Dos respuestas con trampa

INTERNACIONAL

PETER NICHOLLS | REUTERS

Si triunfa el sí, los griegos volverán a donde estaban hace dos semanas, más vapuleados, más asustados y con una crisis política además de bancaria

05 jul 2015 . Actualizado a las 10:14 h.

El extraño referendo convocado por Alexis Tsipras para hoy, que en principio se presentaba como un intento de reforzar la posición negociadora de su Gobierno frente a sus acreedores, se ha convertido rápidamente en todo lo contrario: en una especie de moción de censura auto-infligida. Tsipras, que ganó fácilmente las elecciones en enero, se ha obligado a sí mismo a volver a ganar ahora en condiciones mucho más precarias, y sin que la victoria le aporte más que una legitimidad que ya tenía. Si pierde, y triunfa el sí, en cambio, esa legitimidad quedará seriamente dañada. Esto supondría la caída del Gobierno o quizás la formación de otro de unidad nacional, ya que la oposición no parece en condiciones de ganar claramente en unos nuevos comicios.

Pero los efectos políticos serían lo de menos. Un triunfo del sí sería devastador para la posición negociadora de Grecia. Aunque quienes voten afirmativamente se hagan la ilusión de que están dando un «sí a Europa» lo cierto es que, legalmente, están poniendo su firma en un techo de negociación. Para siempre. Bruselas no tendría, a partir de entonces, más que acogerse a la «voluntad soberana del pueblo griego» para rechazar cualquier cosa que le pida el Gobierno de ese mismo pueblo griego, sea Syriza u otro que venga.

La única ventaja del sí es que posiblemente hará que el Banco Central Europeo vuelva a inyectar liquidez a los bancos griegos -como en realidad es su obligación-. Pero, suponiendo que eso permita levantar el corralito -lo que es más que dudoso- solo significaría que los griegos volverían a donde estaban hace dos semanas, solo que más vapuleados, más asustados y con una crisis política además de bancaria. La puerta de salida del euro seguirá estando igual de cerca e igual de abierta.

Por otra parte, la campaña contra el no ha sido tan intensa que resulta difícil hacer entender que, objetivamente, para los griegos sería la menos mala de las dos opciones en este referendo mal planteado. Ha calado la idea de que un no supondría «la salida de Grecia del euro», a pesar de que, como ha recordado el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, esto carezca de toda base legal. Se diga lo que se diga ahora, un no irá seguido casi con toda seguridad de nuevas negociaciones.

Entre otras cosas, la presión de Washington está siendo enorme. Ya ha obligado al Fondo Monetario Internacional a rectificar en toda la línea y abogar de repente -a buenas horas- por una reestructuración de la deuda griega y una quita del 30 %. Es decir, lo que pedía Tsipras, pero más. Por supuesto, la Casa Blanca no es omnipotente, pero su inquietud es compartida por los mercados, que si no han caído con fuerza esta semana es precisamente porque esperan que al final haya un acuerdo.

Es decir, que tanto con un sí como con un no habrá negociación a partir del lunes. Lo que no es en absoluto seguro es que haya acuerdo. La salida de Grecia del euro sigue siendo, hoy por hoy, el resultado más probable. Pero, como en las viejas tragedias de la literatura griega, eso no depende tanto de las decisiones de los protagonistas como del viento del destino.