El califato se adueña de la mitad de Siria

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

OMAR SANADIKI | REUTERS

El avance yihadista deja en evidencia el plan de Obama, que niega estar perdiendo la guerra

22 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El estallido de la guerra de Siria fue la gran oportunidad para el entonces denominado Estado Islámico de Irak y Sham (Levante, en árabe) -el grupo que creció a la sombra de Al Qaida y la invasión estadounidense del país vecino- y la ha aprovechado con creces. Después de cinco años de guerra civil, el ahora Estado Islámico controla más de la mitad del territorio de Siria tras la toma la noche del miércoles de Palmira. En concreto «más de 95.000 km2», según los cálculos del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH).

El califato proclamado por Abu Bakr al Bagdadi en junio del 2014 domina Yarmuk (a 8 kilómetros de Damasco), la mayor parte de las provincias de Deir al Zur y de Raqa (donde tiene su capital) y es fuerte en Hasaké, Alepo, Homs y Hama. Además, tiene en sus manos prácticamente todos los campos de petróleo y de gas en Siria (las últimas, las dos plantas gasísticas próximas a Palmira), esenciales para financiar su guerra.

Si la caída de Ramadi ha sido un verdadero fiasco para la estrategia de Bagdad, Palmira no lo es menos para el régimen de Bachar al Asad. Esta ciudad se sitúa en el gran desierto sirio que limita con la provincia iraquí de Al Anbar, que controla en casi su totalidad el EI, incluyendo su capital, Ramadi. Su conquista abre un nuevo corredor para el intercambio de suministros y combatientes de Irak a Siria y viceversa. Además, Palmira podría ser la punta de lanza de una ofensiva yihadista hacia el oeste de Siria.

Barack Obama insistía ayer en que no se está perdiendo la guerra, pese a reconocer que es un revés táctico. Damasco, Bagdad y Washington deben sacar lecciones. La campaña aérea de la coalición no basta para derrotar al EI y a las fuerzas en tierra que apoya EE.UU. les falta mucho para ser eficientes y están desmotivadas por la actitud de Bagdad. El mando yihadista cuenta, en cambio, con estrategas bien cualificados -muchos son exoficiales de Sadam Huseín-, cuya efectividad no se ha visto mermada por la incapacidad de Al Bagdadi o la muerte de varios líderes.

En sus primeras horas en Palmira, el Estado Islámico ya ha ejecutado a 17 personas, entre soldados y milicianos fieles a Al Asad, de la tribu Shaitat, según la información de los activistas sobre el terreno recogida por el OSDH. La aviación del régimen sirio bombardeó puntos de la ciudad monumental en un intento de dañar a los islamistas.

El saqueo de Palmira sería «la caída de una civilización»

El imperio del terror yihadista pasa por destruir los vestigios históricos que consideran contrarios al islam, aunque esa fe mal entendida no quita mercadear con las piezas más valiosas para financiar su guerra. Por eso preocupa lo que pueda pasar ahora en Palmira, visto el saqueo y las destrucciones previas. «Sería la caída de una civilización», se quejaba a Reuters el director de Antigüedades de Siria, Maamun Abdulkarim. «La sociedad humana civilizada ha perdido la batalla contra la barbarie. He perdido toda esperanza», se lamentó.

La Unesco considera que la destrucción del sitio arqueológico de Palmira sería «una enorme pérdida para la humanidad», en palabras de su directora general, Irina Bokova. La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, fue más allá y advirtió que «la destrucción deliberada del patrimonio arqueológico y cultural» puede constituir un crimen de guerra.

La perla del desierto

Con 4.000 años de antigüedad, Palmira, la perla del desierto o la ciudad de las palmeras, fue centro multicultural y paso obligado de la Ruta de la Seda. Prueba de ello son la ruinas del templo babilónico de Bel (en la foto), el ágora y mercado de la época griega, o el teatro romano y las 750 columnas alineadas a lo largo de 1,3 kilómetros. Foto O. SANADIKI Reuters