Thor Heyerdahl, el hombre que constató que los océanos han unido más de lo que han separado

La Voz REDACCIÓN

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En 1947, el explorador noruego cruzó el Pacífico, de Perú a la Polinesia, en una balsa de juncos; 101 días en el mar que le sirvieron para demostrar que pobladores sudamericanos habían llegado a las islas ya en tiempos precolombinos

06 oct 2014 . Actualizado a las 15:27 h.

El último de los grandes aventureros románticos, Thor Heyerdahl, nacido hace hoy cien años (6 de octubre de 1914, Larvik, Noruega - 18 de abril del 2002, Colla Micheri, Italia) se convirtió en un nombre al que recordar después de haberse lanzado a navegar en una balsa de juncos por el océano Pacífico junto a otros seis aventureros. La famosa expedición, que le debe su nombre al dios solar de los incas Kon-tiki, zarpó desde Perú a la Polinesia en el año 1947 con el objetivo de demostrar la posibilidad de que el conjunto de islas hubiese sido poblado por vía marítima. Hacía tiempo que Thor Heyerdahl barajaba la idea. Estaba seguro de que pobladores procedentes de Sudamérica habían llegado hasta la Polinesia ya en tiempos precolombinos; de que el hombre ya había surcado los mares, en balsas impulsadas únicamente por las mareas, las corrientes y la fuerza del viento.

La curiosidad de Thor Heyerdahl y su espíritu aventurero se despertaron, sin embargo, tiempo atrás. Las biografías de este hombre, que se asentó durante sus últimos años de vida lejos del Pacífico, en un tranquila zona de Tenerife, ya hablan de su interés por la zoología, la bacteriología y la química cuando abarcan sus primeros años de vida. De esta pasión derivaron sus estudios en humanidades y, posteriormente, en etnología histórica. Pero 1947 marcó un antes y un después en su vida. Desde entonces, el noruego figura en los libros de Historia como el hombre de la Kon-tiki -expedición que relató posteriormente en un libro que tituló con el mismo nombre-, una travesía que comenzó el 28 de abril y lo mantuvo en medio de 4.700 millas de océano durante 101 días. «Si me hubieran preguntado a los 17 años de edad si viajaría en el mar en una balsa, habría negado absolutamente esa posibilidad -declaró en una ocasión Heyerdahl -. A esa edad, sufría de fobia al agua».

Pero el valor de Thor Heyerdahl pudo con todo. Relata en La expedición de la Kon Tiki que todos los textos que había estudiado sobre la Polinesia coincidían en afirmar que las balsas de los pueblos suramericanos no podían navegar por mar abierto. «Además, un investigador de la Universidad de Harvard especializado en técnicas de navegación precolombinas aseguraba que antes de Pizarro ningún sudamericano pudo viajar más de dos semanas porque la madera de las balsas de la época se habría hundido -explica su hipótesis inicial en su descripción del trayecto-. Pero yo analizaba argumentos genéticos muy obvios, como que algunas plantas (batata, piña, papaya...) y animales de las Marquesas eran, antes de la llegada de los europeos, de origen sudamericano». «Seguramente los había llevado el viento -continúa-. Pero sabía que el hombre solo, era otro animal, y que podía moverse de igual manera. Podía haber navegado desde Suramérica a la Polinesia».

Se desprende de los trabajos y las expediciones de Thor Heyerdahl que, efectivamente, los océanos no aislaron a las distintas culturas durante los últimos 5.000 años. Refutó la creencia de que los pueblos americanos habían permanecido aislados del resto del mundo antes de la llegada de los europeos y, sobre todo, amplió los horizontes del mundo. Heyerdahl siguió escarbando en las grietas de la Historia después de la Kon-tiki. Años más tarde vivió una experiencia similar en aguas del Atlántico -desde Marruecos a las islas Barbados- a bordo del Ra, y, antes de retirarse de sus aventuras marítimas, navegó con el Tigris por el Mar Rojo para demostrar que la cultura del valle del Indo, en Pakistán, pudo haberse conectado con la de Mesopotamia. De la travesía atlántica concluyó que alrededor del siglo XII antes de Cristo, naves procedentes de lo que hoy es Cádiz, o de Lixus, en la costa de Marruecos, llegaron a América. Pero hay además otra interesante teoría en las cavilaciones de Thor Heyerdahl: la posibilidad de que en el año 3.000 a.C. sucediese un dramático episodio clave para las culturas entonces existentes. Habla el noruego de una gran inundación, que podría ser el Diluvio Universal descrito en la Biblia, cierta inestabilidad en el fondo oceánico y grandes maremotos.

Al final de su vida, Thor Heyerdahl se instaló en el archipiélago canario con su esposa. Su objetivo: las pirámides de Chacona, en Güímar. Convencido de que los guanches llegaron a Tenerife navegando desde África, guiados por el Teide, y de que las viejas pirámides fueron levantadas para realizar ceremonias y acontecimientos sociales, el explorador estudio a conciencia estos amontonamientos de piedra. A pesar de sus investigaciones, nunca logró descubrir ni su edad ni su origen. Por disposición no fue. «¿Fronteras? Nunca he visto una. Pero he oído que existen en las mentes de algunas personas».