¿Quién es Sanders y por qué se ha convertido en la gran amenaza de Hillary Clinton?

La Voz AGENCIAS

INTERNACIONAL

Su agresiva política a favor de los menos favorecidos y con el acceso universal a la salud y a la educación universitaria como bandera, este demócrata está llamado a revolucionar el país

10 feb 2016 . Actualizado a las 19:07 h.

Hillary Clinton se ha vuelto a topar con la misma piedra que en las anteriores primarias. No es Obama, pero apunta a repetir la gesta de su compañero. Su nombre es Bernie Sanders, aspirante presidencial del partido Demócrata y la mayor amenaza al favoritismo de Clinton. Pero, ¿cómo es la persona que se encuentra tras el personaje llamado a revolucionar las primarias americanas?

Veterano legislador independiente, Sanders ha basado su discurso en la necesidad de llevar a cabo una revolución política en Estados Unidos. A sus 74 años, este senador se define a sí mismo como un «socialista democrático», un calificativo que ha arrastrado a grandes masas sentenciando a Clinton en los caucus de Iowa y de New Hampshire. 

Con fama de gruñón, Sanders ha hecho del sarcasmo su arma en los debates y de su postura -bastante más a la izquierda que la de sus contendientes- su factor de diferenciación. El senador de Vermont lleva toda una vida asentado en diferentes cargos públicos desde los que clama al cielo por la desigualdad económica asentada en su país. Sus dardos tienen un objetivo claro: es deleznable que la fortuna del 1 % más rico de los estadounidenses sea la misma que la del 99 % restante. Y va más allá. La desigualdad es, a su juicio, el gran asunto moral, económico y político del presente y del futuro.

Y en este aspecto, la cúpula gobernante del país tiene mucho que ver. Por ello, las reclamaciones de Sanders se dirigen directamente hacia una necesaria reforma del «corrupto sistema de financiamiento electoral», el mismo que permite a los multimillonarios gastar ilimitadamente sus recursos para impulsar a sus candidatos a la Casa Blanca. Porque, como reza el refranero, «nadie da duros a pesetas».

Todos estos ingredientes han convertido la receta de Bernie Sanders en todo un pelotazo. Miles de estadounidenses acuden a sus mítines, mientras que famosos como Susan Sarandon arrastran cientos de fans hasta su territorio. El márketing hace el resto. La marca de helados Ben and Jerry creó un sabor -menta cubierto de una capa de chocolate- en su honor. «Estamos tocando una fibra del pueblo estadounidense que comprende que las políticas del establishment simplemente no son suficientes. Necesitamos cambios audaces, necesitamos una revolución política», retaba sin miedo a los grandes poderes del país durante una asamblea en Iowa.

Si las políticas de Obama tocaron hueso, las de Bernie Sanders prometen tomar el nombre de revolución. No en vano, su campaña propone el tan imposible acceso universal a la salud, duplicar el salario mínimo, controlar Wall Street, universidades gratuitas (en un país en el que la matrícula de estos centros ronda los 30.000 euros anuales), impuestos para los ricos y centrar todos los esfuerzos en sacar a más de 27 millones de estadounidenses de la pobreza.

Su modelo se encuentra al otro lado del charco. Concretamente en Europa. Precisamente el espejo en el que se mira es el mismo en el que nos intentamos mirar aquí, en España. Hablamos de los países nórdicos. «En países alrededor del mundo, en Escandinavia y Alemania, las ideas que menciono no son tan radicales como piensan muchos aquí», aseguró él mismo.

Una infancia con dificultades económicas

Nacido en el barrio neoyorkino de Brooklyn, Sanders se crió en una familia judía de clase baja. Quizás por ello, gran parte de su discurso se basa en sus experiencias personales sobre las dificultades con las que se topó en el camino para conseguir recursos económicos. Su padre, un inmigrante polaco que perdió a toda su familia en el Holocausto, nunca pudo sacar a sus hijos del ínfimo apartamento en el que vivían. A pesar de asegurar que no es activo religiosamente, Sanders declara seguir los apostolados del papa Francisco

Sanders inició sus estudios en el Brooklyn College antes de trasladarse a la Universidad de Chicago, donde se involucró en el movimiento por los derechos civiles y llegó a participar en la marcha de Washington en la que Martin Luther King pronunció su famoso discurso Tengo un sueño en 1963.

Tras graduarse, Sanders hizo las maletas y se trasladó hasta Israel donde desempeñó tareas en un kibutz (una explotación agraria gestionada de forma colectiva). Con su experiencia volvió a empaquetar sus pertenencias para poner rumbo a su tierra natal, donde asentado en Vermont decidió ejercer como carpintero, demostrando así que no se le caen los anillos por nada. 

Años más tarde inició su carrera política. En 1981, fue elegido alcalde de Burlington, la ciudad más grande del estado, por los pelos (solo 10 votos). Pero su gestión debió de ser un éxito, porque sus vecinos le dieron su confianza hasta en tres ocasiones. Las cifras pueden dar alguna pista. Y es que durante su gobierno, la ciudad registró avances en la construcción de viviendas asequibles, impuestos progresivos, protección ambiental, cuidado infantil y derechos de las mujeres. Incluso tuvo tiempo para adornar con su voz gutural y su fuerte acento neoyorquino un disco de música folk en 1987, un esfuerzo agradecido pero no del todo admirado por músicos del género.

En 1990 fue elegido a la Cámara de Representantes como independiente de Vermont. Tras 16 años de trabajo en esa cámara, Sanders ganó la senaduría por el estado, y actualmente cumple su segundo periodo, tras ser reelegido en el 2012 con un 71 % de los votos. Su dilatada trayectoria se compara con la de su rival Hillary Clinton. Pero para sus seguidores «Bernie» es diferente, ya que su candidatura está financiada con pequeñas donaciones, y no por ricos donantes.

Los e-mails de Clinton, su gran baza

En el 2014 colaboró con el senador republicano John McCain para aprobar una ley que facilita a los veteranos de guerra obtener cuidado médico, rompiendo las trabas partidistas que han paralizado gran parte de la vida política de Washington en años recientes. En el 2015 se registró como demócrata y anunció su lanzamiento presidencial.

Se ganó admiradores al negarse a lanzar ataques personales contra Clinton por el escándalo de correos electrónicos que manchó su periodo como secretaria de Estado o por las infidelidades de su esposo. «¡Los estadounidenses ya están hartos y cansados de escuchar sobre los malditos e-mails! Basta con eso», dijo durante un debate televisado en noviembre.

Pero a medida que se acercaba la votación en Iowa asomó los cuchillos, atacando a Clinton por sus vínculos con la banca de inversión Goldman Sachs. Vive en Burlington con su segunda esposa Jane. La pareja tiene cuatro hijos y siete nietos.