Sergei Diaghilev, el hombre que provocó el mayor escándalo de la historia de la música

C. Barbería REDACCIÓN

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Sergei Diaghilev provocó el mayor escándalo de la historia de la música clásica con la obra «La consagración de la primavera»
Sergei Diaghilev provocó el mayor escándalo de la historia de la música clásica con la obra «La consagración de la primavera»

No era bailarín, tampoco coreógrafo, pero revolucionó el mundo de la danza con sus pequeñas decisiones. Pero también conoció el fracaso

31 mar 2017 . Actualizado a las 16:51 h.

Sergei Diaghilev no era bailarín, tampoco coreógrafo. Y sin embargo es una de las figuras más importantes y reconocidas del mundo del ballet. Fue un genio, un provocador y un hombre revolucionario. Y en alguna ocasión también un incomprendido. Provocó, incomodó e incluso conoció el fracaso debido a su adelantado talento. Este ruso fue una de las figuras más provocadoras del mundo de la danza. Pero también una personalidad de talla mundial con una influencia casi infinita. Marcó la historia del ballet. Sus ideas innovadoras y su forma de ver el mundo desde un prisma diferente le valieron un lugar privilegiado en los libros de historia cultural. Y en Google, que hoy le dedica un doodle con motivo del 145 aniversario de su nacimiento.

Y a pesar de todo lo que Sergei Diaghilev aportó al mundo de la cultura, todavía a día de hoy sigue siendo para muchos una personalidad totalmente desconocida. La gran pasión de este ruso nacido en el seno de una familia acomodada en Gruzino en 1872 y fallecido en Venecia en 1929, fue la danza. Y su legado, una verdadera revolución. No era bailarín, tampoco coreógrafo, pero como empresario, mecenas y visionario, sus decisiones, grandes y pequeñas, cambiaron para siempre el mundo del ballet. 

No lo hizo sin polémica. En los espectáculos de Sergei Diaghilev esta era un personaje más. Su revolucionaria y antiacadémica puesta en escena supusieron una revolución en el mundo de la danza clásica. Fue tal el cambio que planteaba que muchos no consiguieron entender su forma de trabajar. De hecho, durante años se habló de lo que muchos llamaban la maldición de La consagración de la primavera, una obra tan adelantada a su tiempo que provocó el mayor escándalo de la historia. A pesar del fracaso, Sergei Diaghilev supo levantarse y seguir cambiando poco a poco con su talento un mundo que parecía ser inamovible. 

Porque Sergei Diaghilev declaró la guerra a los tutús. Se plantó frente a algunas de las reglas establecidas y decidió cambiar esta prenda tan arraigada en el mundo de la danza. Solo en los hombres, que hasta ese momento vestían las típicas faldas de la misma forma que las mujeres. «Schérézade» fue la primera obra, en el año 1910, en la que los bailarines de Sergei Diaghilev dejaron a un lado los vestuarios a los que el público estaba acostumbrado y optaron por lucir unos pantalones diseñados por Léon Baks. Fue la primera revolución. Pero no la última. 

A pesar de ser una de las estrellas del mundo del ballet, eso sí, siempre desde un segundo plano; Sergei Diaghilev no vivió una existencia llena de excesos. A pesar del éxito de público que tuvieron todas sus obras de teatro, y de que su nombre estaba prácticamente a diario en boca de toda Rusia, Sergei Diaghilev sufrió en más de una ocasión dificultades económicas. Los números no cuadraron en varias ocasiones en su compañía y su apuesta por los decorados ostentosos tampoco ayudaba a ello.

Sergei Diaghilev entró en contacto con el mundo de la danza desde bien pequeño. La casa en la que vivía de pequeño fue un verdadero centro de encuentro de artistas y pintores, permitiendo al revolucionario mecenas entrar en contacto con la música, el canto y la pintura cuando solo contaba con unos pocos años. Sergei Diaghilev estudió Derecho, pero su vida giró alrededor de las artes desde muy joven, especialmente en la música y la pintura, llegando a organizar varias exposiciones. En 1906, Sergei Diaghilev logró que un distinguido conjunto de obras de artistas rusos colgaran de las paredes del prestigioso Petit Paais de París. Ese viaje y esa exposición supondría un antes y un después en su carrera.

