Merkel señala líneas rojas a Tsipras y rechaza perdonar la deuda griega

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Condiciona hablar de un tercer rescate a que presente hoy reformas serias

07 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Berlín ha respondido al no heleno. «Teniendo en cuenta la decisión de los ciudadanos griegos, las condiciones para las negociaciones sobre un nuevo programa de ayuda no se cumplen», señaló ayer el portavoz de Merkel, Steffen Seibert. No habrá tercer rescate a Grecia, al menos hasta que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, presente una nueva propuesta de reformas. Tendrá su oportunidad en la eurocumbre que reunirá esta tarde en Bruselas a los líderes del euro. «El Gobierno federal está listo para el diálogo», indicó Seibert aunque el ministro de Economía, Sigmar Gabriel, pareció no creerlo. «Me falta fantasía para imaginar cómo pueden ser las negociaciones?, aseguró.

La canciller alemana ya ha marcado sus líneas rojas. La primera de ellas, la controvertida reestructuración de la deuda griega. «Una quita no está en nuestra agenda», anunció el portavoz del ministro de Finanzas, Martin Jäger. El  margen de maniobra de la líder germana para negociar con Grecia empieza a estrecharse: debe hacer frente a la hostilidad creciente de los sectores más conservadores de su Gobierno, que exigen no ceder un ápice ante Tsipras, aunque sobre ella pesa también la responsabilidad de salvaguardar la integridad del proyecto europeo, en estado crítico.

El escepticismo y el cansancio también alcanza a las instituciones europeas. «El resultado del no, desafortunadamente, aumenta la distancia entre Grecia y otros países de la eurozona. Se ha perdido demasiado tiempo y oportunidades», aseguró el vicepresidente de la Comisión, Valdis Dombrovskis, quien guardó un silencio sepulcral cuando se le preguntó por el futuro de Grecia en el euro.

Y es que el futuro de la eurozona pende de un hilo. Nunca el riesgo de ruptura fue tan grande. «Existe un riesgo real de que Grecia salga del euro», aseguró ayer el ministro francés de Finanzas, Michel Sapin, dispuesto a discutir sobre un posible alivio de la deuda helena. «No es una cuestión tabú», indicó. En esa línea, el presidente galo, François Hollande, intentó convencer en París a Merkel de la necesidad de tender una mano a Atenas. «La puerta está abierta para las negociaciones pero no queda mucho tiempo», anunció en rueda de prensa conjunta con su colega alemana, una comparecencia que salvaron emplazando a Grecia a presentar nuevas propuestas.

Otros países se han puesto al rebufo de Francia para solicitar más flexibilidad con Grecia. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, pidió «ir más allá de la austeridad» para encontrar en la reunión de hoy una solución a la crisis «con valores, no solo con números». Este cambio repentino de discurso es una respuesta a las duras críticas que le han hecho en su propio partido tras alinearse con Merkel. Incluso España se ha mostrado a favor de negociar un tercer rescate. Mucho menos conciliadores se muestran los tradicionales halcones de la austeridad (Finlandia y Holanda), los países Bálticos y los socios más pequeños que también sufrieron duros ajustes y hoy se encuentran en mejor situación (Eslovaquia, Croacia y Portugal, entre ellos).

En busca del respaldo de Putin

El resultado del referendo fue el asunto que trataron de forma oficial Alexis Tsipras y el presidente ruso, Vladimir Putin, durante la conversación que mantuvieron el domingo después de que Atenas anunciase la victoria del no, a petición de Atenas según explicó el Kremlin. «Hablaron del resultado, de las condiciones que exigen los acreedores para prestar ayuda a Atenas y de cuestiones relacionadas con el desarrollo futuro de la cooperación bilateral entre Rusia y Grecia». Este nuevo acercamiento del líder griego a su vecino ruso es el último de los desplantes de Tsipras a sus socios. Cada escalada de tensión en las negociaciones termina con un contacto entre Atenas y Moscú y un mayor distanciamiento con la UE.

La crisis hace perder el norte a los socialistas europeos

Nadie ha salido fortalecido de estos cinco meses de penosas negociaciones entre Grecia y la eurozona. Es evidente que la cohesión en la UE se ha erosionado, pero este desgaste también ha pasado factura a las fuerzas políticas. Quien más lo está sufriendo es la socialdemocracia europea. Alemanes y españoles no se ponen de acuerdo en qué postura adoptar con Grecia. En Berlín, el vicecanciller Sigmar Gabriel se mostró especialmente reticente estos días a sellar un tercer rescate millonario a Grecia y mucho más reacio a una quita de la deuda si no es bajo fuertes condiciones que Tsipras, por el momento, no está dispuesto a aceptar. Mucho más vehemente se mostró el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, quien lanzó en la última semana una durísima ofensiva contra Syriza, llegando a amenazar a Atenas con la salida del euro si ganaba el no.

El jefe de los socialistas en la Eurocámara, el italiano Gianni Pittella, fue mucho más conciliador que Schulz tras el referendo, reconociendo «la voluntad de los griegos». La líder de los eurodiputados socialistas españoles, Iratxe García, se mostró también más moderada y pidió que se abran «los puentes de la negociación».

La falta de armonía en el coro socialdemócrata no se justifica solo por las diferentes sensibilidades nacionales. Existen fuertes pugnas políticas dentro de los propios partidos progresistas por el coste electoral que puede reportar el alineamiento con postulados conservadores. La última disputa vino ayer de la mano de los socialistas holandeses, cuyo líder, Emile Roemer, pidió la dimisión del presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, por sus políticas «socialmente irresponsables».