Rosario Castellanos: «La mujer no está preparada ni interesada en el pensamiento»

La Voz

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Con esta incendiaria afirmación, cargada de intención y recogida en su primer ensayo, la escritora abrió en el México de 1950 el debate sobre el papel de la mujer en la cultura. Habría comprendido la relevancia de la protesta feminista. Metió el dedo en la llaga. Y liberó a las mujeres mexicanas

25 may 2016 . Actualizado a las 14:35 h.

Rosario Castellanos aseguraba rotundamente en su controvertido primer ensayo, publicado en 1950, que no existía cultura femenina en México, que la mujer no estaba preparada ni interesada en el pensamiento, que su única incursión en la cultura se limitaba a la poesía y a la novela sentimental. Se ganó una legión de enemigos. No la conocían bien a la irónica y comprometida mexicana, cuya intención al poner el foco en su tratado de juventud sobre la marginación de las mujeres en el ámbito de la cultura, no era otra que revisar la situación femenina y batallar para que las cosas cambiasen. Nacida hace hoy 91 años, fue la mujer que liberó a las mujeres mexicanas. 

Rosario Castellanos nació en Comitán (Chiapas) en el seno de una familia humilde. Perdió a su hermano y a sus padres antes de cumplir los 25 años. Pese a la falta de recursos, su afán por la autoexpresión la empujó hasta Ciudad de México, donde estudió Filosofía y desarrolló su faceta de escritora. Entre sus obras más importantes, destacan Oficio de tinieblas o Balún Canán, novelas indigenistas, dedicadas a narrar la vida de los aborígenes «desde un punto de vista mestizo», destaca la historiadora Gabriela Cano. No obstante, como a lo largo de todas su obra, también en estas el papel de la mujer es tema clave.

La vida no dejó de asestarle duros golpes a Rosario Castellanos que, ya casada con el profesor Ricardo Guerra, sufrió varias depresiones provocadas por abortos y la muerte de una hija recién nacida. Al fin llegó su hijo Gabriel, al que dedica un emotivo poema que deja entrever la mezcla de sentimientos que vivió la poeta:

«Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba/ ocupando un lugar que era mi lugar,/existiendo a deshora,/ haciéndome partir en dos cada bocado./Fea, enferma, aburrida/lo sentía crecer a mis expensas,/robarle su color a mi sangre, añadir/un peso y un volumen clandestinos/a mi modo de estar sobre la tierra./Su cuerpo me pidió nacer, / cederle el paso;/darle un sitio en el mundo,/la provisión de tiempo necesaria a su historia./Consentí. Y por la herida en que partió, por esa hemorragia de su desprendimiento/se fue también lo último que tuve de soledad, de yo mirando tras de un vidrio./Quedé abierta, ofrecida a las visitaciones, al viento, a la presencia».

Los problemas para ser madre y la infidelidad de su marido hicieron que Rosario Castellanos acabase con su relación después de trece años de matrimonio. Pero este episodio de su vida no hizo más que afianzar su papel como uno de los símbolos del feminismo latinoamericano. En 1972 reunió toda su obra poética en Poesía no eres tú. Sin embargo, una de sus obras cumbre en defensa de las mujeres y su liberación fue una composición teatral, El eterno femenino, en la que desmitifica los estereotipos de la mujer y describe la evolución de una de ellas, Lupita, desde el rol típico hasta su transformación en una mujer liberal. Esta obra fue además una de las últimas que publicó antes de morir, como no podía ser de otra forma, de manera dramática.

Rosario Castellanos pasó los últimos años de su vida en Israel, donde fue embajadora de México desde 1971 y trabajó como catedrática en la Universidad Hebrea de Jerusalén. El 7 de agosto de 1974 un accidente doméstico truncó su vida en su residencia diplomática de Tel Aviv. Según el parte oficial, la escritora sufrió una descarga eléctrica al tratar de encender una lámpara tras salir del baño.

Pero muchos seguidores no han aceptado esta versión oficial. Piensan que la propia Rosario Castellanos provocó su propia muerte. La también escritora mexicana Martha Cerda escribió una carta a la periodista Lucina Kathmann en la que aseguraba que la poeta se suicidó como consecuencia de los numerosos episodios depresivos que había sufrido desde su niñez. Una tercera teoría sobre su muerte mantiene que fue asesinada por causas políticas. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres desde el 9 de agosto de 1974.