Estela de Carlotto: «Quienes criaron a mi nieto van a ser juzgados»

EFE

INTERNACIONAL

David Fernández

La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo augura nuevas identificaciones

12 sep 2014 . Actualizado a las 22:25 h.

Un mes después de la recuperación de su nieto Guido, Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, celebra que se haya producido un movimiento sin precedentes que augura nuevas identificaciones y sostiene con rotundidad que quienes se lo apropiaron serán juzgados.

Criado con el nombre de Ignacio Hurban en Olavarría, en la provincia de Buenos Aires, Guido Montoya Carlotto, un músico de 36 años, se convirtió el pasado agosto en el nieto número 114 restituido por Abuelas de Plaza de Mayo, la organización que lidera su abuela desde hace 37 años.

Hijo de Laura Carlotto, secuestrada en noviembre de 1977, cuando estaba embarazada, y asesinada un año después por la dictadura militar (1976-1983), su restitución fue una auténtica sorpresa para Estela de Carlotto, que asegura que nunca perdió la esperanza de recuperarle aunque, por momentos, llegó a preguntarse si sería posible el encuentro dada su avanzada edad, 84 años.

Una alegría que no se ha empañado por la polémica abierta sobre la jurisdicción del proceso legal que debe esclarecer responsabilidades en la apropiación de Guido.

«Un conflicto artificial»

«Es un conflicto artificial», sostiene la presidenta de Abuelas, partidaria de trasladar la causa que se sigue en la capital argentina a la provincia de Buenos Aires, donde habría nacido Guido y donde vive, frente a la negativa de la juez María Servini de Cubría de ceder el caso.

Carlotto lamentó que la juez, que ha colaborado en numerosas identificaciones con Abuelas, «alega, o deja traslucir, que no queremos que se juzgue a los apropiadores de mi nieto».

«Quienes criaron a mi nieto van a ser juzgados, y si se les encuentra responsables, condenados. Y si no, serán absueltos. No depende de nosotros, sino de la Justicia. Insisto, jamás nosotros propiciaríamos el no juzgar a quien merece ser juzgado por este delito que es tan grave», asegura.

Con independencia del proceso legal, Carlotto celebra que la restitución de Guido haya desatado una «explosión social, nacional e internacional».

«A partir de este encuentro, esta casa (la sede de Abuelas de Plaza de Mayo) se ha transformado en un movimiento permanente de llamadas telefónicas o presencia de jóvenes que vienen con sus dudas a consultarnos. No damos abasto. Hubo que reforzar el plantel de gente empleada para recibirlos, escucharlos y darles un turno para que se saquen sangre», explica.

Una respuesta «que seguramente a corto plazo nos permitirá hacer buenos y nuevos anuncios», añade, satisfecha de que, si bien en la institución siempre se ha trabajado mucho, «nunca tanto como ahora».

Un empujón a la lucha contra el reloj que libra la organización, que ha incluido en su junta directiva a nietos recuperados y familiares de desaparecidos porque «algún día ya no estarán las abuelas», continúa Carlotto.

Entretanto, la búsqueda sigue, «vamos viendo y acompañando los tiempos, sin dejar de trabajar» con un desafío: «Qué más podemos hacer, que más debemos hacer».

La respuesta, añade de inmediato, pasa por la difusión, el fortalecimiento del banco de datos genético para aumentar las posibilidades de identificación de los hijos de los desaparecidos durante la dictadura, sobre todo, por la lucha contra el olvido.

«Nadie puede pedirle a otra persona que olvide de quién es y que viva con una identidad falsa, inventada, una que no le corresponde. Todos tenemos derecho a vivir con nuestra propia identidad, a saber quienes fueron nuestros padres, qué nombres tenían. Esta es la memoria», sostiene.

Mientras continúa volcada en la recuperación de los nietos, Estela de Carlotto trata de conocer un poco más al suyo: «nos estamos viendo, contándonos lo que se puede».

«Él, si pregunta, tiene respuestas, si no, no lo apabullamos con historias, ya las irá conociendo de a poco», detalla Carlotto, que disfruta muy especialmente de Guido porque «yo soy la abuela, yo soy la que le hago los mimos».