Noche de canciones y amanecer de llantos ante el Parlamento escocés

M. F. edimburgo / E. Especial

INTERNACIONAL

20 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Las banderas escocesas seguían colgadas en las ventanas ayer. También las pegatinas y carteles con el sí. La llovizna y algún unionista fueron borrando las pintadas realizadas con tiza en los pedestales de las estatuas y en los monumentos la zona centro de Edimburgo. Se desvanecían las alusiones a la City, el gran demonio de la campaña de «Yes Scotland». La noche fue suya, pero la mañana fue del no.

En el día después de la votación sobrevivían algunos resquicios de una larga batalla, pero los independentistas ya habían abandonado las pinturas de guerra que habían lucido durante prácticamente toda la jornada anterior. El hervidero que abrazó durante largas horas el Parlamento escocés, con un buen número de catalanes y vascos abrazando la causa soberanista del sí, se había convertido de repente en un remanso tomado otra vez por las excursiones de turistas que buscaban el camino hacia el castillo.

Los jóvenes ganaban en ojeras a los mayores. Cuestión de lágrimas y de alcohol. Ellos, los soberanistas de menor edad (la votación se abrió a los mayores de 16 años) flirteaban con la posibilidad de que quizás puedan vivir lo bastante para repetir ese referendo generacional. «Volveremos», decía sin mucha convicción Kate, de 17, que todavía intentaba reconducir sin éxito el rímel que oscurecía sus ojos. «Sí, en otros 307 años», respondía en las redes sociales Stephen Reid a los que aseguraban que habría otra oportunidad. No era el único. «Pensaba que podíamos ganar. ¿No viste las encuestas? No parecía que hubiera tantos unionistas, es como si salieran de la nada», comentaba Brian Smith.

Las palabras «decepción» y tristeza se repetían en las calles, en las emisoras de radio, ante las cámaras de televisión. «Somos el único país del mundo que rechaza la independencia», se lamentaba Deirdre, una activista que trabajó dos años por la secesión. Contrapunto realista el de Michelle Blake, una indecisa que se decantó por el sí en el último minuto: «La derrota no es un desastre. El referendo sirvió para poner a Escocia en el mapa y ahora el Gobierno de Londres tendrá que escucharnos más».