EE.UU. y Cuba abren una era de respeto mutuo

Mercedes Gallego / Colpisa LA HABANA

INTERNACIONAL

JONATHAN ERNST | Reuters

Con los derechos humanos sobre la mesa, Obama y Castro prefieren destacar lo que los une

22 mar 2016 . Actualizado a las 07:56 h.

Cada paso que da Barack Obama en Cuba se escribe en la historia. Cayeron los carteles contra el imperialismo yanqui en el Malecón de La Habana y Raúl Castro participó por primera vez en una conferencia de prensa dentro de Cuba, retransmitida en directo, en la que se enfrentó a preguntas incómodas. Todo un hito en la isla y un espaldarazo para el proceso de apertura, sin que eso vaya a traer de la noche a la mañana la transformación que querrían algunos.

Castro aprovechó para poner la cara colorada a sus invitados al recordar los grandes borrones que Cuba ha superado en materias pendientes para EE.UU., como el derecho a la salud. «¿Habrá alguno más sagrado, que mueran millones de niños por falta de una simple vacuna o cualquier medicina?». O el de la educación gratuita para todos. En pro del tono de mutuo respeto y entendimiento que se han prometido en este histórico encuentro, Obama dijo estar dispuesto a aceptar de buen grado las críticas y le concedió «los enormes logros en salud y educación». Ambos prefirieron centrarse en los progresos realizados desde que se comprometieron a reanudar relaciones.

«Durante más de medio siglo la imagen de un presidente de EE.UU. en La Habana hubiera sido impensable», recordó Obama consciente de su papel en la historia, «pero este es un nuevo día entre nuestros dos países». Un amanecer en el que promete no intentar cambiar el rumbo de Cuba, aunque seguirá hablando de derechos humanos y de democracia. «Tenemos que aprender el arte de convivir de forma civilizada con nuestras diferencias», apuntó Castro. «Eso implica respetarlas y no hacer de ellas el centro, sino promover vínculos que beneficien a ambos países».

En las frases de Castro sobre el medio ambiente se intuían similitudes. «Coincidimos en que nos queda mucho camino por recorrer, pero lo importante es que hemos comenzado a dar pasos», dijo Castro. «Eso llevará tiempo». Cuánto es algo que, según Obama, «dependerá en parte de lo rápido que podamos resolver nuestras diferencias en torno a los derechos humanos», reconoció el presidente estadounidense, que hasta ahora pasó de puntillas sobre este tema. La Casa Blanca no quiere cometer los mismos errores de sus antecesores al condicionar su ayuda al pueblo cubano a cambios políticos, pero tampoco puede permitirse ignorar ese estorbo. El embargo, prometió, caerá, es cuestión de tiempo. «El futuro de Cuba lo tienen que decidir los cubanos y nadie más», añadió Obama.

Con los empresarios

Más de un centenar de hombres de negocios de Cuba y EE.UU. intercambiaron durante unas cuatro horas ideas sobre la forma de mejorar el comercio mutuo. Más tarde llegó Obama, que se declaró consciente de la necesidad de ayudar a los emprendedores.

En el cruce de experiencias se pudo oír a autoridades estadounidenses y cubanas subrayar sus respectivos puntos fuertes, sus carencias y sobre todo las posibilidades de futuro, como la necesidad de la apertura de un mercado mayorista.

La familia del presidente recorre La Habana bajo la lluvia y cena en un típico «paladar»

Barack Obama y su familia pasaron las últimas horas de su primera jornada en Cuba dando un paseo por la Habana Vieja y cenando en familia en un paladar. Aunque no llovía con tanta intensidad en la capital de la isla desde hacía semanas, muchos de sus habitantes se congregaron en las calles del recorrido por el casco histórico para dar la bienvenida al presidente de EE.UU.

El mal tiempo tuvo la culpa de que el encuentro de Obama con el personal diplomático no se celebrara en la Embajada al aire libre, como estaba previsto, sino en el hotel Meliá Habana.

Con lo que no pudo la lluvia fue con el plan de visitar la Habana Vieja. Obama y familia, recorrieron el barrio antiguo paraguas en mano y acompañados del historiador oficial de la ciudad, Eusebio Leal, principal artífice de su restauración.

En la plaza de la Catedral fueron recibidos por el cardenal Ortega, para después acudir al popular barrio de Centro Habana a degustar una cena en uno de los pequeños negocios de iniciativa privada que empiezan a florecer en los últimos años, el paladar (un restaurante montado en una casa particular) San Cristóbal, uno de los más afamados.

Ya al día siguiente, Obama cumplió con la ofrenda floral protocolaria ante el monumento al héroe nacional José Martí. Ondeó la bandera y se escuchó el himno de Estados Unidos. Pero el presidente estadounidense no dudó en saltarse el protocolo para tomarse una foto con la silueta del Che en la plaza de la Revolución, donde otros miembros de su gobierno sacaron los teléfonos para llevarse el selfie de la historia.