Mubarak lanza a sus matones para asfixiar la revuelta popular

A. Rodríguez, E. Rubio EL CAIRO / AFP, EFE

INTERNACIONAL

La batalla en El Cairo se salda con tres muertos y 1.500 heridos, y provoca el caos

03 feb 2011 . Actualizado a las 08:50 h.

Las protestas pacíficas se tornaron ayer en violencia y caos en la plaza Tahrir, centro de las protestas contra Hosni Mubarak. Partidarios y detractores del presidente egipcio protagonizaron una batalla campal que dejó al menos tres muertos y más de 1.500 heridos, un día después que el jefe de Estado se negara a renunciar al poder antes de septiembre, como se lo exigió una multitudinaria marcha.

Los violentos enfrentamientos marcaron un punto de inflexión en la crisis en la que lleva inmerso Egipto desde hace nueve días. La situación se puso fuera de control en Tahrir después de que la cúpula militar instara a poner fin a la movilización. «El Ejército llama a los manifestantes a retornar a sus hogares para restablecer la seguridad y la estabilidad en las calles», declaró un portavoz. Un llamamiento que repitió anoche el vicepresidente, Omar Suleimán.

La erupción de la violencia sumió al centro de El Cairo en el caos absoluto, bajo la mirada pasiva de los militares apostados en sus tanques y la ausencia total de policías, que estos días limitan sus funciones a dirigir el tráfico y a custodiar algunas embajadas. Las ambulancias escoltadas por el Ejército entraron en la plaza Tahrir para evacuar a los heridos en las refriegas.

La violencia estalló sobre las 12.00 horas (una menos en España), cuando miles de defensores de Mubarak se acercaron a los accesos de Tahrir para encararse con los miembros de la oposición e intentar desalojarlos de la plaza por la fuerza con palos y barras de hierro.

Tras unos momentos de tensión en los que se intercambiaron insultos a través del fino cordón de civiles y militares que intentaban separar a los dos bandos, comenzó una lluvia de piedras en ambas direcciones que hirió en la cabeza a muchas personas, desalojadas inmediatamente de la plaza. Muchos otros sufrieron cortes y magulladuras al caer al suelo encima de cristales o al ser arrollados por la turba.

El principal foco de las refriegas se situó en el acceso a Tahrir ubicado delante del Museo Egipcio, donde se concentraron miles de partidarios gubernamentales, cuya cifra fue creciendo sin cesar a lo largo del día hasta alcanzar los 10.000.

Llegaron a caballo y en camello, en barcas por el Nilo o directamente en sus coches, tocando el claxon y gritando: «¡No se va, no se va!». Iban armados de porras, varas de hierro e incluso cuchillos. La mayoría eran jóvenes, pero también había mujeres, ancianos y familias, que se mantenían a una distancia prudencial. En cuanto oscureció, comenzó el lanzamiento de cócteles molotov en la plaza, que originaron incendios que los militares trataban de sofocar con mangueras y que alcanzaron el Museo Egipcio. Desde las ventanas de los edificios colindantes se arrojaban palos, sillas y todo tipo de objetos sobre los manifestantes.

Entrada la noche, los enfrentamientos se reanudaron con dureza en la plaza y se extendieron a las calles adyacentes, especialmente a la plaza de Abdelmenem Riad y al puente de Qasr el Nil.

Mubarak anunció la noche del martes en un discurso televisado a la nación que no se presentará a las elecciones de septiembre y acusó a determinados grupos políticos que no identificó de estar «manipulando y aprovechándose» de estas manifestaciones. «Se necesita liderazgo para elegir entre el caos y la estabilidad», añadió.

Sin embargo, las escenas vividas ayer en Tahrir están mucho más cerca del caos que de la estabilidad que esgrime Mubarak. El dirigente opositor Mohamed el Baradei aseguró que «matones han salido a atacar a manifestantes pacíficos y se ha probado que son oficiales de policía vestidos de civil, tenemos sus carnés de policía». El canal Al Yazira mostró supuestas identificaciones de policías que se hallaron en el suelo y que pertenecían a partidarios del presidente. Un portavoz del Ministerio del Interior, el general Abdelkarim Hamdi, desmintió estas informaciones, y negó que «miembros de la policía vestidos de paisano hayan participado en los enfrentamientos».

El Baradei llamó al Ejército a proteger a los egipcios.

Lágrimas y temores

Muchos ciudadanos en los alrededores de la plaza no podían contener las lágrimas al tratar de explicarse lo sucedido. «Mubarak debe irse antes de que estalle la guerra civil...», sollozaba la médica Dina Sabry, que acudió junto a su marido para comprobar in situ la situación.

«¿Quién ha dejado salir a los presos de la cárcel? ¿Quién ha vertido la gasolina para que esto se incendie? Los que han venido a defender a Mubarak se merecen un presidente como él», dijo Sabry, para quien el mandatario «ha conseguido partir al país en dos».

Pese a que la llegada de los fieles de Mubarak tenía muchas trazas de haber sido organizada, los defensores del régimen lo negaron. «Nuestro presidente es nuestro héroe; ahora está hablando el verdadero Egipto», dijo un manifestante.