Los Obama vuelven a sus costumbres más pijas

Victoria Toro

INTERNACIONAL

La familia presidencial americana ha decidido veranear en Martha's Vineyard tras los cien millones de dólares por un viaje a África que ha indignado a ciertos sectores

12 ago 2013 . Actualizado a las 02:51 h.

Desde el viernes los Obama están otra vez en el sitio más exclusivo de Estados Unidos para las vacaciones, la isla de Martha's Vineyard. Allí habían pasado sus días de descanso estival en el 2009, 2010 y 2011, pero no en el 2012. La razón es muy fácil de entender, Martha's Vineyard es el lugar de veraneo de los más ricos entre los ricos y el 2012 fue año electoral. Cada vez que la familia Obama ha ido allí, al presidente le han llovido las críticas, así que el año pasado suspendió sus lujosas vacaciones no fuera a ser que le restaran votos. Pero el 2013 no solo no es año electoral sino que el mandatario estadounidense ya no se juega nada porque está en su último mandato, así que la consigna de este año parece haber sido: ¡a disfrutar!

Y es que no ha sido solo el destino vacacional de agosto lo que ha provocado críticas al inquilino actual de la Casa Blanca, algunas otras aficiones de la familia han hecho que se les acuse de elitistas, alejados del estadounidense medio y de snobs. En una palabra, de pijos.

El propio Barack Obama recuerda en su autobiografía como su gusto por la mostaza francesa de Dijon para acompañar a las hamburguesas en vez de la tradicional y tan estadounidense mostaza amarilla causaba terror a sus asesores. Es fácil de entender ese miedo en un país que consideraba negativo que el excandidato republicano a la presidencia Mitt Romney hablara francés. Y es que cualquier interés por culturas, gastronomías o costumbres foráneas es visto como liberal y elitista. Y aunque Obama intenta dar una imagen cercana, lo cierto es que está muy lejos de ella.

Las vacaciones en Martha?s Vineyard son un ejemplo, como lo es su afición al golf e incluso a la lectura por encima de la televisión. Su mujer, Michelle, contaba con total naturalidad no hace mucho que el presidente le había recomendado a su hija mayor que leyera a los clásicos estadounidenses y la niña había elegido Las uvas de la ira, de Steinbeck, y Suave es la noche, de Fitzgerald. Nadie se ha atrevido a criticar esas recomendaciones, claro, pero la mayoría de sus conciudadanos las ven con desconfianza. Lo que sí se ha criticado mucho han sido algunos de los viajes familiares. Si hace unos años a Michelle le cayó un auténtico chaparrón por la escapada que hizo con sus hijas a Marbella, este año la palma s se la ha llevado el viaje que, acompañado de su familia, hizo Obama a África el mes pasado. La factura fue de cien millones de dólares para el contribuyente y eso que la Casa Blanca había descartado un safari, a causa de los elevados costes en seguridad. Y los críticos no se han cansado de recordar a otros presidentes menos elitistas, al menos en apariencia, como Bush o Reagan que pasaban los asuetos en sus respectivos ranchos, como todos los gringos.

Corresponsal en Nueva York

La afición de Obama al golf ha crecido al tiempo que disminuía, obligado por la edad, su interés por el baloncesto. Y este deporte también le ha creado problemas en su país. Además de risas porque, según los maledicentes, es un malísimo jugador, en febrero tuvo que soportar un aluvión de críticas cuando decidió pasar un puente jugando al golf en uno de los campos más exclusivos en Florida. Comentaristas de todo el espectro político criticaron duramente la decisión de Obama de acudir a ese club de golf de Palm Beach, de recibir lecciones de un famoso instructor que le costaron 24.000 dólares y hasta de jugar con Tiger Woods, que es con quien Obama formó equipo durante ese fin de semana.

Desde entonces, el presidente practica este deporte en lugares más baratos, como Camp David donde celebró su cumpleaños.