Evo Morales, no seas ladrón, no seas flojo y no seas mentiroso

Francisco Balado Fontenla
F. Balado LA VOZ

INTERNACIONAL

AIZAR RALDES | AFP

El presidente de Bolivia participa en el programa «Salvados» de esta noche. Conoce sus inicios, sus logros y sus patinazos

12 abr 2015 . Actualizado a las 09:43 h.

Evo Morales nació en Orinoca, un pequeño pueblo de Bolivia alejado de todo. Sus cien habitantes se dedican a la agricultura y al pastoreo, y la única expectativa real de progreso es la de lograr un puesto peligroso y mal pagado extrayendo azufre o litio en alguna de las minas cercanas. Nadie se habría imaginado que de Orinoca, ese sitio condenado al inmovilismo, acabaría saliendo el presidente del país.

A más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, una altura en la que cualquier paseo se convierte en una odisea, el joven Evo Morales tocaba la trompeta, jugaba al fútbol, pastoreaba llamas (principal sustento familiar), recolectaba hojas de coca y se deslomaba como ladrillero para poder pagarse los estudios en la capital de la comarca, en donde logró finalizar secundaria.

A la conclusión del servicio militar regresó al pueblo, pero en 1981 emigró junto a su familia al Cochabamba empujados por las malas cosechas. Allí, en San Francisco (Chapare), se convirtió en un prestigioso sindicalista cocalero. En las sociedades andinas, la hoja de la coca ocupa un importante papel alimenticio, económico, sanitario y religioso.

Su sindicato, la Confederación de Trabajadores del Trópico Cochabambino, se integró en el Movimiento al Socialismo de cara a las elecciones de 1997 y Evo Morales accede al Parlamento como diputado por Cochabamba. En el 2002 se convirtió en el principal líder de la oposición, y tres años más tarde, con un programa basado en la nacionalización de los hidrocarburos, consumaría su asalto al Palacio Quemado, convirtiéndose en el primer presidente indígena. Desciende de una familia aymara, nación que tiene como pilares fundamentales en la formación de toda persona, tres palabras: ama sua (no seas ladrón), ama quella (no seas flojo) y ama hulla (no seas mentiroso).

Evo Morales acaba de renovar su mandato en las elecciones del 2014, cumpliendo una década al mando de un país rico en recursos (hidrocarburos y minería), pero a su vez el hermano pobre de América Latina, en el que uno de cada dos habitantes vive bajo el umbral de la pobreza. A lo largo de esta década el contexto internacional ha contribuido a la mejora de la economía boliviana, que se sustenta fundamentalmente en la exportación de gas y minerales, dos precios que no han cesado de aumentar. De este modo, Bolivia encadenó diez años consecutivos de crecimiento y a su vez, con una reducción progresiva de la deuda externa.

Evo Morales es muy intuitivo, un líder pragmático, «sin carisma en el sentido tradicional, pero con la capacidad para conectar con los bolivianos, porque es un boliviano como cualquier otro». Como apunta el analista Pablo Stefanoni, quizás ese se su gran secreto para acumular victorias en las urnas. Ser uno más. Eso, y no robar, no flojear y no mentir.

Sus tres grandes patinazos