«Ni se ha acabado el mundo ni tenemos trabajo y pan»

M. Ferreiro ATENAS / ENVIADA ESPECIAL

INTERNACIONAL

ORESTIS PANAGIOTOU / EFE

Los atenienses recuperaron su rutina, aunque acudieron en masa a los quioscos e improvisaron tertulias sobre las elecciones

27 ene 2015 . Actualizado a las 05:42 h.

Ni el abismo ni el paraíso. El día después Atenas fue simplemente Atenas. Sin incendios ni tampoco excesivos festejos. Empezó con sol y acabó con tormenta. Con las inquietudes propias de un lunes aliñadas por las tertulias sobre los resultados electorales. Porque pocos podían evitar pararse en los quioscos. Los atenienses rodeaban los de la plaza Sintagma. Los periódicos, tendidos como ropa al sol. Y, al viento, los comentarios, las risas, los carraspeos, las comparaciones de las primeras páginas. Las miradas también buscaban las televisiones de las cafeterías buscando la última hora política. Y se encontraron, sin esperarlo, con la muerte de Demis Roussos y con el accidente de un avión militar griego en España. Esos eran los sobresaltos.

A primera hora los turistas presenciaban el tradicional cambio de guardia ante el antiguo edificio del Parlamento. Mientras los soldados daban sus pasos como a cámara lenta, un británico preguntaba si Syriza acabaría con esa costumbre. Los militares ni pestañearon.

Un nuevo día del reparto de alimentos cerca de la plaza Omonia. Muchos comían sentados en el patio del edificio. Inmigrantes y griegos. Solitarios sin techo y alguna que otra familia con niños. «Ni se ha acabado el mundo ni todos tenemos trabajo y pan. Pero bueno, por lo menos hemos cambiado», apuntaba una jubilada que salía con su bolsa azul de provisiones. Un hombre apuraba una naranja en la entrada como si le fuera la vida en ello. Rade Pantelic observaba desde la acera, apoyado en su bicicleta. «No sé si esto va a cambiar mucho», decía. Él vive en Atenas, pero es serbio. «La guerra, ya sabes».

A última hora de la mañana operarios acababan de desmontar la carpa de campaña de Syriza, huérfana ya de voluntarios y simpatizantes. Muchos se paraban a fotografiar la gran imagen de Alexis Tsipras que flanqueaba la entrada y todavía no había sido retirada. Griegos y extranjeros. «Haced fotos, es el nuevo primer ministro», les gritó un anciano al pasar.

En Kolonaki, una especie de barrio de Salamanca ubicado el centro de la capital helena, se apreciaban menos sonrisas que en otros vecindarios, pero la misma normalidad. Asomaba algún comentario del tipo «Grecia se ha equivocado». Pero las terrazas estaban llenas. Y los clientes entraban y salían de tiendas exclusivas, como la de Hermès.

 

 

Las limpiadoras

 

Las limpiadoras despedidas acampadas ante el Ministerio de Economía celebraban la victoria de Syriza. Pero lo cierto es que ayer continuaban con su protesta, con sus cafés sobre la estufa, su calceta, sus charlas y sus silencios. En un cajero cercano se formaba otra pequeña cola, pero como ya ocurría antes de las elecciones. En la misma calle otro ateniense analizaba con sencillez la actualidad: «Ahora nos tocan unos días de política, a finales de febrero se jugará el derbi entre el Olympiakos y el Panathinaikos y entonces volveremos al fútbol».

cambio de era en grecia

Oscuro amanecer neonazi: la comida y los médicos solo para griegos funcionan

 

El domingo 388.000 votantes introdujeron en la urna una papeleta que lucía una cruz gamada. Amanecer Dorado ya no puede considerarse una excentricidad. El partido neonazi, con su cúpula entre rejas y con varias manchas de sangre en su historial, se mantiene en un porcentaje de apoyo superior al 6%, como ya ocurrió en las elecciones parlamentarias del 2012. El hundimiento de los partidos moderados la elevó a la condición de tercera fuerza política de Grecia. Se confirma que Europa tiene un gran problema.

Amanecer Dorado hunde sus raíces en el fascismo de Metaxas, que en muchos aspectos se fue desarrollando a imagen y semejanza del de Mussolini. Esa corriente se mantuvo a lo largo de las décadas, a veces más soterrada, en ocasiones más evidente. Y acabó aflorando políticamente en los últimos años. Con la crisis sus expectativas electorales se dispararon. Ellos han exprimido la desesperación griega a su manera, culpabilizando a los inmigrantes de la situación. Rentabilizan el hecho de que Grecia tiene la frontera más permeable de la Unión Europea. Es la puerta de Asia. Llegan inmigrantes de Siria, Líbano, Afganistán... Los líderes del partido también intentan darle la vuelta al calcetín de la humillación que han sentido muchos griegos durante la crisis intentando inculcar un orgullo «de raza», una maniobra con la que Hitler triunfó en una Alemania mortificada tras la Primera Guerra Mundial.

Con los duros recortes impuestos por la troika a cambio de los rescates, los miembros de este grupo empezaron a ocupar espacios a los que ya no llegaba el Estado. Pero esta solidaridad interesada la reservan solo para sus compatriotas. Crearon los Médicos con fronteras, un grupo de asistencia sanitaria gratuita solo para griegos. Y organizan repartos de alimentos que también se limitan a los que demuestran tener la nacionalidad helena. «Es fácil. Las ancianas, por ejemplo, tienen miedo cuando van a cobrar su pensión. Entonces llegan ellos con unos matones y les dicen: ??No se preocupe, señora, nosotros la acompañamos y así no tendrá miedo??. Así trabajan ellos. Y esa pensionista al final acabará votándole a Amanecer Dorado», cuenta un griego que ha sido testigo de su expansión.

En Grecia existe un debate sobre si este partido tiene que ser ilegalizado o no. Mientras unos aseguran que su discurso xenófobo y su simbología nazi debería ser suficiente para dejarlos al margen del sistema (irónicamente, su papeleta y sus discursos en Alemania estarían prohibidos), otros consideran que vetarlos los convertiría en mártires a ojos de una parte de la población y daría nuevas alas a este oscuro Amanecer.