La mayoría de los congresistas de EE.UU. son millonarios

victoria toro NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Diversos estudios investigan cómo influye la riqueza en sus decisiones

11 ene 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

Más del 50 % de los congresistas estadounidenses son millonarios y esto es así por primera vez desde el año pasado. O, al menos, por primera vez desde que los legisladores norteamericanos están obligados a hacer una declaración anual de su patrimonio. De los 534 miembros que tienen las dos cámaras, 268 tienen más de un millón de dólares, según un estudio realizado por el Centro para la Política Responsable publicado ayer.

El más rico es Darrel Issa, republicano de California, cuyo patrimonio asciende a entre 464 millones de dólares. Y el más pobre es David Valadao, también, cuya granja familiar tiene 12,1 millones de deudas.

Los millones no tienen ideología. La riqueza media en la Cámara de Representantes es de 896.000 dólares: 929.000 tienen los demócratas y 884.000 los republicanos de promedio, y en ambos casos las cifras superan las del año pasado. Y no en vano se ha llamado siempre al Senado el club de los millonarios: la fortuna promedio de los senadores es de 1,7 millones de dólares para los demócratas y de 2,9 para los republicanos. En conjunto, el patrimonio neto de cada senador es de 2,7 millones.

En comparación con el año pasado, los demócratas han visto cómo se rebajaba considerablemente su riqueza media, pero no es que se hayan empobrecido, sino que dos colegas muy ricos dejaron el Senado: John Kerry, actual secretario de Estados, que durante muchos años fue el senador más adinerado, y Frank Lautenberg, senador de Nueva Jersey que murió en el 2013 y tenía una fortuna superior a los 90 millones de dólares.

Las inversiones en bolsa parecen ser el negocio preferido por los representantes del pueblo americano. El informe destaca que unas pocas, pero muy poderosas, concentran la mayoría de las inversiones. General Electric, Wells Fargo, Microsoft, Procter & Gamble y Apple y otras cinco grandes empresas contaban entre sus accionistas con más de cuarenta políticos. Que además inviertan en fondos de inversión, gestores de carteras o capitales de alto riesgo no deja de suponerles un colchón que, además de proporcionarles buenos beneficios, los protege de las acusaciones de que sus decisiones políticas estén condicionadas por sus intereses económicos.

Y no deja de ser una contradicción que sea precisamente cuando se debaten leyes tan importantes para los que menos poseen como la extensión del subsidio de desempleo y la elevación del salario mínimo.