Crece la paranoia de Arabia Saudí

INTERNACIONAL

La ejecución del jeque Nimr es una muestra más de la peligrosa deriva en la que se ha embarcado el país desde hace tiempo

03 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La ejecución del jeque Nimr es una muestra más de la peligrosa deriva en la que se ha embarcado Arabia Saudí desde hace tiempo. Las causas hay que buscarlas, seguramente, en la inseguridad de la familia real tras un relevo en el trono que no termina de asentarse, pero sobre todo en una lectura sectaria de la evolución política en Oriente Medio. Para Riad, el hecho de que Irak haya pasado a estar gobernado por la secta rival chií, que los chiíes traten de tomar el poder en Yemen, que los chiíes protestasen en el 2011 en el vecino Baréin o que Bachar al Asad vaya ganando su guerra civil -su familia pertenece también a una variante menor del chiismo- solo puede deberse a una conspiración orquestada por Irán, la gran potencia chií de la región.

Se trata, de una lectura simplista, incluso paranoide, de una realidad compleja. El ascenso de los chiíes en Irak viene dictado por la lógica demográfica y fue facilitado por Estados Unidos con su invasión del 2003, no por Irán. En Baréin los chiíes, la mayoría de la población, reclamaban más libertad, con en el resto de las Primaveras Árabes. Ni allí ni en Yemen se ha podido descubrir ninguna conexión iraní importante. En cuanto a Bachar al Asad, es un declarado agnóstico y no solo tiene de su parte a los chiíes y alauíes, sino también a los cristianos, drusos y kurdos del país, porque la alternativa son los yihadistas suníes fanáticos que hablan abiertamente de exterminarlos. Fanáticos que financia la propia Arabia Saudí, igual que fue Arabia Saudí la que aplastó la Primavera Árabe de Baréin y quien bombardea diariamente Yemen. Los saudíes tienen razón en que en Oriente Medio se libra una feroz guerra sectaria: la suya.

También hay chiíes en la propia Arabia Saudí, quizás un 20 % de la población, y se da la circunstancia de que viven precisamente en la región donde se encuentra casi todo el petróleo saudí. Discriminados en todos los ámbitos, desde el laboral al educativo o el político, se encuentran además en el punto de mira del Estado Islámico, que ya ha hecho explosionar suicidas en sus mezquitas. El jeque Al Nimr era uno de los líderes más respetados de esta comunidad maltratada, un hombre al que los diplomáticos norteamericanos identificaron en el 2008 como un moderado sin vínculos con Teherán. Su muerte pretende intimidar a la minoría chií del reino y a Irán. Como todo hasta ahora en esta distorsionada lógica saudí, lo más probable es que tenga el efecto contrario.