Adolphe Sax: El padre del saxofón y de un sonido que revolucionó la música

La Voz REDACCIÓN

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Ideó un instrumento de viento que emulase en el timbre a uno de cuerda, y sin saberlo creó el alma del jazz cuyo apogeo llegó treinta años después de su muerte

06 nov 2015 . Actualizado a las 19:32 h.

Sin Adolphe Sax la música sería bien diferente a lo que conocemos hoy en día. Músicos como Lester Young, Coleman Hawkins, Dexter Gordon o Charlie Parker no serían tan vitales en la historia de la música y tal vez el jazz ni siquiera contaría con este profundo e intenso sonido metálico, si este belga no hubiese dejado de lado su profesión de ebanista para inventar el saxofón.

Este instrumento se convirtió en un hijo para él, generándole incluso las alegrías y disgustos propios de tal parentesco. Sin embargo, Adolphe Sax no llegaría a ver brillar el saxofón en todo su esplendor, porque fue a partir de 1920 cuando comenzó a introducirse en las grabaciones de jazz clásico para saltar a la orquesta sinfónica, donde aumentó todavía mas su popularidad.

Para llegar a inventar el saxofón, Adolphe Sax buscó crear un instrumento de viento, que por su timbre y carácter, se aproximase en su sonido a uno de cuerda, pero con mayor intensidad y fuerza. Y sin saberlo creó el alma del jazz, un instrumento capaz de reflejar la tristeza o melancolía de las canciones. Los músicos de Nueva Orleans en los años veinte llegaron a perfeccionar y pulir su técnica y crearon melodías que sin ayuda del saxofón, no podrían sonar de la misma manera.

Pegado a la música desde la infancia

La accidentada vida por la que pasó Adolphe Sax antes de inventar el saxofón pudo haber provocado una historia bien diferente. Según recogen sus biografías, Sax vivió varios episodios accidentados: se precipitó al vacío desde un tercer piso, se tragó un alfiler, se bebió un vaso lleno de lejía, resultó herido por una explosión de pólvora, quemado tras caerle encima una olla con agua hirviendo, intoxicado con gases tóxicos, fue salvado in extremis de morir ahogado en un río y hasta resultó golpeado con un adoquín en la cabeza. Resistió a todo. No así seis de sus diez hermanos.

Los Sax vivían en Dinant, a orillas del río Mosa. Carles-Joseph, el cabeza de familia, era un mañoso arquitecto, ebanista y gran amante y aficionado a la música. Tocaba con habilidad el serpentón, un instrumento de viento-madera con forma de serpiente que hoy en día cuenta con un uso muy marginal, considerado como uno de los padres de la tuba. Su trabajo con la madera no le permitió ahorrar el suficiente dinero como para comprarse un serpentón, pero sí logró hacerse con la materi prima para fabricarse uno. Tuvo éxito. Tanto, que dejó su oficio de ebanista para transformarse en luthier, llegando a convertirse en fabricante oficial de los instrumentos de la Corte de Guillermo I. Adolphe Sax heredaría de su padre su afición por la música y la habilidad para la elaboración de instrumentos musicales.

Adolphe Sax, tras su formación académica, entró de aprendiz privilegiado en la fábrica regentada por su padre. Aunque en un futuro se acabarían invirtiendo los papeles. Los negocios alternativos, siempre relacionados con la música, prosperaron. Todo lo contrario que los de su padre, quien acabó enfrentándose a importantes problemas financieros, hasta el punto de que acabó colaborando con su hijo.

Las innovaciones instrumentales de Adolphe Sax triunfaron también en París. Se trasladó a vivir a un cobertizo a orillas del Sena hasta que logró establecerse en una vivienda más confortable. En París presenta los saxofones en público por primera ocasión en 1844. Fue patentado en 1846. Es muy probable que esta nueva familia musical, nacida a partir de los clarinetes, fuese inventada incluso varios años antes, pero Adolphe Sax fue perfilando sus saxofones hasta entonces.

Como en un primer momento era la única persona que conseguía hacer sonar esos instrumentos metálicos, Adolphe Sax también se convirtió en el primer profesor de saxofón de la historia, llegando a interpretar bajo la batuta de Héctor Berlioz la primera obra que se conoce para este instrumento, el sexteto Canto Sagrado.

Con el nacimiento de este nuevo instrumento llegaron también los celos y las envidias de sus competidores, hasta el punto de que los rivales de Adolphe Sax se organizaron para tratar de desprestigiar tanto al saxofón como a su creador. Las continuas denuncias para revocarle la patente lo llevaron a declararse en bancarrota en tres ocasiones, y a pesar de todo Adolphe Sax logró fabricar alrededor de 20.000 saxofones entre 1843 y 1860.

Al princio solo gozaron de una excelente aceptación dentro de la música militar, aunque poco a poco fueron incorporándose a las bandas sinfónicas, a las big band y al jazz, estilo de musical en el que se convirtió en una de las grandes referencias. Adolphe Sax ideó y creó con sus manos los saxofones, pero los grandes maestros como Charlie Parker (Kansas City, 1920), Lester Young (Misisipi, 1909), Coleman Hawkins (Misuri, 1904), John Coltrane (Carolina del Norte, 1926) o Dexter Gordon (Los Ángeles, 1923) alcanzaron la perfección soplando a través de sus boquillas.

El jazz vivió su época dorada treinta años después del fallecimiento de Adolphe Sax y junto a las grandes figuras de este género musical llegaron historias invérosimiles. Como la de Charlie Parker en el Massey Hall de Toronto en 1953. El músico llegó a la ciudad canadiense en uno de sus peores momentos personales y se presentó al concierto sin su saxofón tras empeñarlo días antes para conseguir dinero para heroína. En una tienda de música le prestaron uno de plástico y junto con Dizzy Gillespie, Charles Mingus, Bud Powell y Max Roach saltó al escenario a ofrecer un recital que la prensa del momento calificó de «concierto del siglo».