La seguridad de Obama, en entredicho

Mercedes Gallego NUEVA YORK / COLPISA

INTERNACIONAL

Julia Pierson.
Julia Pierson. J. Watson < / span>AFP< / span>

El Congreso cuestiona la capacidad del Servicio Secreto para proteger al presidente por minimizar la entrada de un intruso en la Casa Blanca

01 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La sombra de John F. Kennedy planeó ayer sobre el Congreso de EE.UU. cuando los legisladores que entrevistaban a la directora del Servicio Secreto, Julia Pierson, recordaron la tragedia que podía haberse repetido con Barack Obama. La pregunta no era totalmente hipotética. El primer presidente negro de la historia ha recibido tres veces más amenazas que sus predecesores y apenas hace diez días un desequilibrado con una navaja en el bolsillo logró burlar todos los protocolos de seguridad y entrar en la Casa Blanca, que debería ser el edificio más seguro del mundo.

No es la única noticia inquietante sobre la seguridad del presidente. Hace casi tres años, antes de que Pierson se convirtiera en la primera mujer en dirigir el Servicios Secreto, otro desequilibrado aparcó el coche en un carril junto a la Casa Blanca y disparó siete tiros contra la mansión, uno de los cuales impactó contra las ventanas que dan al balcón de Truman, localizado en la segunda planta. Si al público le ha dado escalofríos pensar lo cerca que estuvieron las balas de la familia Obama, a la primera dama se la llevaron los demonios.

Ese 11 de noviembre del 2011 se encontraba en California con su marido, pero su madre y su hija menor, Sasha, estaban cerca de ese balcón, mientras Malia llegó minutos después. Sin embargo, Michelle no supo nada del incidente hasta que volvió a casa, porque los agentes tardaron cuatro días en descubrir que había disparado hacia la mansión. Y solo porque una camarera vio los cristales rotos al descorrer las cortinas para ventilar la habitación, ante la llegada de la primera dama.

The Washington Post, que reveló el episodio el domingo, dice que Michelle Obama estaba «furiosa». Sus gritos se oían a través de la puerta cuando interpelaba al entonces director del Servicios Secreto Mark Sullivan, que la había acompañado en un largo vuelo desde Hawái sin mencionar el incidente que puso en peligro la vida de sus hijas. Ortega, condenado a 25 años de prisión, tenía en el coche 180 balas para el rifle semiautomático Cugir, la versión rumana del AK-47, además de una pistola.

Como en el incidente ocurrido hace diez días, todo indica que los agentes se relajan cuando el presidente está fuera, algo de lo que tiene que responder ahora Pierson. «Todos estamos indignados», aseguró. Asumió la «total responsabilidad» por los fallos de seguridad, pero no presentó su dimisión. La directora ha aceptado una investigación independiente para entender por qué el intruso fue capaz de saltar la valla y escapar a seis agentes que lo perseguían sin que nadie le soltase los perros o le pegase un tiro, como pidió ayer uno de los congresistas.

Lo que también le queda por aclarar es por qué el cuerpo minimizó el incidente, al decir que el intruso no iba armado, a pesar de llevar una navaja, ni había pasado del pórtico -llegó hasta la sale Este-. Omar González, un puertorriqueño de 42 años en tratamiento psiquiátrico desde que volvió de Irak, tenía en el coche 800 rondas de munición. Por fortuna, en su incursión en la Casa Blanca dejó atrás la escalera que sube a los aposentos de la familia Obama, que tampoco se encontraba en la mansión.