El adiós de un provocador

R.P. REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

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Varufakis, hombre de excesos, amado y odiado, arrogante, seductor y siempre sorpresivo, no podía defraudar en su despedida

07 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hombre de excesos, amado y odiado, arrogante, seductor y siempre sorpresivo, no podía defraudar en su despedida. Horas después de haber logrado su único éxito político, Yanis Varufakis ofreció sacrificarse. «¡Ya no soy ministro!», anunció en su tuit y en su blog. El alemán Martin Schulz reconoció que será un alivio no verlo más por Bruselas. Su alter ego, Jeroen Dijsselbloem, se limitó a decir: «No tengo problemas con la gente». A la vez, algunos instaban al holandés a tomar el mismo camino que Varufakis.

Su verbo provocador, su chupa de cuero y su moto Yamaha le hicieron un fenómeno social, con su imagen tuneada como Terminator, Superman o Bruce Willis. Nunca dejó indiferente a nadie. Días antes del referendo, acusó a los acreedores de hacer terrorismo con Grecia, y declaró que antes que seguir como ministro si triunfaba el sí se «cortaría un brazo». Ganó el no, pero dejó caer su cabeza.

No llevar corbata y tener una experiencia académica forjada en el extranjero es lo único que le une con Tsakalotos. Es el hombre que ha llevado las riendas de la negociación en Bruselas desde abril, cuando Tsipras retiró a Varufakis de la primera línea tras desquiciar a sus homólogos europeos, cuando le reclamaban cifras y él respondía: «no nos pongamos tan técnicos» a Dijsselbloem, Schäuble o Christine Lagarde, que le espetó en la cumbre de junio: «Hola, te saluda la criminal en jefe».

A Tsakalotos no le gusta provocar ni ser el centro de atención. Sus compañeros lo definen como una persona reservada, discreta y silenciosa.