«El celtismo en Brasil significa no dejar morir a nuestros antepasados»

ZONA CELESTE

CEDIDA

Hermes Leiro, fundador de la peña Celestes Baianos, recuerda el origen de su celitsmo, una frase pronunciada por su abuelo gallego tras perder la final de Copa de 1994

14 feb 2017 . Actualizado a las 10:36 h.

Corría el año 1994 cuando Hermes Leiro escuchó pronunciar a su abuelo una frase que se le quedó grabada: «Estaba triste, pero sereno. Y me dijo: ‘Este equipo es modesto, pero es grandísimo’». El Celta acaba de caer en la final de la Copa del Rey y esa escena protagonizada por Manolo -que así se llamaba- tuvo lugar en el municipio pontevedrés de Moscoso. Pero su interlocutor nació y reside en Salvador de Bahía. Allí se llevó el sentimiento celtista que le contagió su abuelo y allí está en trámites para formar junto con otros aficionados de un perfil similar al suyo la primera peña celtista de Brasil, Baianos Celestes Galegos.

Aquella para él ya célebre frase impactó a Hermes. En aquel año 94, siendo un niño de ocho, era su primer viaje a la tierra de sus antepasados. «Todavía no me daba cuenta de muchas cosas relacionadas con el fútbol. Aparte de estar a la expectativa del cuatro título mundial de la selección brasileña, no seguía a ningún equipo español», comenta. En el lado opuesto, Manolo tenía otra preocupación. «Él solo pensaba en un partido y en una competición: la final de Copa que iba a disputar el Celta frente al Zaragoza. Para él lo más importante era el equipo. Repetía una y otra vez: ‘Cómo juega y cómo marca goles Vlado'».

Aunque inicialmente Hermes fuera ajeno a la realidad que acaparaba la atención de Manolo, las palabras de este no cayeron en saco roto, sino que aquellas conversaciones calaron poco a poco en el futuro celtista. Desde que se perdió la final y le vio «tan triste», todo aquello se le quedó dentro y no tardó mucho, apenas un par de años, en salir a relucir. «Cuando Mazinho, uno de los ídolos brasileños de la época, fichó por el club, supe que me había convertido en celtista en aquel mismo momento».

En 1998 volvió a España. Aquella segunda visita ya era otra cosa. «Junto con mi abuelo pude presenciar partidos de uno de los mejores equipos hasta hoy, aquel EuroCelta que me encantaba en cada partido con Revivo, Dutruel o El Zar Mostovoi. Gigantes europeos como Liverpool o Aston Villa se hacían pequeños enfrente», rememora con emoción. Y le vienen a la cabeza otros duelos históricos como ante el Real Madrid o contra la Juventus y, con ellos, más nombres: Penev, Makelele, Karpin... «Poder estar en Balaídos en un partido parecía un sueño».

Ya en el 2001 vivió en carne propia aquella incertidumbre que siete años antes, experimentada por Manolo, le había sido ajena. «Me sentí de nuevo en ese año, con el brillo en los ojos de mi abuelo pensando que la Copa podría ser nuestra», narra. No fue así. Tampoco el sueño se hizo realidad en aquella nueva tentativa. «La tristeza fue enorme al final de ese día, pero el sentimiento ya nunca podía parar. Luego llegaron la clasificación para la Champions, el partido histórico de Milán y después también los descensos, pero tocaba ya apoyar al Celta estuviera donde estuviera».

Y la formación de la peña era casi el siguiente paso obligado. «Hacerlo en Salvador de Bahía, donde la colonia gallega es muy grande, significa no dejar morir a nuestros antepasados y a la historia celeste. Es hacer conocido a un club que vive en nuestros corazones incluso antes de que naciéramos», cuenta orgulloso. Recuerda cómo vivían los partidos en la distancia pendientes de la radio y orgullosos de cada logro. «La peña es un modo de que es no se pierda, de ganar adeptos jóvenes y que siga la conexión».

Poder encabezar ese proyecto sí es un sueño hecho realidad para Leiro. «Me hace sentir presente en el corazón de cada celtista que vive un partido en Balaídos. Alimentar ese amor es una sensación indescriptible», valora. Considera la «obligación de todo celtista» hacer que el Celta sea fuerte «en España y en cualquier lugar donde esté». La nueva peña es su manera de llevarlo a la práctica.