La paz en Siria y sus descontentos

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

Los misiles que Moscú ha vendido al régimen de Bachar al Asad harán más complicados los bombardeos israelíes y hacen casi imposible una intervención estadounidense

19 may 2013 . Actualizado a las 11:18 h.

Se comprende el enfado de Estados Unidos e Israel con Rusia. Los misiles avanzados que Moscú le ha vendido al régimen de Bachar al Asad harán más complicados los bombardeos israelíes y convierten en prácticamente imposible una intervención militar norteamericana. Se entiende el enfado, pero resulta un tanto cómico que lo expresen así, como si quienes estuviesen vulnerando las leyes internacionales fuesen los rusos por vender material defensivo a un Estado soberano y no quienes lo bombardean o planean invadirlo. La impunidad es como una droga, crea hábito y distorsiona la percepción.

Los rusos recordaban que Siria les compró y pagó estos misiles en el 2007, antes de que comenzase la guerra civil. Pero evidentemente aquí hay algo más que un buen servicio posventa. Moscú quiere asegurarse de que su iniciativa de una conferencia de paz sobre Siria se tome en serio. Washington no deja de coquetear con la idea de armar directamente a los rebeldes, e Israel, cuyo interés es que la guerra se prolongue lo más posible para que ambos bandos se desangren, se estaba acostumbrando a bombardear Damasco cada vez que veía a los yihadistas en apuros, sin que nadie le dijese nada. Al enviar los nuevos misiles avanzados a Al Asad, Moscú pretende poner fin a este, llamémosle, paréntesis del Derecho internacional y que se preste más atención a su propuesta de una salida negociada al conflicto.

Es curioso como a veces la paz goza de muy buena prensa y otras, en cambio, se hace que parezca peor que la guerra. Y es que en el caso de Siria se habla de «armar a los rebeldes» casi como una medida pacifista, mientras que estos esfuerzos de Moscú por sentar en una mesa a las partes se presentan con bastante desgana, como si detener la matanza fuese una desgracia. Es cierto que una solución negociada impediría una victoria de los rebeldes y el establecimiento de una democracia en Siria. Pero la realidad es que ni los rebeldes tienen ahora mismo ninguna posibilidad de ganar ni nadie cree que fueran a establecer una democracia. En el mejor de los casos, a ésta seguiría una segunda guerra civil todavía más brutal y sectaria, como pasó en Irak. De hecho la guerra siria ha reiniciado ya la guerra civil allí también. Ayer habían muerto otro centenar de personas en atentados. En un solo día.

Ante esta situación, la iniciativa rusa parece la más realista. Aunque Al Asad logre mantenerse en el poder, el régimen tendrá que iniciar una transición igualmente porque necesitará aliarse con la oposición moderada (ahora arrinconada) para liquidar a las fuerzas de Al Qaida que los saudíes han estado armando durante un año.

Que sea alguien como Putin quien tenga que venir a poner sensatez en este asunto es algo que debería hacer reflexionar seriamente a la diplomacia internacional.