El Estado Islámico extiende su amenaza un año después de proclamar su califato

Mikel Ayestarán COLPISA

INTERNACIONAL

STRINGER | Reuters

El grupo yihadista, que ha reclutado miles de voluntarios para difundir su mensaje del terror, ha redibujado el mapa de Oriente Medio

29 jun 2015 . Actualizado a las 17:46 h.

Cuando Abu Mohamed al-Adnani, portavoz del entonces Estado Islámico en Irak y Siria, proclamó el 29 de junio del 2014 la formación del grupo yihadista y el restablecimiento del califato musulmán bajo el mando de Abu Baker al-Bagdadi, pocos tomaron en serio sus palabras. Una semana más tarde, el califa pronunció el discurso de la victoria en la mezquita de la recién conquistada Mosul, y la prensa internacional se fijó más en su reloj, un Sekonda, Rólex u Omega con un valor superior a los 5.000 euros, que en el contenido de un mensaje que se expandió con rapidez y caló muy hondo.

Un año y miles de muertos después, el Estado Islámico ha aprovechado la fragmentación sectaria de Siria e Irak para redibujar el mapa de Oriente Medio y formar una especie de yihadistán en el corazón del mundo árabe, según lo define David Garner en Finantial Times, y ha logrado expandirse a Egipto, Yemen, Túnez, Argelia, Libia, Afganistán, Pakistán o Nigeria. La bandera negra ondea en estas wilayat (provincias) del califato donde grupos armados han jurado fidelidad al califa Ibrahim, como le conocen sus seguidores, y han demostrado su lealtad con atentados, asesinatos colectivos e instaurando la interpretación más ultraortodoxa del islam como fuente de legislación local. Un islam similar al que predicaban los talibanes en Afganistán antes de la invasión estadounidense del 2001.

La prioridad del califa fue consolidar las fronteras del califato en territorio sirio e iraquí, donde ocupa prácticamente la mitad de Siria y las provincias de mayoría suní de Irak, para tener un espacio físico concreto, la gran diferencia respecto a Al-Qaeda, la organización de la que proviene el EI y que ha sido eclipsada por el auge de los hombres de Al-Bagdadi. El grupo dio pronto un paso más y, en respuesta a la operación militar internacional lanzada por Estados Unidos en su contra, en septiembre Al-Adnani llamó a «los musulmanes de todo el mundo a matar al infiel, sea civil o militar».

Objetivo Occidente

Dos meses después, el Estado Islámico reconoció a su primera wilayah en el Sinaí egipcio, de la mano del grupo Ansar Beit al-Maqdis. Dos pasos hacia la globalización del califato que han logrado llegar a Occidente en forma de ataques como el de París en enero, cuando el joven Amedy Coulibaly entró en un supermercado de comida kosher y retuvo a varios clientes. Cuatro rehenes y el secuestrador perdieron la vida. Desde entonces, los yihadistas no han fallado a su cita mensual con el terror lejos de sus fronteras con operaciones como las de marzo con el ataque al museo de El Bardo en Túnez, y en abril y mayo en Yemen y Arabia Saudí, en dos viernes consecutivos, con atentados contra mezquitas chiíes, y este viernes con un triple ataque en Francia, Kuwait y Túnez, donde el joven Abu Yahya al-Qayrawani mató a 39 turistas en una playa de Susa.

Después de casi ignorar al Estado Islámico en sus comienzos, ahora dirigentes europeos como el ministro de Exteriores y Cooperación español, José Manuel García-Margallo, afirman que «estamos ante una amenaza global, probablemente la más grave que hemos tenido nunca». Para García-Margallo, «Daesh (acrónimo a partir de las siglas en árabe) es un grupo más violento que Al-Qaida y rivalizan por cometer el mayor atentado».

