Cameron abre en Riga el proceso para negociar la reforma de la UE

rita álvarez tudela LONDRES / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Invitó a Juncker al Reino Unido y viajará a París y Berlín la semana que viene

23 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El primer ministro británico, David Cameron, comenzó ayer en Riga a mover los hilos de su campaña para que se discutan las reformas de la Unión Europea que permitan al Reino Unido un mejor encaje, unas conversaciones que, pronosticó, «no serán fáciles». Vaticinó que «habrá mucho ruido, muchos altibajos», pero afirmó que mantendrá su «determinación» de conseguir cerrar un acuerdo para cuando convoque el referendo sobre la permanencia que prometió celebrar antes de que acabe el 2017.

«Al Reino Unido le interesa que sea un éxito», dijo Cameron, cuyo primer paso en esta dirección fue invitar al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, a su residencia de campo de Chequers, en Ellesborough. Así lo confirmó el propio Juncker en la rueda de prensa con la que terminó la Cumbre de la Asociación Oriental en Riga. En Chequers pretende el premier dar comienzo formal a las negociaciones sobre el nuevo estatus que quiere para Londres en el seno de la UE.

Después del intento fallido de imponer su agenda en Riga, donde solo obtuvo algunos encuentros al margen con líderes de países con menor peso, la estrategia del primer ministro británico incluye, además de la invitación a Juncker, viajes a París el próximo jueves 28 y a Berlín un día después, para defender lo suyo ante el presidente francés, François Hollande, y la canciller Angela Merkel. Su mirada está puesta en recuperar competencias que actualmente gestiona Bruselas, así como en endurecer el acceso a las ayudas sociales a los ciudadanos procedentes de la UE, en su mayor parte de países del este.

Hollande se encargó de dejar bien claro que ayer Cameron no llegó a abordar ningún planteamiento reformista en Riga. «No ha habido ninguna discusión sobre el Reino Unido. No era el lugar ni el momento», recalcó el mandatario francés, quien espera que Cameron vaya a París «con un cierto número de proposiciones».

La viceportavoz del Ejecutivo alemán, Christiane Wirtz, confirmó la reunión entre Cameron y Merkel, diciendo que esta se «alegra de conversar» con el jefe del Gobierno inglés y se limitó a decir que las relaciones bilaterales y las cuestiones europeas «centrarán las conversaciones».

JANEK SKARZYNSKI | AFP

«Aquí llega el dictador»

La cumbre de Riga bien pudo bautizarse el show de Juncker. El presidente de la Comisión Europea volvió a mostrase pletórico en el pothocall con los líderes comunitarios. Bromeó con Tsipras ofreciéndole su corbata, besó al primer ministro belga, Charles Michel, en su despejada frente, saludó con gesto militar al ministro de Exteriores español, García-Margallo (Rajoy no fue) e incluso bromeó con el polémico mandatario húngaro, Viktor Orban, al recibirlo con un «Aquí llega el dictador». 

Jarro de agua fría sobre Tsipras

Reunión amistosa, cordial, constructiva, fructífera? El protocolo manda, pero el protocolo rara vez es noticia y menos, cuando se habla de Grecia. Volvió a ocurrir en Riga, en la capital letona que hace un mes vio cómo el ministro Yanis Varufakis era vapuleado por sus colegas del Eurogrupo. El jueves y el viernes, un «muy optimista» Alexis Tsipras recibió un jarro de agua fría de los grandes líderes comunitarios a la hora de alcanzar un acuerdo más o menos inminente para desbloquear el pago de los 7.200 millones del segundo rescate. Cómo no, la canciller, Angela Merkel, fue la encargada de aplacar la euforia. Eso sí, con gesto cercano, como manda el protocolo.

Como es costumbre, Tsipras pidió reunirse con Merkel y Hollande en los márgenes de la cumbre. El jueves por la noche, tras la cena de gala, el encuentro, «amistoso y constructivo», se prolongó durante dos horas, superando incluso la medianoche. Pero un mensaje contundente dominó la reunión: cualquier acuerdo debe estar avalado por las tres instituciones del Grupo de Bruselas. Es decir, por la Comisión, por el BCE y por el FMI, sin duda el que peor está encajando la particular forma de negociar de Syriza.

«Francia y Alemania han ofrecido al primer ministro griego su ayuda, pero está claro que hay que seguir trabajando con las tres instituciones», recalcó ayer la canciller a los medios. Este mensaje es clave, ya que Atenas pretendía saltarse a la organismo internacional liderado por Christine Lagarde y llegar a un acuerdo de mínimos con la Comisión para ir desbloqueando tramos parciales de ayuda a cambio de reformas puntuales. La respuesta fue contundente: nein.

Toca, por lo tanto, convencer a un FMI que se está mostrando inflexible en temas tan impopulares como las reformas laborales, el recorte de las pensiones o la congelación del salario mínimo. Las líneas rojas del Gobierno de Syriza, esas que Tsipras juró y perjuró que jamás atravesaría. Podría hacerlo previo referendo, que en la práctica se convertiría en una moneda al aire sobre la permanencia de Grecia en la moneda única. Y es que el papelón del primer ministro heleno es enorme, ya que el ala más radical de Syriza ha comenzado a exigir una ruptura de la negociación.