La UE recela de la intervención de la OTAN en la crisis de los refugiados

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

HANDOUT | Reuters

La Comisión no admite el fracaso e insiste en montar una guardia de fronteras común

11 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La crisis migratoria en el Mediterráneo oriental ha puesto patas arriba a la Unión Europea. No cabe la menor duda. La situación es ingobernable. A pesar de los tímidos avances, ni Grecia controla sus fronteras ni sus socios colaboran en la reubicación de refugiados. Y solo quedan poco más de dos meses del plazo que se dieron los 28 países de la UE para poner orden en las fronteras antes de tener que suspender la libre circulación en el espacio Schengen.

Berlín ya no confía en soluciones europeas y se plantó de la mano de Ankara ante la OTAN para pedirle que intervenga, una decisión que no despierta especial simpatía en Bruselas. El comisario de Migración, Dimitris Avramopoulos, puso el miércoles en duda la posibilidad de que la organización tome partido en la crisis migratoria, incluso si su intervención se ciñe a luchar contra las mafias de personas en las aguas entre Grecia y Turquía: «La OTAN define su papel en base a elementos de amenaza. ¿Hay alguna amenaza? ¡Hablamos de seres humanos! Grecia e Italia ya tienen sistemas de defensa espectaculares. El papel de Frontex es otra cosa. De lo que hablamos aquí es de soluciones europeas», exclamó. 

Mientras la OTAN articula una respuesta a Alemania y Turquía, la Comisión Europea intenta reflotar su plan para gestionar la crisis migratoria. El equipo de Juncker se resiste a asumir la derrota y dar por muerta su estrategia de acción conjunta. Una tarea titánica teniendo en cuenta que hace aguas por todos sus flancos.

Avramopoulos insiste en seguir adelante con la propuesta de crear una guardia europea de fronteras. El miércoles hizo una llamada a los países para que no torpedeen la iniciativa: «Esperamos que no se vea bloqueada por obstáculos burocráticos o por sensibilidades nacionales». Grecia, la principal afectada por el despliegue en sus aguas de fuerzas extranjeras, rechaza cualquier opción. Para evitar más presiones, el país ha acelerado los trabajos de puesta a punto de sus «hotspots», centros de identificación y registro. Aunque Bruselas reconoció en un informe que «ha habido avances», por el momento solo funciona uno de los cinco previstos. La toma de huellas dactilares ya se aplica al 78% de los migrantes frente al 8% del pasado mes de septiembre. 

A pesar de los esfuerzos de Atenas por cumplir, el resto de socios europeos le preparan una lista de deberes. Y eso que pocos de ellos colaboran. El miércoles se se llevaron una reprimenda de Bruselas por bloquear el reparto de refugiados que esperan en Grecia e Italia a ser reubicados. De 160.000 solo han sido redistribuidas 497 personas. La Comisión no se atreve a presionar a los Gobiernos desleales del mismo modo que hace con Atenas. Mucho menos sancionarlos. Tan solo alcanza a dar pasos dentro de los procedimientos de infracción que mantiene abiertos contra siete países por no cumplir con las normas del sistema europeo común de asilo. En esta línea, Bruselas anunció que Alemania, Francia, Italia, Grecia, Estonia, Eslovenia, Estonia y Letonia tienen solo dos meses para ponerse al día, de lo contrario, podrá llevarlos ante la Justicia europea.

La Alianza saca músculo en el este de Europa para disuadir las apetencias rusas

Mantener a raya a Rusia. Ese es el objetivo que se ha marcado la Alianza Atlántica. Hace más de dos décadas que cayó el telón de acero pero la línea imaginaria que separaba las dos Europas vuelve a estar en pie. La desconfianza entre los socios de la UE y Moscú sigue aumentando y no hace otra cosa que añadir más incertidumbre y nerviosismo en el flanco este que separa a ambos bloques. 

Las maniobras del presidente ruso, Vladimir Putin, en los últimos años (la anexión de Crimea, la invasión del este de Ucrania, su participación abierta en el conflicto sirio y la violación continuada del espacio aéreo de países de la OTAN) han disparado las alarmas. Los ministros de Defensa del pacto acordaron el miércoles en Bruselas sacar más músculo en los países de la región como medida «disuasoria», tras años de políticas de defensa laxas. Se desplegarán más soldados, más equipos de guerra y se multiplicarán los ejercicios conjuntos tanto en los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) como en Polonia. 

El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, advirtió a Moscú de que la OTAN responderá a cualquier eventual ataque a un aliado «como una sola». El ministro británico de Defensa, Michael Fallon, fue más contundente al pedir a los socios que inviertan más: «Es necesario desplegar más tropas y barcos para disuadir agresiones como las que hemos visto en los últimos tiempos», indicó. Su homólogo español, Pedro Morenés, justificó la medida asegurando que «el mundo es más inestable». 

La inquietud es máxima. Las relaciones con el vecino ruso se tensan y Moscú añade más presión al culpar a la OTAN de «desestabilizar» la zona y de no cumplir con el pacto que impide desplegar tropas en la región de forma «permanente».

España fuerza un debate en el Consejo de Seguridad sobre desplazados sirios

España y Nueva Zelanda solicitaron que el Consejo de Seguridad de la ONU aborde con urgencia la situación de los miles de civiles que han huido del recrudecimiento de los combates en Alepo y otras ciudades del norte de Siria. Según el secretario general adjunto de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, Stephen O*Brien, más de 30.000 civiles, en su mayoría mujeres y niños, se han visto obligados a abandonar Alepo y otras ciudades ante los fuertes enfrentamientos y bombardeos. Como consecuencia, los campos de desplazados cercanos a la frontera con Turquía están colapsados y los afectados necesitan abrigo, comida y artículos de primera necesidad. España y Nueva Zelanda son desde el 1 de enero de 2015 miembros no permanentes del Consejo.