ultras del AfD alemán también consideran el triunfo del FPÖ como un «vuelco político» que dará «impulso» a la ultraderecha en otros países europeos. «Nuestros aliados austríacos han lanzado una importante señal», advirtió Andre Poggerburg, miembro de la formación presente en 6 de los 16 Länder del país y con dos eurodiputados en Bruselas. La caída de la popularidad de la canciller Angela Merkel, a raíz de la crisis de refugiados, puede impulsar al AfD en las generales del 2017. Holanda sabe lo que es ceder terreno a la ultraderecha y el euroescepticismo. A principios de abril ganaron la partida a la UE al tumbar en referendo el acuerdo de asociación con Ucrania. Los últimos sondeos triplican por tres los escaños del partido PVV, del racista Geert Wilders y hunden a socialdemócratas y liberales que pasarían de tener 79 a 30 escaños.
¿Y la situación en Centroeuropa?
Es otro polvorín. Al derechista húngaro, Viktor Orban, no le tiembla el pulso para mantener a raya a los refugiados. En países como Eslovaquia y República Checa ya no se distingue a la socialdemocracia de la extrema derecha. El ejemplo más claro lo encarna el primer ministro eslovaco, Robert Fico, un progresista reconvertido en guardián de la cristiandad para sobrevivir en las urnas. Los países nórdicos, remanso tradicional del progresismo, también se han entregado al populismo. En Dinamarca el xenófobo Partido Popular Danés consiguió el segundo puesto en las elecciones generales del 2015. En Finlandia y Noruega están en el Gobierno con la complicidad de los conservadores.
¿Cómo reacciona la UE?
Bruselas está paralizada por el miedo. Mantiene un silencio sepulcral porque ni es capaz de atajar la frustración de la ciudadanía ni puede ofrecer un proyecto europeo alternativo que ilusione. Tampoco existen figuras políticas suficientemente brillantes para recuperar la credibilidad y la confianza perdida. Los partidos tradicionales se encuentran en coma, incapaces de despertar.