La bandera del odio

mercedes gallego LA VOZ / COLPISA

INTERNACIONAL

Protesta ante el Capitolio de Carolina del Sur por mostrar la bandera confederada.
Protesta ante el Capitolio de Carolina del Sur por mostrar la bandera confederada. WIN MCNAMEE | AFP

Las muertes de Charleston han removido conciencias en el sur del país borrando del mapa la enseña confederada

28 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Un terremoto de conciencia ha sacudido esta semana el sur de Estados Unidos, cuyo paisaje no volverá a ser el mismo. El burbón, el country y hasta el general Lee han roto con la bandera confederada de Sweet home Alabama que durante medio siglo alimentó la mística de la identidad sureña. Ya no será posible ponérsela en el cinturón para ir a ver un concierto de country con la inocencia de estar reivindicando la libertad de su rebeldía.

Desde la matanza de Charleston, en el sur de EE. UU. pride & prejudice (orgullo y prejuicio) van más unidos que en la serie británica. Fue como el cuento sobre el traje nuevo del emperador. Todo el mundo sabía que estaba desnudo, pero como «solo los tontos no pueden verlo», escribió Andersen, nadie quiso creerlo hasta que un niño gritó: «¡Pero si va desnudo!». Y desde entonces nadie pudo ignorarlo

Dylan Roof no era ningún querubín. Tenía 21 años, pero su aspecto desvalido con el flequillo rubio cayéndole en el casco hasta los ojos engañó a los nueve feligreses de la iglesia afroamericana de Madre Emanuel, que le acogieron con los brazos abiertos a su lectura semanal de la Biblia.

«El diablo se disfrazó de ángel para poder matarlos en la iglesia», opinaba en la cola del velatorio público Shirley Lee, que ha encontrado compasión para el autor de la masacre convencida de que no fue él, sino el diablo, tan intrínseco en la mística sureña como la propia bandera confederada con la que Roof se retrataba en sus fotos de Facebook.

En su página, www.lastrhodesian.com, Roof colgó su manifiesto racista con el que dejaba claro que para él la bandera confederada que llevaba hasta en la matrícula del coche no era solo un símbolo de identidad sureña: «Los negros son estúpidos y violentos, y tienen la capacidad de ser muy escurridizos», determinaba. «La segregación no era algo malo, estaba ahí para protegernos de tener que interactuar con ellos. La integración no ha hecho más que rebajar a los blancos al nivel de estos brutos animales. Cualquiera que piense que los blancos y los negros tienen un aspecto tan diferente por fuera, pero de algún modo son mágicamente iguales por dentro, delira. Eso son tonterías que nos han hecho creer».

Una herencia racista sutil

Ni los racistas del Consejo de Ciudadanos Conservadores en los que se había inspirado se atreverían a decirlo como él. La herencia racista ha aprendido a ser sutil y a esconder la bandera del Ku Klux Klan detrás de los barbudos de ZZ Top y las botellas de Jack Daniels. Hollywood les ha ayudado, no con el orgullo de Scarlett O? Hara y sus tierras arrasadas por los yanquis, sino con series de televisión como El sheriff chiflado, que neutralizó durante los 80 las imágenes de capiruchos y cruces en llamas que aún aterrorizan a muchos afroamericanos.

Valores rurales acordes con «la ola de corrección política sin precedentes» que «vilifica los valores del sur rural», criticó en Facebook el actor Ben Jones, que interpretó a Cooter en la serie. La Warner Brothers ha anunciado que dejará de comercializar el coche más famoso de la televisión que llevó pintada en el techo la bandera confederada. «En el condado de Hazzard nunca hubo racismo. Los mayores fanáticos de la historia son los que están creando esta limpieza cultural», protestó el actor.

Un símbolo arraigado en el rural

En ciudades como Charleston, por cuyo puerto entraron más de la mitad de los esclavos que llegaron a EE. UU., hace tiempo que no se ve una bandera confederada más que en el cementerio de los veteranos de la Guerra Civil, donde las Hijas de los Veteranos Confederados pusieron banderines frescos en las tumbas hace poco más de un mes.

Es en las carreteras rurales más intrincadas de las Tierras Bajas donde todavía aparecen desafiantes, plantadas en el jardín de alguna casa o en el toldo de un tráiler, inexorablemente unidas al estribillo de ?beer, bait and ammon (cerveza, cebo y munición) que canta Kevin Fowler, donde «tío, tienen todo lo auténtico que un redneck (paleto de cuello rojo) necesita, los ganchos de pescar, las botas sucias y la bandera rebelde sobre la pared». Son los únicos sitios donde la recuerda Patt Brown, una afroamericana de 57 años que esta semana regalaba botellines de agua a quienes peregrinaban bajo el sol castigador hasta la iglesia de Madre Emanuel para rendir homenaje a las víctimas. «Digamos que la ves en sitios de los que mejor salir corriendo antes de que caiga la noche», resumió la mujer en un susurro. En Columbia, la capital del Estado, un movimiento para desterrar el símbolo del odio y el racismo sureño logró que en el año 2000 la bandera dejase de ondear por encima del Capitolio y se bajara hasta el monumento adjunto de la guerra confederada.

Retirada con mayoría absoluta

Los legisladores que aceptaron esa concesión previnieron su destierro con una ley que obliga a que cualquier otro cambio tenga que ser autorizado en votación por una mayoría absoluta, lo que en el actual clima, por primera vez parece probable. «No sería un acto de corrección política ni un insulto al valor de los confederados», dijo el viernes Barack Obama durante el funeral del reverendo Clementa Pinckney. «Simplemente sería reconocer que la causa por la que lucharon -la causa de la esclavitud- estaba mal». Muchos de esos generales confederados que perdieron la guerra se convirtieron en los primeros grandes dragones del Ku Klux Klan y tienen bustos, puentes y estatuas en su honor repartidos por todo el sur.

De cómo la bandera confederada volvió a los edificios públicos después de haber perdido la guerra en la que murió casi un tercio de su población masculina en edad de luchar da cuenta Rodney Jones, un taxista que no necesita utilizar la corrección del presidente. «Esa bandera es el dedo de en medio que le sacaron al Gobierno federal -cuando Truman promulgó las leyes contra la segregación- para decirle ?no vais a venir al sur a imponernos lo que tenemos que hacer», explica. Fue entonces cuando el entonces gobernador del Estado, Strom Thurmond, se garantizó medio siglo de victorias electorales al resucitar la bandera confederada.