La carestía de la carne

Juan Rof Codina

HEMEROTECA

27 jun 2017 . Actualizado a las 01:36 h.

En la prensa regional puede leerse, desde hace días, la noticia siguiente: «En la feria celebrada últimamente en... el ganado vacunó se vendió con baja». Los diarios de Madrid dan cuenta de que algunos carniceros han subido el precio de la carne y la explicación que se ha dado al alcalde de la corte ha sido que, como no se recibe en este tiempo más que ganado gallego, éste ha subido de valor por haberse terminado las existencias de reses argentinas que le hacían competencia.

Dos noticias opuestas que al lector confundirán y que, no obstante su exactitud, encierran un abuso que pocos logran explicar. El mercado de Madrid en esta época se surte de cebones gallegos. Numerosos tratantes recorren las aldeas y ferias, haciendo compras para contadas entidades exportadoras. El ganadero que ha engordado una ó más parejas de bueyes, que lleva agotadas las existencias de maíz, harinas y heno, tiene por necesidad que vender, porque si no lo hace tendrá que esperar al otoño ó malvender más tarde para otras plazas, cuyo consumo es de otra clase de ganado y pagan peor la carne de las reses adultas.

Los compradores conocen la situación angustiosa del labrador gallego, saben que disfrutan de una casi exclusiva é imponen precio y condiciones, favorables á ellos y onerosas para el ganadero.

Esta es la causa de que todos los años, debido á la concurrencia de vendedores, con una sola plaza y limitados compradores, el ganado se cotice, estos meses, en las ferias de Galicia, con baja, particularmente en las provincias de La Coruña y Pontevedra, principales recriadoras de bueyes.

La contratación de este ganado sigue haciéndose á ojo; los compradores han declarado guerra á muerte á la venta mediante báscula, que algunas entidades agrícolas de la provincia de Lugo han implantado, donde instaló el Ayuntamiento hace años un magnífico aparato para pesar los bueyes vivos. Mediante una hábil estratagema, los intermediarios desacreditaron tan importante sistema de compraventa y ningún criador se atreve á utilizarlo.

El labrador gallego, en estas provincias, se ha asociado para asegurar los ganados, para intentar defender sus derechos de ciudadanía, para pedir la redención de foros, etc., etc., pero no se ha preocupado apenas de utilizar la asociación para producir más, mejor y vender á precio conveniente sus productos, habiendo fracasado en los intentos que ha hecho.

He aquí por qué, sin conocimiento de las existencias y cotización diaria en el mercado, rendimiento de la mercancía, ni organización para hacer frente al comprador, careciendo de medios para apreciar la justicia de sus ofrecimientos, el ganadero gallego no puede, aunque quiera, elevar el precio de las reses de carnicería y tiene que vender á como le paguen, desconociendo á cómo vende la arroba de carne, lo mismo que á cuánto importa producirla. Es un mal comerciante.

Es en esta época del año cuando Galicia goza de la exclusiva para el abastecimiento de carnes del mercado de Madrid porque las demás regiones de España no pueden enviar todavía reses, y precisamente, aprovechando este período, ocurre que los carniceros, alegando alzas en el ganado, amenazan con subir los precios, piden la libre introducción de las reses argentinas, y crean conflictos á las autoridades municipales.

Los compradores de la región dicen que son meros comisionistas, que al precio que compran, venden al abastecedor, cargando solo el importe de la comisión convenida por vagón, como producto de su trabajo y gastos de arrastre al abastecedor.

Los tablajeros adquieren las reses en canal al abastecedor, al precio que éste les impone, y debido á esta imposición, para devengar un jornal, tienen que mermar en el peso, ó elevar el precio de la carne.

Y he aquí explicada la exactitud de las dos noticias opuestas.

Al alcalde de Madrid le será fácil averiguar si son uno, dos ó más, los abastecedores de carnes, que reciben bueyes y terneras de Galicia, que ejercen unas semanas verdadero monopolio, que imponen su voluntad al ganadero, al comisionista, al cortador, al público y á la autoridad, y si el precio que realizan les favorece para ingresar en empresas bancarias ó caminan hacia San Bernardino.

Tenemos entendido que el Código Civil castiga á los que comercian con el hambre del pobre, y en este caso, quizá resulten dos pobres pueblos los explotados: el que produce y el que consume, por lo cual, de demostrarse la culpa, el castigo deberá ser ejemplar.