Manos libres para Tsipras

INTERNACIONAL

Si quiere gobernar solo, a Tsipras le bastará con algunas abstenciones para lograr la investidura, es difícil imaginar que todos los otros partidos se conjuren activamente para impedirlo

27 ene 2015 . Actualizado a las 04:46 h.

Al cierre de ayer no estaba claro todavía si la coalición de izquierda radical Syriza iba a conseguir una mayoría absoluta en las elecciones griegas. Las proyecciones la ponían en el filo de la navaja: entre 149 y 151 escaños [la mayoría absoluta en el hipertrofiado Parlamento griego está en los 151]. Pero este suspense que fascinaba a los reporteros quizás tenga menos importancia de la que se le daba ayer. La clave secreta de estas elecciones era To Potami (El Río), un partido centrista con un discurso ambiguo, diseñado cuidadosamente para convertirse en el socio obligado que desactivase a Syriza. Bruselas había puesto en ellos sus esperanzas, y quizás algo más que sus esperanzas. Con estos resultados, sin embargo, esa opción queda, en principio, eliminada, a menos que Alexis Tsipras decida por sorpresa ofrecer un perfil aún más moderado. Pero si quiere gobernar solo, a Tsipras le bastará con algunas abstenciones para lograr la investidura. Es difícil imaginar que todos los otros partidos se conjuren activamente para impedirlo. Es difícil que quieran y más aún que lo consigan, aunque la política griega puede ser muy ingeniosa cuando se trata de buscar un desacuerdo conjunto. Una vez en el poder, Syriza puede contar con el apoyo puntual de los Griegos Independientes, una escisión de la conservadora Nueva Democracia que también se opone a la austeridad dictada por Bruselas. El fosilizado Partido Comunista Griego (KKE) no apoyará a Syriza, pero tampoco es probable que boicotee sus medidas. Tampoco los fascistas de Amanecer Dorado. La mayoría absoluta no está, por tanto, en los 151 escaños. Es importante entender esta diferencia: los gobiernos pro-austeridad, como el encabezado por el primer ministro saliente Samarás, necesitaban superar ese listón porque sus políticas eran extremadamente impopulares y solo era posible hacerlas pasar por el Parlamento con mayorías complicadas. Lo que quiere hacer Tsipras es, en líneas generales, un consenso nacional y las discusiones giraban en torno a si era posible, no a si era preferible. En todo caso, a partir de ahora, y al menos durante un tiempo, la política no va a estar en el Parlamento de Atenas sino en las negociaciones con la Unión Europea. Para esto último el nuevo Gobierno no necesita hacer aprobar leyes sino habilidad y suerte. ¿Cómo reaccionará la UE? Para empezar, olvidándose de todo lo dicho hasta ahora. En política las amenazas son una estrategia preventiva que se esfuma ante los hechos consumados, y Bruselas tiene una larga experiencia a la hora de acomodarse a las circunstancias. Una guerra de desgaste con el nuevo Gobierno griego no beneficiaría a nadie, así que, casi con total seguridad, habrá un acuerdo que se tendrá que disfrazar convenientemente para que parezca que no se ha cedido. Alemania obtendrá algún tipo de compensación en otro asunto y habrá de esforzarse en vender el resultado a sus ciudadanos como favorable a sus intereses. En el fondo, esa va a ser la negociación de verdad: una partida de póker en Berlín entre dos antiguos miembros de las juventudes comunistas, Alexis Tsipras y Angela Merkel, en la que se juega el futuro del capitalismo europeo. Quién lo iba a decir.