«¡Hay guerra. Váyanse de aquí!»

s. orjollet DONETSK / DPA

INTERNACIONAL

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Los combates se acercan a Donetsk, donde solo queda agua para cinco días y los milicianos han comenzado a evacuar a población

22 jul 2014 . Actualizado a las 10:38 h.

«¡Hay una guerra. Váyanse fuera de aquí!». Un combatiente lanza ese grito de advertencia a un grupo de civiles asustados que se esconden detrás de unos muros. Están a unos 300 metros de la estación de trenes de Donetsk, una ciudad del este de Ucrania en poder de los separatistas prorrusos. Muy cerca se oye el choque sordo del impacto de la artillería y a lo lejos se ven las ráfagas de disparos de cohetes lanzados por los célebres «órganos de Stalin».

Los combates entre los leales al Gobierno de Kiev y la insurgencia prorrusa son especialmente violentos en esta capital del este del país. Solo en el círculo de cuarenta kilómetros en torno a la zona en la que cayó el avión se ha decretado una tregua. Un proyectil ha dado de lleno sobre un inmueble de viviendas, donde han muerto al menos cuatro personas. El vicejefe de Gobierno de la autoproclamada República Popular de Donetsk, Andrei Purgin, cuenta ya decenas de muertos entre la población civil, aunque ninguna fuente independendiente ha podido confirmar sus palabras.

Jamás la guerra se había acercado tanto al centro de esta ciudad que contaba con un millón de habitantes antes del conflicto. A la población únicamente le queda agua para unos cinco días.

Volodia, de 19 años, es un combatiente separatista. Dice que las fuerzas ucranianas atacaron hacia las 10 de la mañana, avanzando con blindados desde el aeropuerto, un poco más al norte. «Se encuentran a unos dos kilómetros de la estación», explica el joven rubio. Y Tatiana, de unos 40 años, señala hacia los barrios del otro lado de las vías férreas. «Vivo allá, cómo voy a hacer para ir a buscar a mi hija», se queja casi llorando. Porque los combatientes se mantienen inflexibles y no la dejan pasar. «¿Pero cómo quieres que haga si no dejan pasar a nadie?», grita un hombre en su celular, con aire de mucha frustración e inquietud.

Los combatientes no dudan en disparar al aire para disuadir a un peatón que se muestra demasiado insistente y pretende acercarse a la línea de fuego para regresar a su hogar.

Pasan algunos minibuses a toda velocidad por el medio de la calle. Las autoridades cuentan que están evacuando a al menos unas 300 personas que permanecían atrapadas en un barrio en plena zona de combates.

En medio de todas esas caóticas escenas un trolebús vacío sube tranquilamente la avenida hacia la estación. Se escucha el ruido de una media docena de disparos de mortero.

La estación está vacía. O casi. Porque un tren se dispone a salir, pese a todo, hacia Mariupol, una ciudad balnearia ubicada a unos 100 kilómetros al sur. Algunos milicianos ayudan a los pasajeros a subir sus maletas al tren. A través de la galería sobre las líneas férreas se ve un paisaje despejado en dirección del aeropuerto. Y una columna de humo negro. «Cuidado, hay francotiradores», advierten a la población los milicianos.

Ayer no fue un buen día para ellos. Los separatistas rusos tuvieron que rendir a las fuerzas ucranianas tres ciudades. Dzerzhinsk, en el norte de la región de Donetsk; además de latúgino y Rubézhnoe, en Lugansk.