Obama intenta hacer las paces con Latinoamérica

Mercedes gallego NUEVA YORK / COLPISA

INTERNACIONAL

GEORGE FREY | EFE

Su encuentro con Raúl Castro centra la 7ª Cumbre de las Américas en Panamá

05 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde Bill Clinton hasta Barack Obama, sin olvidar a George W. Bush, los presidentes estadounidenses de los últimos veinte años han hecho propósito de enmienda en sus relaciones con los vecinos hispanos del continente, sin que hasta ahora ninguno haya logrado nada sustancial con lo que reemplazar la desconfianza sembrada por los gobiernos intervencionistas de Reagan y Bush padre. ¿Será Panamá donde por fin se entierre el hacha de guerra?

Nadie puede culpar a Obama de no haberlo intentado. En su primera cumbre de las Américas, en Trinidad, aceptó ingenuamente el abrazo de Hugo Chávez, que aprovechó la oportunidad para colocarle delante de las cámaras un libro antiamericano que ni el propio Eduardo Galeano sería capaz de volver a leerse. «Caería desmayado», admitió el autor de Las venas Abiertas de Latinoamérica. «Esa prosa de izquierda tradicional es aburridísima», confesó el escritor uruguayo.

En la siguiente, celebrada dos años después en Cartagena de Indias, los países latinoamericanos decidieron ponerle entre la espada y la pared: o Cuba era invitada a la próxima cita de Panamá o la boicotearían, como ya había hecho en esa cumbre el presidente ecuatoriano Rafael Correa, que no asistió a modo de protesta. El comunicado recibió el voto unánime de todos los países miembros menos EE.UU. y Canadá.

Aceptar la presencia de Cuba era ir en contra de los principios de la propia cumbre, creada en 1994 por Bill Clinton para reunir a todos los países «democráticos»del continente. Si Obama hubiera decidido saltarse una cita en la que tendrá que compartir foto de familia con un país con el que ni se hablaba, se estaría aislando del resto del continente y abandonando el modelo de diálogo creado por el propio EE.UU. En lugar de eso, optó por dar un valiente paso hacia adelante reanudando las relaciones con Cuba y permitiendo que acuda por primera vez a una Cumbre de las Américas.

Obama, que estrechó por primera vez la mano de Raúl Castro en el funeral de Mandela, ya habló con él por teléfono el pasado 19 de diciembre. La primera conversación que sostenían los líderes de ambos países en más de medio siglo duró 45 minutos, pero si bien fue el mandatario estadounidense quien comenzó la conversación, lo que siguió fue un monólogo de Castro que duró 15 minutos. «Obviamente es cosa de familia», se permitió bromear. Dado que la Casa Blanca incluso ofreció un apretón de manos al presidente iraní Hassan Rouhani en la última Asamblea General de la ONU, sin que este lo aceptase, sería difícil pensar que Obama y Castro no se saludarán cordialmente en Panamá. La foto será histórica, como la primera foto de familia en la que se retraten a los 35 líderes del continente.

No será el único hito. Por primera vez el Vaticano enviará un representante al encuentro. Y si bien muchos dicen burlones que hará falta intervención divina para mediar entre EE.UU. y Venezuela, fue la intervención de Francisco la que permitió fraguar el acuerdo para reanudar relaciones con Cuba. El Vaticano niega que ese vaya a ser su papel en esta cumbre, sino que con el primer papa latinoamericano al frente no podía perderse la oportunidad de contribuir al ambiente de hermandad que busca el prelado argentino en el continente.

Le representará el cardenal Parolin, quien fue embajador de la Santa Sede en Venezuela hasta 2013 y facilitó las conversaciones entre el Gobierno y la oposición que pusieron fin a las revueltas del año pasado. Aquellas conversaciones fracasaron tan pronto se restableció la calma, sin que Caracas aceptase cumplir las demandas de la oposición, por lo que Parolin y Maduro no están en los mejores términos.

El presidente venezolano tiene su propia agenda para la cumbre: entregarle a Obama diez millones de firmas que protestan contra su «intervencionismo» y la orden ejecutiva que declara a Venezuela una amenaza para EE.UU. A Maduro, que dice tener ya seis millones, le queda menos de una semana para lograr su objetivo, por lo que según algunas fuentes ofrece un pollo [racionado] a quien estampe la firma y según otras prepara una lista negra con los nombres de quienes se niegan a hacerlo. Será la nota discordante anclada en el pasado de una cumbre en la que EE.UU. quiere superar el escollo de Cuba para forjar al fin una verdadera agenda de cooperación en el continente.