Día del maestro: Las razones por las que tus profesores consiguieron cambiarte la vida

La Voz

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Todos los buenos educadores tienen muchas cosas en común, entre ellas sus métodos y fórmulas para enseñar

28 nov 2016 . Actualizado a las 08:21 h.

El Día del maestro llega este año en un momento complicado para los profesionales de la enseñanza en España, inmersos en una reforma educativa que parece no ver la luz al final del túnel. A pesar del tiempo que les ha tocado vivir, el Día del maestro tiene su razón de ser. Porque ellos son esos grandes olvidados. Los criticados. Algunas veces hasta los más perseguidos. Y sin embargo los maestros son una de las figuras más importantes en la vida de cualquiera. El Día del maestro les recuerda mientras otros les olvidan. Porque a pesar de que los buenos maestros han cambiado las vidas de millones de imberbes a lo largo de la historia, pocos reconocimientos tienen. 

Mientras Google dedica a los maestros uno de sus doodles, a muchos se les viene a la cabeza alguna de las figuras que pasaron por su historia escolar. Uno de esos maestros que cambiaron su vida de una forma u otra gracias a su saber hacer. Y es que, probablemente, todos hemos disfrutado de algún profesor especial que con su motivación ha conseguido encaminar la rebeldía e ilusión que dominan a los más novatos.

Al otro lado de la balanza se colocan todos esos educadores que muchos creerán que no se merecen un Día del maestro. Los que nos han provocado más de un sofocón, algún que otro disgusto y hasta incluso un cambio en nuestro futuro. Esos que con su poco saber hacer han conseguido que odiáramos alguna asignatura, moldeando lejos de las mismas nuestro futuro. ¿Qué los diferencia entonces de los buenos maestros?

Sobre el buen instructor hay muchas cosas escritas. Los que se merecen un Día del maestro tienen muchas cosas en común. Su saber hacer. Su paciencia. Su capacidad. Pero sobre todo su pasión. Los cuatro ingredientes que sumados al sacrificio consiguen enganchar a generaciones enteras. No se trata de aderezarlo todo con autoridad. Tampoco con extrema disciplina. Pero mucho menos con exacerbada ternura. Tampoco los grandes profesores son los que muestran un superávit de conocimiento. Es algo más. Los que se merecen ser felicitados en el Día del maestro tienen otras características mucho más importantes. También más difíciles de conseguir.

Los instructores que sobreviven a la memoria son capaces de escuchar a sus alumnos y adaptar sus métodos de enseñanza a las necesidades y preferencias que sus pupilos tienen. Hay profesores que tras encontrarse con clases difíciles que no son capaces de quedarse con los métodos clásicos deciden recurrir a otros sistemas más atípicos como la música o las artes. En el Día del maestro también merecen un especial recuerdo todos aquellos mentores que son capaces de confiar en la capacidad de aprendizaje de sus alumnos en todo momento y se deja enseñar por ellos. Para ello es necesario innovar y dejarse llevar por las nuevas tendencias. Atrás queda la manida cultura del aprendizaje por repetición.

No hay materias difíciles. Hay retos. Las ciencias y las matemáticas son uno de ellos. Los profesores que merecen un Día del maestro son capaces de convertir en interesantes y accesibles las asignaturas más laboriosas y lo hace consiguiendo inspirar a sus oyentes y construyendo en ellos un conocimiento crítico. 

No solo se trata de saber lo que se escribe en los libros. Porque todos aquellos de los que nos acordamos en el Día del maestro han ido un paso más allá. Ellos han conseguido mostrarnos la importancia de los aspectos emocionales y de relación en nuestro camino de conocimiento.

Los grandes maestros merecen un día. Porque ellos han sido capaces de cambiarnos. Moldearnos y sobre todo, conducirnos a lo que somos y seremos a lo largo de nuestra vida