El «Bel paese» en el espejo

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

INTERNACIONAL

26 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Italia, un país acostumbrado a los laberintos políticos más inverosímiles, parece encaminarse ahora al más difícil todavía: la existencia de mayorías contrapuestas en las dos cámaras -siendo ambas necesarias para la formación del Gobierno- lo cual hace imposible, obviamente, la gobernabilidad.

¿Cómo explicar esos resultados, que se dan en la tercera economía de la eurozona, miembro nato del club de países más industrializados? Desde luego, la endemoniada ley electoral -calificada de «cerdada» por el ministro que la elaboró- ha sido decisiva, pero es obligado señalar también otros dos factores de fondo: en primer lugar, la enorme derrota de Mario Monti evidencia el más absoluto fracaso de la operación teledirigida desde Berlín y Bruselas para colocarle como primer ministro; con ello, quiebra la propia idea general de buscar soluciones tecnocráticas para impulsar «reformas» frente a la crisis, que hace solo un año parecía imponerse.

En segundo lugar, está la creciente ira de un gran sector de la población ante los resultados de una política económica suicida que ha sumido al conjunto de Europa en una nueva recesión, muy profunda en el caso italiano. Solo así se explica que más de uno de cada cuatro italianos haya votado por Beppe Grillo, un dato que tal vez sea recordado como hecho premonitorio, cuando se celebren otras elecciones, en otros países, a lo largo de los próximos años.

Por desgracia, la opción de Bersani, un tipo decente y serio, no se ha impuesto con la contundencia que exige una situación como la que vive Italia. Posiblemente se ha notado demasiado que la izquierda de ese país está muy lejos de tener un programa creíble para poner en marcha una nueva y necesaria dinámica, expansiva y redistributiva, a su economía: aquello de la «salida social a la crisis» ha sonado a fórmula hueca, casi tanto como ocurrió hace años en España.

La socialdemocracia europea, que ahora ponía su esperanza en Pier Luigi Bersani, sigue sin encontrar la clave para ofrecer una vía confiable en estas difíciles circunstancias.

En el último año parece que Europa ha evitado el abismo financiero, lo que no es poca cosa. Pero cada vez parece más claro que ha sido a costa de acercarnos a otros abismos: sociales y -ésta es una buena ocasión para comprobarlo- también políticos.