«Escuchamos el temblor en Gorkha, duró entre unos 25 y 30 segundos»

m. c. REDACCIÓN / L A VOZ

INTERNACIONAL

El coruñés Pablo Ures llegó a Katmandú para instalar una planta depuradora con el grupo de voluntariado GEA, que desarrolla programas de rescate, sanidad y potabilización

13 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El sábado pasado Pablo Ures desembarcó en Nepal. Es de A Coruña y trabaja en el departamento de Ingeniería del Agua de la Universidade de A Coruña (UDC). Llegó a Katmandú para instalar una planta depuradora con el grupo de voluntariado GEA, que desarrolla programas de rescate, sanidad y potabilización. Su trabajo forma parte de la fase de reconstrucción de las fuentes de abastecimiento fundamentales para que el país vuelva a la normalidad. Pero justo cuando iban a comenzar el trabajo los asaltó el terremoto de 7,3 grados que se registró ayer cerca de la frontera china. Los sorprendió en Gorkha, al noroeste de Katmandú, donde el 90 % de la población ha perdido sus casas.

«Escuchamos el temblor, duró entre 25 y 30 segundos, pero fue lejos, como a unos 200 kilómetros de aquí», cuenta a través del teléfono. Este nuevo terremoto obligará a activar otra vez la emergencia y el rescate para ayudar a los afectados. Pero ayer, a primera hora de la tarde en Galicia, todavía no sabía cómo se articularía esa nueva fase.

Pablo, que ya ha colaborado en proyectos parecidos en otros desastres, como el de Haití o Filipinas, está en una zona donde no hay cobertura de Internet, cerca de la más afectada por el terremoto del mes pasado. «Cuando llegamos, nos reunimos con el ministro de Desarrollo Urbano del país, cuyo departamento se encarga de los proyectos de saneamiento e higiene», explica. Fue precisamente él quien aconsejó a esta oenegé que desarrollaran su proyecto de depuración en la zona de Gorkha. La razón es obvia: será una de las que más acusen la falta de agua potable cuando llegue el monzón. Porque, aunque en estos momentos no tienen problemas graves de abastecimiento, la llegada de las lluvias enfangará el agua de los ríos, convirtiendo el caudal en no apto para el consumo.

Hasta ahora, al contrario de lo que cuentan algunos, no han tenido ningún problema para trabajar ni han tenido que pagar a nadie para desarrollar su actividad. «Nuestra experiencia con las autoridades locales es buena, tal vez porque hemos entrado aquí de la mano de otros colectivos de ayuda local y, por tanto, estamos en contacto directo con la gente del país», explica este ingeniero coruñés, cuyo equipo prevé regresar a España el lunes, después de haber concluido los trabajos.

Excesiva burocracia

«Lo que ves es que en algún momento pueden cobrarte algo más por un producto determinado, pero es normal en un país donde el salario mensual ronda los 100 euros», cuenta al tiempo que reconoce que muchos locales ponen sus coches o arriesgan bastante para llevar a las oenegés hasta zonas de acceso complicado. Otros colectivos que trabajan en la zona han denunciado cómo la elevada burocracia que impone el país retrasa las labores de rescate en la zona más afectada. Eso incomoda bastante a los voluntarios, porque la emergencia es la emergencia.