¿Llegará la primavera antes a Rusia?

leoncio gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

La probable victoria de Putin en las elecciones de hoy no cierra la crisis que vive el país

04 mar 2012 . Actualizado a las 12:05 h.

Las cosas van tan rápidas que, cuando nos familiarizamos con los conceptos creados para describirlas, empiezan a perder vigencia. Fijémonos, por ejemplo, en Rusia. Aportó la R de su nombre al acrónimo BRIC que el economista Jim O?Neill acuñó para referirse a las potencias emergentes que disputarán a Occidente el dominio del mundo los próximos años. Sin embargo, según los analistas Nicu Popescu, Ben Judah y Jana Kobzova, del Consejo de Relaciones Europeas, ya es un país pos-BRIC.

Antes de la crisis financiera, se le veía como una superpotencia de la energía en ciernes, con capacidad para crear una réplica de la UE en su área de influencia y fuerzas para recuperar la preeminencia que tuvo en la era soviética. Esa expectativa es hoy un espejismo. Rusia crece a un ritmo menor que el de China, la India y Brasil y, lo que es peor, lo hace lastrada por la ineficiencia estatal y el latrocinio institucional: el 80 % de las órdenes que da el Kremlin son ignoradas por los escalones inferiores de la Administración y el país ocupa el puesto 134 en la lista de 183 naciones que analiza Transparencia Internacional, think-tank de referencia para asuntos de corrupción que lo sitúa a la par que Papúa-Nueva Guinea.

Cuando se pregunta a qué se debe, las miradas se dirigen al antiguo espía que engañó a Yeltsin, que aborrece a Gorbachov y que aún no perdió la esperanza de rehabilitar a Stalin. Putin hizo todo lo posible para mantener a Rusia en estado de criopreservación. Lejos de emplear los cuatro últimos años para preparar un futuro más allá de su persona, proyectó sobre su país lo que ahora sabemos que era un período sabático, y lo congeló en el tiempo: rehuyó diversificar la economía y hacerla menos dependiente del petróleo y el gas, desoyó las demandas para levantar un Estado de derecho donde solo hay redes clientelares y frenó cualquier tentativa de abolir el saqueo de los siloviki que forman su guardia de corps en los puestos claves.

Es solo una pequeña parte del dibujo. La bonanza económica de que disfrutó Rusia los primeros siete años del siglo moldeó una nueva clase media urbana formada por profesionales liberales y emprendedores, descendientes en su mayor parte de la intelligentsia comunista, con educación y acceso a la información, cuyos niveles de renta y gustos son similares a los de cualquier europeo. Los sociólogos la denominan la primera Rusia porque reside principalmente en las doce ciudades con más de un millón de habitantes, por oposición a la segunda Rusia, concentrada en las localidades medias en las que aún está arraigado el modo de vida de la URSS, y la tercera Rusia, enquistada en la periferia rural.

Pacto de no intrusión

Esta nueva clase, que todavía no es mayoritaria pero que sin embargo es la más dinámica y ejerce una enorme influencia sobre las otras, está rompiendo lo que María Lipman, del Centro Carnegie de Moscú, denomina un pacto básico de no intrusión, el contrato social del putinismo, por medio del cual los rusos se desentendían de los asuntos públicos y el Estado no interfería en los privados. Lo mismo con otras palabras sostiene Mijaíl Dmitriev, del Centro de Investigaciones Estratégicas, cuando explica que los rusos están dejando de ser simples consumidores para convertirse en ciudadanos.

Fue un proceso gradual que se hizo notar cuando la ola de incendios que arrasó Rusia en el 2010 puso de relieve la esclerosis estatal. El malestar creció por la codicia insaciable de una cleptocracia incrustada en altos cargos y empresas dependientes del Estado, y se enconó aún más por las humillaciones personales que se ven obligados a sufrir los rusos corrientes en su trato diario con una Administración que impone sobornos incluso para trámites tan elementales como el carné de conducir. Pero cuando realmente cristalizó en un movimiento político fue cuando se acabó la pantomima.

La primera Rusia se sintió estafada al comprobar que la presidencia de Medvédev había sido una tomadura de pelo y que las reformas que había prometido, haciendo como que se tomaba en serio sus demandas, eran una engañifa que escondía un intento de breznevificar el país, entregando a Putin las llaves del Kremlin de por vida.

Puentes rotos

El aún primer ministro invirtió muchas energías y tiempo en crear un personaje ficticio con la función de ocultar su verdadera naturaleza. Tiene las características de un héroe de acción que hace pequeñas las hazañas de James Bond y que lo mismo caza una ballena en medio de un oleaje de tres metros que captura a un tigre con una flecha hipodérmica, desciende a 1.400 metros dentro de un submarino en el lago Baikal o vuela en un bombardero estratégico para superar la barrera del sonido y disparar un misil de crucero. Es un empeño creativo en el que a veces se le fue la mano, como cuando se descubrió que el temible oso polar que acariciaba estaba anestesiado o que las ánforas que extraía de un yacimiento arqueológico habían sido puestas allí antes. Pero esta vez no actuó.

La periodista Masha Gessen revela en una biografía titulada El hombre sin rostro que Volodia o Vova, como lo llaman, fue en realidad un matón que imponía su ley a fuerza de palos en el patio de San Petersburgo en el que transcurrió su adolescencia. La escuela del KGB a la que asistió lo educó en la cultura del asedio exterior y el odio nacionalista al extranjero. Tras curtirse en la persecución de disidentes, incubó el resentimiento del que aún no se liberó cuando su cosmovisión se vino abajo al desplomarse el comunismo. Todos los rasgos que se han visto aparecer en la respuesta que dio a quienes protestan, agresiva y rompiendo los puentes, como si fueran agentes enemigos y no ciudadanos con derecho a representación.

Va a ganar hoy. Las elecciones no son una contienda libre en la que los aspirantes compiten en condiciones de igualdad como ocurrirá en Francia dentro de poco. Putin ha usado sin rubor todos los resortes del Estado en su beneficio pero, además, consciente de que su popularidad se resquebraja, hizo campaña por primera vez en serio para movilizar a su base electoral, la segunda y la tercera Rusia que le siguen siendo fieles a cambio de un elevado gasto público. Diezmó a la oposición al dejar fuera a la única alternativa democrática, Grigori Yablinski, y patrocinar a dos candidatos ficticios, el multimillonario Prójorov y su hasta hace nada hombre de confianza en las finanzas, Serguéi Mironov. Si no fuera suficiente, hizo un uso impúdico de los medios de comunicación, que no han dejado de repetir que un traspié equivaldría a una nueva invasión napoleónica.

Los problemas empezarán el día después, cuando tenga que optar entre la represión o una reforma que en la práctica equivaldrá a desmantelar la Vertical de poder que tejió. Dependiendo de lo que haga, la primavera, que empieza en todo el mundo el 21 de este mes, puede llegar antes en Rusia.

la probable victoria de putin en las elecciones de hoy no cierra la crisis que vive el país

Putin rompió los puentes con los que protestan al tratarlos como agentes enemigos

Sus problemas empezarán el lunes cuando tenga que optar entre reformas o represión