El trabajo en las redes sociales es una de las claves que explica la rápida difusión del mensaje de Abu Baker al-Bagdadi, que dispone de sus propias oficinas de información con profesionales capaces de trabajar en varios idiomas. La guerra sobre el terreno cuenta con la cobertura del cibercalifato, un grupo de hackers afines a la causa que en los últimos meses han reivindicado el hackeo de las cuentas de Twitter, Youtube y Facebook del Mando Central de las Fuerzas Armadas estadounidenses, de la revista Newsweek o del canal francés TV5 Monde.

Al califato le interesa reclutar soldados y suicidas para la línea de frente -ha reclutado a 25.000 extranjeros de un centenar de países, según la ONU-, pero también «parece estar priorizando la captación de jóvenes europeos con conocimientos y formación en nuevas tecnologías con el objetivo de crear su propio ciberejército», según apunta Enrique Fojón, subdirector del think tank de ciberseguridad Thiber en un reciente artículo del Real Instituto Elcano. Este nuevo ejército de fieles en las redes juega un papel clave en la difusión de mensajes que ayudan a captar adeptos y expandir el terror.

La respuesta de Occidente a esta «amenaza global» empezó en agosto con la formación de una alianza internacional liderada por Estados Unidos, que bombardea posiciones del EI en Irak y Siria. El desafío de Al-Bagdadi al presidente Barack Obama con la decapitación ante las cámaras del periodista James Foley, el primero de los asesinatos de este tipo, agilizó la respuesta del Pentágono, que desde entonces ha atacado miles de objetivos y matado a «10.000 milicianos», según el dato ofrecido por el subsecretario de Estado, Antony Blinken. «Hemos logrado importantes avances, pero hay áreas como Ramadi donde les obligamos a salir de un lado y reaparecen en otro. Son agresivos y muy oportunistas», reconoció Obama tras la caída de la capital de la provincia iraquí de Al-Anbar en mayo.

Los ataques desde mar y aire no son suficientes y EE.UU. cuenta ya con 3.500 hombres en suelo iraquí instruyendo al Ejército, labor en la que también participa España. «No es una exageración afirmar que después de 14 años de guerra global contra el terror y de haber invertido una cantidad sin precedentes en contraterrorismo, somos aún incapaces de entender correctamente y mucho más de dar una respuesta adecuada a la revolución del EI», apunta en el portal especializado en Oriente Medio Al-Monitor, Mohammad-Mahmoud Ould Mohamedou, del Geneva Centre for Security Policy.

«Empresa criminal»

Esta incapacidad lleva a expertos como Hassan Hassan, autor del libro Dentro del Ejército del Terror, a adelantar que «nos queda al menos una década de Estado Islámico por delante», según declaraciones realizadas a la agencia AFP. Jon Alterman, director del Middle East Program del Center for Strategic and International Studies (CSIS) de Washington, piensa que «quizás el Estado Islámico no esté ganando la guerra, pero es difícil afirmar que esté perdiendo.

El problema clave está en tratar a este movimiento como el Estado que dice ser. No es un Estado, es algo más parecido a una empresa criminal, a un negocio. Sólo con esta aproximación podremos vencer», señala en su último artículo publicado por el CSIS.

Abu Baker al-Bagdadi celebra primer aniversario con Raqqa, en Siria, y Mosul, en Irak, como sus grandes bastiones. Ciudades con decenas de miles de habitantes desde las que el grupo extiende sus tentáculos por toda la región. Bastiones en los que cuenta con una parte de la población que prefiere la bandera negra a volver a estar bajo las órdenes de Damasco y Bagdad. «Solo se puede explicar el crecimiento del EI si comprendemos el alcance de la desintegración de Irak y Siria. Sin la invasión estadounidense de Irak en el 2003 y la revuelta sangrienta en Siria, el Estado Islámico no estaría en el centro de todas las conversaciones», recuerda Joyce Karam, corresponsal en Washington del diario Al-Hayat, que en su análisis sobre el aniversario del califato en Al-Arabiya apunta al «final de las fronteras de Sykes-Picot» (acuerdo secreto firmado hace un siglo entre Gran Bretaña y Francia para dividirse el Próximo Oriente). Con el califato empieza una nueva era en la región y su mensaje no tiene fronteras.