Sergei Diaghilev sabía tratar con artistas. Había aprendido desde la cuna a relacionarse con ellos. Y con el tiempo, ese saber hacer y su don innato para las artes le acercaron a músicos, pintores o diseñadores de renombre. Algunos históricos. Otros de importante calado en su momento. Sergei Diaghilev trabajó con pintores como Picasso, compositores como Debussy, coreógrafos de la talla de Fokine o Balanchine, escritores con gran recorrido como Jean Cocteau o incluso diseñadores como Léon Bakst o Alexander Benois.

Desde entonces regresó a la capital francesa con mucha frecuencia, siempre con el objetivo de compartir las esencias de la cultura rusa con las altas esferas del arte parisino. Así, en 1907, Sergei Diaghilev logró organizar con éxito varios conciertos de música. Al año siguiente asumió la producción de Borís Godunov, una de las óperas más afamadas en la que se narra la vida personal de este zar ruso. La audiencia de la Ópera de París cayó rendida y Sergei Diaghilev recibió una nueva invitación para que regresase la siguiente temporada. 

De este modo, Sergei Diaghilev fundó los legendarios Ballets Rusos, una compañía artística de la que formaron parte, casi desde su mismo nacimiento, los mejores bailarines y artistas de todo el país (con figuras como Balanchine, Fokine, Karsavina, Massine, Nijinska o Nijinsky, que fue su amante). Ellos, bajo la dirección de Diaghilev, revolucionaron durante dos décadas los escenarios, las óperas y los teatros de todo el planeta. Hasta los menos conservadores se echaban las manos a la cabeza por las escenificaciones, las interpretaciones, las coreografías y los movimientos de los artistas rusos.

Una de las representaciones de Sergei Diaghilev pasó a la historia. Con mayúsculas. Ocurrió durante el estreno, el 29 de mayo de 1913, de La consagración de la primavera de Igor Stravinsky en París. La obra era revolucionaria. Y la puesta en escena fue tan audaz que provocó el mayor escándalo de la historia de la música clásica. Recibió una pitada monumental, el varapalo de la crítica y una extraña maldición: no volvió a ser representada hasta 1987.

Sergei Diaghilev fue una figura de talla mundial. En palabras de la legendaria bailarina irlandesa Ninette de Valois, el ruso fue «una maravillosa influencia» y sin él «nunca hubiera llegado a haber el British Ballet».  

No solo fue una figura importante en el mundo del ballet. También se ha convertido con el tiempo en una figura de referencia por la forma con la que hizo frente a su homosexualidad en una época tan complicada. Sergei Diaghilev fue, según muchos historiadores, el primer gay aceptado en su época. Su noviazgo con el bailarín Vaslav Nijinsky (estrella de su compalñía) fue uno de los temas más comentados en los corrillos sociales rusos de la época. Pero lo suyo no fue una historia de vino y rosas. Años después de su sonado romance, el bailarín decidió casarse con una joven húngara. Sergei Diaghilev entró en cólera, y dolido por su desplante ordenó su despido.

Tal y como recoge Google en un pequeño extracto dedicado al promotor -este viernes le dedica un doodle a Sergei Diaghilev por el 145 aniversario de su nacimiento-, durante el estreno de Schérézade (París, 1910) «los bailarines intercambiaron los tutús por unos arriesgados pantalones de harén creados por (el diseñador) Léon Bakst, mientras que Vaslav Nijinsky lucía pintura dorada en su cuerpo y joyas en su vestimenta». El buscador homenajea a Sergei Diaghilev celebrando «su desbordante imaginación con un Doodle en el que aparece el empresario flanqueado por sus bailarines. Sergei Diaghilev impresionó al mundo, tanto antes como ahora».