Netanyahu podrá aprobar la Ley Judía y promover un solo Estado

Laura Fernández Palomo JERUSALÉN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

ABIR SULTAN | EFE

El líder de centroizquierda reconoce que tendrá que quedarse en la oposición

19 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No se prevén más sobresaltos durante las negociaciones para formar Gobierno, así que Benjamín Netanyahu podrá reeditar su liderazgo y componer un Ejecutivo de derechistas y religiosos que darán por terminado el proceso de paz y que, previsiblemente, promoverá la Ley Judía que desencadenó la crisis política y el adelanto de este proceso electoral. El líder de Campo Sionista (centro izquierda), Isaac Herzog, deja el camino libre y asume con 24 parlamentarios que irán a la oposición como «la opción más realista» que pueden afrontar, según dijo ayer en Tel Aviv.

Netanyahu celebraba su victoria de 30 escaños en el Muro de las Lamentaciones, en la ciudad vieja de Jerusalén, como una declaración de intenciones de lo que será su política, de base continuista pero con una posible rotación más hacia la derecha. Bibi consiguió centralizar el voto ultranacionalista, al que deberá ahora hacer concesiones que ya adelantó en campaña, como descartar la creación del Estado palestino y continuar con la colonización. El Likud recibió 10.000 votos más en asentamientos de Cisjordania de los que obtuvo en el 2013. Más de 163.000 colonos de 206.00o con derecho a voto participaron en los comicios.

El procolono Naftali Bennett, de Hogar Judío, y la ultraderecha de Avigdor Lieberman, Israel Beitenu, le concederán en total 14 escaños, todavía lejos de los 61 sobre el total de 120 del Kneset que dan la mayoría absoluta. Pero aliados determinantes en la formación de Gobierno son el Kulanu de Moshe Kahlon, a quien ya le ha ofrecido la cartera de Finanzas a cambio de sus 10 diputados, y los ultraortodoxos, Judaísmo Unido de la Torá y el Shas, que aportarán sus 13 asientos siempre que mantengan sus privilegios de quedar exentos del servicio militar y seguir subvencionados para dedicar su vida al estudio.

El presidente, Reuven Rivlin, comenzará el domingo a tantear a los líderes políticos para confirmar este previsible apoyo, tras lo que dará a Netanyahu 42 días para formalizar la coalición.

La formación Yachad se quedó fuera del Parlamento al no superar el 3,25 % de los votos, mientras que la socialdemócrata Meretz, de la que también se temía su desaparición, se ha quedado con una representación residual. La Lista Común, que aglutina a los partidos árabes, quedó como tercera fuerza política al conseguir el 90 % de votos en la ciudad árabe israelí de Nazaret.

A falta de los resultados definitivos, que se publicarán hoy con los votos sobrantes, que tradicionalmente se ceden los partidos en Israel, y los de soldados y diplomáticos, que podría aportar ligeras variables, las cuentas están echadas. La Casa Blanca tantea ahora cómo afrontar un nuevo proceso con la propuesta de un solo Estado y ha expresado una profunda preocupación por la retórica divisoria antiárabe que afianza a la derecha en el gobierno de Israel.

Por qué fallaron las encuestas

La finalmente cómoda victoria de Benjamín Netanyahu ha sido una sorpresa por la atmósfera ilusoria que habían creado las encuestas de intención de voto, que daban una ventaja creciente al centroizquierdista Campo Sionista. Pero lo cierto es que la sociedad israelí ha expresado claros síntomas durante este último año de la derechización que se estaba viviendo en su interior.

La burbuja de Tel Aviv como paradigma liberal y progresista explota en el resto de la geografía del país; en las colonias de Cisjordania o en Sederot, donde sus residentes votan con el recuerdo de los misiles de Hamás desde la Franja de Gaza. El Likud ha conseguido las votaciones más altas en 8 de las 10 ciudades más grandes de Israel. La guerra en Gaza del pasado verano tuvo el apoyo mayoritario de los israelíes y, por primera vez, los partidos de izquierdas se veían incapaces de movilizar a la población en las calles de la capital financiera israelí para oponerse a un ataque militar que estaba causando cientos de víctimas. La ola de violencia vivida en Jerusalén durante los meses de noviembre y diciembre también aumentó los temores por la seguridad, que Netanyahu ha enarbolado durante esta campaña.

¿Pero por qué no se habían reflejado estas tendencias en las encuestas? Con el empate técnico de los sondeos durante la noche electoral, un grupo de periodistas israelíes consideraban, en el recinto donde Netanyahu e Isaac Herzog cantaban al mismo tiempo victoria, que Israel había iniciado su camino hacia el centro. Solo faltaba por determinar si la balanza se inclinaría levemente a la izquierda o a la derecha. Los resultados finales derribaron esta teoría, pero medios como Haarezt habían conseguido transmitir el anhelo de cambio y destacar el deterioro del liderazgo de Netanyahu, porque sí ha decepcionado su política económica, pero no lo suficiente como pacrificar su «puño de hierro» en la seguridad.

Los tres días previos fuera de campaña, Netanyahu se mostró nervioso por los sondeos, y no escatimó en tácticas y guiños para arrastrar el voto de derechas. El aumento de participación parece indicar que movilizó a los indecisos y terminó de convencer a quienes notan una constante amenaza contra Israel. El órdago lo lanzó justo antes de la noche electoral, cuando dio por finiquitada la solución de los dos Estados. La realidad israelí se impuso en las urnas.