La paz pasa por Damasco

INTERNACIONAL

El fin de la guerra no hará bajar el número de refugiados a Europa

27 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Angela Merkel no es la única que ha sugerido que, para acabar con la guerra de Siria, sería necesario llegar a alguna clase de acuerdo con el régimen de Bachar al Asad. También Australia, uno de los países que participa con aviones de combate en la coalición contra el Estado Islámico, reflexionaba estos días en voz alta en el mismo sentido por boca de su ministra de Exteriores, Julie Bishop. Incluso británicos y norteamericanos, aunque sigan repitiendo el mantra de que «Asad tiene que irse», matizan ahora que esa marcha no tendría por qué ser inmediata sino el acto final de una transición. Es una idea que lleva tiempo dando vueltas por las cancillerías de Occidente, especialmente desde que el Estado Islámico emergió el año pasado como el principal grupo de oposición a Asad; pero nunca termina de cuajar, en parte por la oposición de Turquía, Arabia Saudí e Israel, y en parte por la incomodidad que supone para las democracias occidentales rectificar su relato sobre el conflicto sirio. Aceptar ahora que Asad es el mal menor y que Occidente ha estado apoyando y financiando a la yihad es una píldora demasiado amarga que tragar. Sobre todo porque no es la primera vez. Ni la segunda.

Pero es que, además, la rectificación sería especialmente dolorosa porque supondría tener que darle la razón a Vladimir Putin. A veces los cínicos descubren la verdad antes y Putin no solo defendió a Asad desde el principio sino que en estas últimas semanas ha estado reforzándole con armamento sofisticado para que pueda ganar la guerra. Washington ha protestado pero, significativamente, con sordina, y se cree que, con la excusa de dialogar sobre este despliegue, EE.UU. podría intentar un acercamiento de posturas en torno a Siria. Quizás también sea significativo que se conozca ahora el fracaso del programa norteamericano para crear una milicia afín de «rebeldes moderados» que, apenas han entrado en Siria, le han entregado parte de su material a Al Qaida. Filtrar este episodio casi cómico en este momento podría ser una forma de dejar claro ante la opinión pública que no quedan alternativas a un final pactado del conflicto.

En cualquier caso, ese final pactado no parece fácil. Rusia, a buen seguro, pediría contrapartidas que pueden ser inaceptables. Turquía hará lo que pueda por sabotear cualquier acuerdo. Israelíes y saudíes presionarán a través de sus lobbies en el Congreso para que no se permita que acabe la guerra. Una guerra, por otra parte, no termina ni siquiera cuando termina y Merkel peca de ingenua si cree que acabando con el conflicto ahora se detendría la marea de refugiados. El país está destruido y quienes lo han perdido todo seguirán buscando su futuro en otro lugar. Lo que sí es cierto es que, de continuar el conflicto, serán todavía muchos más. Los refugiados que vienen a Europa huyen en su mayor parte del régimen de Asad, pero dentro de Siria hay más del doble que han escapado de los yihadistas. Es decir: que, de caer el régimen de Damasco, habría que contar con que se pondrían en marcha, camino de Alemania, hasta siete millones de refugiados más.