El estridente silencio de una nobel de la paz

Carlos Ocampo REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

La birmana Aung San Suu Kyi, hoy diputada, calla sobre los rohingyas para no arriesgar la victoria de su partido

30 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos semanas han pasado desde que la prensa internacional se hizo eco del otro drama migratorio gemelo del mediterráneo, el que viven en el mar de Andamán miles de desplazados que navegan a la deriva desde que los traficantes los abandonaran a raíz de la lucha que emprendió Tailandia contra estas mafias.

Algunos compromisos, asumidos entre condiciones, hubo en la cumbre celebrada ayer en Bangkok, pero distan mucho de parecerse a una solución para los rohingyas, que constituyen el grupo más numeroso de los empujados al mar desde Birmania. Y entre la indiferencia y el menosprecio de los países afectados, una voz que debería alzarse como un clamor calla. La nobel de la paz Aung San Suu Kyi, que sacrificó 15 años de su vida en arresto domiciliario para luchar por la democracia y hoy es diputada en Birmania, volvió a escuchar anteayer al dalái lama: si su voz se oyera en el Parlamento de Naipyidó, sería una pequeña aunque eficaz acción para contrarrestar el odio que despierta esta minoría musulmana entre la mayoría budista.

Pero a Suu Kyi le parece que el asunto es demasiado complicado y que es el Gobierno el que debe solucionarlo. Fríos cálculos electoralistas cimentan su muro de indiferencia: en noviembre hay elecciones y su partido es el favorito.

La cumbre de Bangkok

La reunión que mantuvieron en Bagkok 17 países implicados en el problema terminó con una declaración de intenciones que venía condicionada de antemano por Birmania, que se presentó con una actitud defensiva poco dispuesta a hablar de sus asuntos internos, y por los ponentes, de bajo perfil. El comunicado promete «promover el respeto total de los derechos humanos», pero la palabra rohingya no pudo quedar reflejada en él. Las oenegés presentes no acaban de ver en esta cumbre más que un comienzo de solución, en la que Bangladés y Birmania se comprometen a atacar las raíces del problema.

Un compromiso del que hace dudar la publicación, ayer, del primer censo birmano en 30 años, porque de él han sido excluidos los 1.100.000 rohingyas que malviven marginados en Rajine. Las autoridades birmanas rompieron su compromiso y no les permitieron empadronarse como tales, una decisión tomada la víspera de empezar a realizarlo en marzo del año pasado.